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Se paso la cena hablando de su día con la castaña quien lo escuchaba atenta y reía a la par que el crestas cuando le decía lo malo que era Bruno para ganar premios ya sea en los dardos o en los canicones, Ángela estaba muy alegre de escuchar y ver a su pequeño Horacio hacer expresiones y gestos exagerados cuando contaba lo fantástico que había sido su día que olvidó por completo sacar del fuego la olla que hervía agua para un café prometido al rubio quien estaba de camino.
-No sabes la alegría que me da verte así cariño. - Dijo la mujer una vez que el oficial hizo una pausa para tomar algo de la limonada que la mujer le ofreció en cuanto el chico de crestas entro por la puerta principal con una sonrisa de oreja a oreja.
Horacio no supo que responderle y se limitó a sonreírle genuinamente con las mejillas encendidas a la mujer frente a el, tomándole ambas manos apretándolas con gentileza y después de un momento de miradas cómplices la puerta de la entrada se abrió una vez mas.

- Buenas, buenas... - Era la voz del rubio entrando a la casa.
Ángela y Horacio que permanecieron en su lugar voltearon hasta el oficial rubio y le sonrieron.
- Bienvenido cielo. - Dijo la castaña.
- ¡Perraco! - Contesto al saludo de su hermano.
El rubio hizo crujir sus nudillos asintiendo a la bienvenida de ambos y con su sonrisa socarrona habitual cruzó el rellano instalándose en el sillón de una pieza.
- Pensé que aun estarías con el mesero por ahí. - Dijo el chico desabrochando los primeros tres botones de su camisa para ponerse mas cómodo.
- No, decidimos irnos temprano, mañana ambos tenemos trabajo. - Dijo el chico soltándose de el agarre de la mujer.
- ¡El agua! - Ángela pego un pequeño grito al percatarse que no había atendido la olla que quizá ahora no tenia ni una pequeña gota de agua para el café del recién llegado.
Ambos hermanos saltaron por el repentino grito de la Doctora haciéndolos reír mientras ella caminaba con prisa a la cocina.
- ¿Qué agua? - Pregunto el rubio en tono bajo para no ser escuchado por la mujer.
- Tu siempre pides café cuando llegas tarde, creo que ya lo adoptamos como rutina. - Dijo el crestas mirando por su hombro a la castaña en la cocina, Gustabo asintió.
- ¡No se apure Doctora, no pasa nada si hoy no hay café! - Gustabo levanto la voz para que Ángela pudiera escucharle.
- ¡No es ninguna molestia cielo, ya es tradición de la casa! - Contesto con voz amable.
Los hermanos se miraron y se sonrieron.

Pasados 5 minutos los tres disfrutaban de una bebida caliente, Ángela y Gustabo un café y el crestas tomaba un chocolate con malvaviscos, las platicas se fundieron en risas y buenos momentos de esos que se guardan en una esquinita del corazón.

