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Llego el sábado, tanto Horacio como Bruno habían acordado salir a la feria que estaba cercas de la playa, Horacio no pudo decirle al pelinegro que no cuando de las 3 opciones el mismo escogió la feria por sobre todas las cosas, pues de donde ellos venían el siempre era quien esperaba la feria para poder ir con Gustabo llenando de recuerdos buenos la cabeza del oficial.

Horacio estaba casi listo para esperar a Bruno fuera de la casa cuando Ángela entró en su habitación.
- ¿Listo? - Pregunto la castaña sentándose en el filo de la cama mirando al joven que con esmero retocaba su mascara de pestañas.
- Si, solo termino con esto y lo estoy. - Horacio le sonrió por el espejo y la mujer asintió observándole con su sonrisa genuina.
- Me da tanto gusto verte así de contento. - La castaña soltó un suspiro con mucha calma por la escena que observaba desde su lugar.
Horacio cerro el maquillaje y se sentó a un lado de la mujer acurrucándose en el hombro .
- Usted a influido mucho en que yo esté así, ¿sabe?. - La castaña lo abrazo por el hombro.
- Mi Horacio, mi Horacio.- Soltó la mujer apretando el hombro del peliazul a su lado. Ella estaba tan en paz desde que el piso donde vivían los hermanos se había rentado y ahora habían pasado todas sus cosas hasta acá, fueron años de pasarla en soledad de trabajo a casa y de casa a trabajo, pero ahora era distinto, habían dos personas que la esperaban haciendo que su regreso fuera mas cálido sin mencionar al feliz puerquito que se paseaba libre por la casa cual canino obediente.
Ambos estaban disfrutando de su compañía en silencio cuando el timbre de la puerta de entrada los hizo reparar, Ángela rompió el abrazo y se paro junto con el crestas de la cama.
- Anda, es hora de irte. - Horacio asintió sonriendo.
Horacio le asintió a la castaña a un lado de él, observo su reflejo una vez mas en el espejo y salió tras Ángela.

- Me voy mamá. - Dijo el crestas tomando la manija de la puerta de entrada.
Por su parte Ángela salió de la cocina amarrando a su cintura un delantal rojo para despedir al oficial con una sonrisa amplia. - Vayan con cuidado y diviértanse cariño, me saludas a Bruno. - 
Horacio le sonrió de regreso y asintió abriendo la puerta para salir y no seguir haciendo esperar al pelinegro fuera.
- Hola Bruno. - Dijo el chico saliendo al rellano de la casa cerrando con cuidado la puerta a sus espaldas mientras alcanzaba a observar como el pelinegro tallaba la punta de uno de sus zapatos contra el pantalón de mezclilla como si tratase de limpiarlo.
- Oh, Horacio. - Dijo el pelinegro alzando la mirada para encontrarse de lleno con un peliazul sonriente.
- ¿Estas listo? - Volvió a hablar el pelinegro pasándole un casco.
Horacio lo tomo mientras asentía. El cielo era de un azul intenso y a pesar del calor que azotaba a las personas bajo él, era un día muy agradable para los chicos, Bruno condujo hasta la feria que siempre estaba disponible a las casi orillas del mar mientras Horacio disfrutaba del paseo en moto tomado de las orillas del asiento del bólido negro.

Una vez la motocicleta estacionada y los cascos en las alforjas los jóvenes comenzaron a pasearse por el malecón de madera observando de lejos los juegos de habilidad que ofrecía la feria.
- Entonces dices que Gustabo tomó tu turno de trabajo para que pudieras venir hoy. - Dijo Bruno caminando a un lado del menor.
- Sip, el se ofreció...y por cierto dijo que le debías una de tus comidas para la próxima semana. - 
Ambos muchachos rieron acercándose a las atracciones.

- ¡Vamos!, ¡vamos Horacio! te falta solo una manzana. - Gritaba el pelinegro alentando al oficial que trataba de sacar una manzana de el especie de caldero encantado y así obtener su premio, pero cuando escucho la cuenta regresiva de el encargado y la gente a su alrededor mordió uno de sus cachetes con fuerza y el rostro de ahí con los ojos llorosos.
Bruno lo observo y Horacio le sonrió a medias había perdido el peluche que estaba en el aparador.
- Waa, que me he mordido al final, quería esa pequeña tortuga moteada para mamá. - El oficial se cruzó de brazos haciendo un pequeño puchero.
- Vamos que hay mas juegos, conseguirás algo, ya veras. - Bruno soltó una pequeña risa mientras palmeaba el hombro del joven alentándolo a continuar buscando el premio.

Le toca a él...  VOLKACIODonde viven las historias. Descúbrelo ahora