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Ángela se había encargado de lavar y plancharle los uniformes a los dos hermanos aprovechando para pasar el domingo con los chicos en su casa, mientras ellos jugaban videojuegos en el salón ella los veía desde la cocina preparando una rica tarta de manzana para el postre de la cena.

- Doctora. - Dijo el rubio desde el sillón sin quitar los ojos del televisor para que Horacio no le ganara.
- Dime cielo. - Hablo la mujer mientras amasaba en la encimera de la cocina, levantando la vista.
- ¿Pudo hablar con el viejo? - Pregunto el chico.
Ángela siguió en lo suyo pero aun así le contestó soltando una pequeña risa cuando el chico menciono su ya tan escuchado apodo hacia el superintendente de Los Santos.
- Si, bueno... Le he dejado un mensaje, creo que el día esta ocupado para él, no quise insistirle mas. - 
Gustabo soltó un pequeño gruñido, había perdido.
- ¡A chuparla perro! - Grito el crestas animado a su lado alzando las manos victorioso, su hermano lo veía con ojos reprobadores por el grito que acababa de soltar, pues tanto el rubio como el peli azul trataban de no sonar tan groseros delante de la Doctora.
Angela no dijo nada, solo ensancho su sonrisa mientras negaba divertida vertiendo el mejunje de manzana y canela entre otros ingredientes en el molde.
- ¿Entonces quedamos que no? - Volvió a preguntarle a la mujer, ella negó metiendo la cerilla en el horno para precalentarlo.
- Va, le marco. - Gustabo tomo su teléfono del bolsillo, trato de prenderlo pero en la pantalla aparecía el bellísimo mensaje "sin batería" Lo lanzo a la mesita de café. 
- ¿Qué pasa? - Dijo el peli azul saliendo de su concentración mientras arreglaba la siguiente partida.
- Nada tío, que se me ha terminado la pila. - Se desparramo en el sillón. Angela le escucho.
- Busca mi móvil en el bolso de la entrada cielo, márcale. -
Gustabo asintió parándose y caminando hacia donde estaba el bolso calor café de la doctora, saco el móvil y busco en las llamadas recientes el contacto que decía "Jack Conway" , colocó el aparato en su oído para escuchar el timbrar, uno, dos, tres... Gustabo estaba a punto de colgar cuando escucho la voz viril del superior.
- Ángela, disculpe acabo de ver su llamada perdida, ¿en que puedo ayudarle? - El rubio se extraño al escuchar el nombre de la mujer en los labios de Conway, ellos solían tratarse de "Doctora y Superintendente" , no le gustó.
- ¿Desde cuando comenzó a llamar a la Doctora Covarrubias por su nombre?... -
Tanto Conway que estaba del otro lado del móvil como Horacio se sorprendieron un poco por el tono firme del rubio.
- Vamos cielo, tu también puedes llamarme Ángela cuando desees, no seas tan rudo con Jack. - La mujer salió de la cocina secándose las manos en el delantal, mirando con ternura hacía donde Gustabo estaba esperando la respuesta del superintendente mientras miraba a Ángela asintiendo escuchandola  llamarlo a el por su nombre, después de todo ya eran gente mayor y podrían tutearse, ¿no?.
- Bueno, ¿va a venir o no? - pregunto Gustabo saliendo por la puerta principal regalándoles una sonrisa pícara.
- Esto... - Horacio alzo la cabeza para poder ver a la castaña quien le regalo una sonrisa animándole a hablar.
- Yo puedo... ¿puedo llamarle mamá?- Hablo con prisa atropellando las palabras, Ángela lo miro con toda la ternura que desbordaba desde su corazón, sus ojos se llenaron de lágrimas y su sonrisa se ensancho, Horacio se paró en el acto cuando vio caer un par de lágrimas de aquellos ojos verdes.
- Yo... lo siento, no quería... - La mujer lo interrumpió acunándolo entre sus brazos, Horacio fue tomado por sorpresa pero le devolvió el abrazo.
- Cariño... nada me haría mas feliz en el mundo. - respondió por fin la castaña aun dejando correr sus lagrimas de felicidad.
Horacio asintió en sus brazos mientras le acariciaba la espalda intentando calmar lo sollozos ajenos.
- El viejo vend... ¿Pero que ha pasado? - Dijo el rubio una vez dentro de la casa y ver aquella escena.
- No, no es nada, solo estoy muy feliz mi cielo. - Hablo la mujer entre los brazos de Horacio, soltó su brazo derecho del crestas y la extendió en su dirección, Gustabo tomo su mano sin entender las cosas, Ángela lo halo con suavidad hacia ellos para unirlo al abrazo, pronto ambos chicos dejaban descansar su cabeza en los hombros de la mujer algo encorvados.
- Mis niños... - Susurro bajito pero ambos pudieron escucharla sintiendo como sus pechos se llenaban de ese calor maternal que Ángela desprendía.
El de cresta pudo ver la sonrisa amplia de su hermano haciéndole sentir aun mejor.

Le toca a él...  VOLKACIODonde viven las historias. Descúbrelo ahora