Capitulo setenta y tres.

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Cameron.

Tragué con fuerza al pensar en todo lo que debía de hacer. Las acciones caían, aunque con la ayuda de Julie la empresa sobrevivía de la mejor manera posible.

El año que había estado fuera había afectado gravemente la compañía, más aún cuando fue Jack Black quien tomó mi lugar. Idiota, un imbécil que siempre se propuso como meta ganarme en todo lo que pudiera. Leah no lo conocía como yo, y pagaría cara su traición.

Un dolor agudo en mi pecho me hizo sobresaltar. ¿Qué era lo pasaba conmigo?

Ni siquiera tenía que responderme la pregunta, puesto que la tenía bastante clara. Leah. La traición de Leah. La traición de la única persona que realmente me importaba.

Recuerdo su rostro petrificado, sus manso temblorosas, y lo mal que se sintió herirla. Pero ella se lo había ganado, de todas las personas en el mundo que sabia que fallarían, ella era la única que no estaba en esa lista.

Y cómo dolía esperar que una persona no te falle.

Y que lo haga.

No se lo deseaba a nadie.

El día de ayer le había errado mi corazón a esa castaña que, en esta misma oficina, conocí.

Los recuerdos junto a ella serían por y para siempre los más preciados que podría tener. Y ¿Olvidarla? Nunca, jamás.

Y estaba aterrado, porque durante los dos últimos años no había hecho absolutamente nada más que amarla con cada pedazo de mi corazón. Ella había sido mi primer amor, y hablo del sentido más puro de la palabra amar.

Ella me había mostrado tantas cosas que no creía posible, como el amor, el respeto, la tolerancia, la familia. Algo que nunca había conocido, algo que jamás había experimentado. Ella me lo había enseñado todo, y nunca me cansaría de agradecérselo.

Y es por eso que sus palabras dolían tanto, porque me importaba, porque me importaba lo que ella pensara de mi, porque me jodía ver esa mirada de decepción en ella cada vez que mi pasado salía a la luz, o cada vez que mis demonios salían delante de ella. Me dolía, porque yo jamás sería el hombre que ella necesitaría.

Ayer cuando me enteré sobre su paradero, y con quién estaba, no pude hacer más que enrabiarme conmigo mismo por no haberme dado cuenta antes de la situación, por ser estúpido como para pensar que ella sería aquella tímida chica que entró por la puerta de mi casa hace más de dos años atrás.

Ella ya no lo era, ella ahora era una mujer. Una mujer que no iba a permitirme más.

Y maldita sea, trataba de comprenderla, trataba de entender cada uno de su actuares, pero el de el día de ayer, definitivamente no podía. No cuando había roto mi corazón, el mismo que ella había reparado.

¿Y si tenía razón? me preguntaba cada cinco minutos desde que la pelea había terminado. ¿Y si la tenía? ¿Y si mi familia acabaría con la vida de mi hijo como acabó con la mía?

No. Porque Cam tendría algo que yo jamás tuve ni tendré. Protección. Protección de un padre, amor de una persona que sería total e irremediablemente incondicional hacia ti.

Y a pesar de sentir este horrible sentimiento en el pecho, no me arrepentía de nada.

Prefería haber amado a Leah con todo mi corazón, que no haberla amado nunca y no haber tenido la oportunidad de saber qué era esto.

Y es que sabía que ella me había perdonado mil y un atrocidades que había cometido, había creído en mi cuando ni siquiera yo podía hacerlo. Pero no con esto, no con Michael. Él era un extremo, uno con el que aún combatía día a día, uno que me había dejado repleto de cicatrices que aún no sanaban.

CRUELDonde viven las historias. Descúbrelo ahora