- Y saben que mas paso. - Dijo el crestas con una sonrisa ladina desbordando misterio.
- ¿Qué mas paso con el niño travieso? - Pregunto el rubio pensando en que la platica seguiría siendo de Miguel y Diane.
- No, eso no, ¿Qué creen? - Dijo el joven resbalándose hasta la orilla de el sofá para hacer mas drama, Ángela soltó una risa pequeña para después tomar un sorbo de su café.
- ¿Que?, ¿Qué paso? - Respondió un no muy contento rubio palmeándose la frente con desespero.
- Bruno esta enamorado de alguien - Dijo el crestas abriendo los brazos como si estuviera festejando un gol en las gradas, pero los contrarios miraron al menor con detenimiento.
- Solo que no me quiso decir el nombre de la persona. - Horacio volvió a hablar sin entender las miradas inquisitivas de ambos.
- No me digas... - Contesto con sarcasmo Gustabo cruzándose de piernas y mirando al crestas como si lo que dijo fuera lo mas obvio.
- Horacio no me vas a decir que... - 
- Bueno cariño, Bruno tendrá sus razones, ¿verdad Gustabo? - Dijo la mujer mirando de forma seria al oficial que había interrumpido hace un momento esperando que este captara la indirecta.
- Si... supongo que las tendrá. - El rubio se rasco la cabeza con inquietud de no poder expresarse pero sin meterse mas en ese tema.
- Igual le dije a Bruno que quien quiera que fuera estaba seguro que era una persona buena, así como el. - Agregó el crestas con la mirada llena de alegría por saber que su amigo sentía el pinchazo de el amor.
- Claro que si, estoy segura que es una persona muy especial. - Comento la castaña mientras recogía las tazas vacías de los tres, Horacio asintió en el sillón y se desperezo conteniendo un bostezo con la mano.
- Si...- Se tallo los ojos. - Creo... creo que iré a darme un baño y a la cama. - El peliazul se puso de pie.  - Buenas noches para ambos. - Dijo el chico caminando hacia su habitación.
- Descansa cariño. - Le dijo la mujer entrando a la cocina.
Pero Gustabo no se movió de su asiento hasta que escucho cerrarse la puerta de la habitación del mas joven, se puso de pie y con grandes zancadas llego a la cocina recargándose en la encimera a un lado donde Ángela fregaba las tazas.
- ¿Por que no me dejo terminar la frase?... Se que estamos en su casa, y su casa sus reglas... pero... usted debe de entender que si Bruno enamora a Horacio el dejara de sufrir por el cabeza de hormiga. - Gustabo levanto un poco el tono de voz, se sentía algo molesto.
Ángela escucho con parsimonia lo que el rubio le decía y después de un segundo de silencio entre ambos hablo.
- No malinterpretes mis actos cielo, se por lo que está pasando Horacio y créeme quiero que sea feliz pero si Bruno no se lo dijo realmente es por que tiene sus razones, yo trate de hablar con el pero no le hable del comisario... Son cosas que ellos dos deben de ir descubriendo, ¿entiendes?.
Imagina que yo le hubiera dicho a Bruno que tu hermano esta enamorado de Viktor, quizá Bruno se hubiera alejado de él perdiendo su esperanza, ¿viste lo feliz que Horacio regreso de la feria?, quizá nos hubiéramos perdido de esas anécdotas y sus sonrisas, y si tu le hubieras dicho a Horacio que Bruno estaba enamorado de el... ¿Cómo crees que reaccionaría?. -
Gustabo permaneció en silencio entendiendo el punto al que la mujer quería llegar y sintiéndose algo avergonzado por alzar la voz de mas, quizá si Horacio escuchaba por la boca de un tercero que el pelinegro estaba enamorado de el no lo creería o peor aún iría a preguntarle al Barman directamente para después esculpirle en la cara que el estaba enamorado de el niño asustado.
 -Y no, tampoco quiero que Bruno salga afectado en esto pero si ahora el sabe que existe un Viktor en la vida de Horacio tiene dos opciones... Dejarlo ir o luchar por el.- Agregó la mujer cerrando el grifo para mirar al oficial que tenia las cejas fruncidas.
- 10-4... - Contesto el rubio mirando directamente a los ojos de la castaña. - Discúlpeme si le levante la voz... pero, Volkov ya le ha hecho mucho daño... - Gustabo soltó un suspiro.
- Lo sé cielo, lo se... Disculpas aceptadas. - Ángela apretó el hombro del oficial con gentileza y ambos sonrieron.
- Hay que dejar que las cosas fluyan y esperar que Horacio y Bruno tomen sus decisiones. - 
Gustabo asintió, pero muy dentro de él sabía que seguiría sembrando mierda por los pasillos de la comisaría y ayudando entre las sombras al Barman.

Le toca a él...  VOLKACIODonde viven las historias. Descúbrelo ahora