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- Pero... - Covarrubias camino con apuro hacia donde el chico de cresta estaba sentado apoyando su mandíbula en el brazo del sillón, Horacio solo se limitó a observarla en silencio llegar hasta su lado, sentarse junto a el  y tomarlo entre sus brazos, a pesar de que 2 semanas habían pasado a Horacio le seguía quitando el sueño las palabras recurrentes en sus sueños, la voz de Volkov le taladraba la cabeza cuando el silencio reinaba en su mente.

El oficial se aferró a la doctora sintiendo como sus ojos se llenaban de lágrimas y las dejaba salir sin reparo, se había prohibido llorar en las noches pues Gustabo había comenzado a quedarse en el departamento, pero a pesar de aquello ellos ahora estaban un poco distanciados pues el día en que Horacio se abrió con el rubio termino en discusión Gustabo estaba muy molesto por ver como su hermano le deshacían las palabras del comisario, que trato de hacerle ver que no necesitaba a Volkov para ser feliz y que allá fuera habría mas gente quien lo amaría por quien era pero no uso las palabras adecuadas para expresarse y terminaron gritándose cosas que no querían decirse tanto el uno como el otro.

Esa tarde el joven había salido del trabajo un poco mas temprano de lo habitual y no quería estar en el departamento junto con su hermano malhumorado, así que decidió ir a visitar a la Doctora, esas dos semanas habían estado tan ajetreadas para ambos que con trabajo podían mandarse mensajes de vez en cuando o hablar 10 minutos antes de dormir.

- Estoy tan cansado de aguantarme las ganas de llorar... Yo... yo quería hablar con usted en persona y tenerle cerquita por si necesitaba un abrazo... - Horacio se sincero en los brazos de la doctora dejando que sus lagrimas corrieran para poder limpiar el peso de su corazón.
Covarrubias no resistió escuchar al chico de esa manera y sus esmeraldas se aguaron, estrecho mas fuerte al crestas como si quisiera juntar los pedazos de su roto corazón, suspiro un poco para calmar sus ganas de llorar y hablo.
- Sabes que siempre... siempre me vas a tener aquí cuando necesites, llora cariño, llora todo lo que quieras, desahógate  - Horacio asintió entre los brazos de la mujer haciendo que el silencio que reinaba se rompiera por sus débiles sollozos.

Después de un rato Horacio levanto la cabeza del hombro de la mujer sintiéndose un poco mas ligero porque al fin alguien lo había escuchado y dejado llorar a sus anchas.
- Gracias ma... mamá. - Hipo el joven.
- No tienes nada de que agradecer mi Horacio. - Le limpio las lagrimas con los pulgares y le apretó las mejillas haciendo que el chico sonriera por unos segundos.
- Sabíamos que todo esto iba a ser algo difícil cariño, se que volverán los días grises, pero tienes que tener paciencia mi niño, deja que el tiempo pase y cure tu corazón. - Horacio la escuchaba con mucha atención, la mujer tenía razón y el sabia que Volkov estaría en la comisaria cuando el regresara, pero sus palabras fueron las que lo tomaron por sorpresa aquel día, pues el sintió como su corazón se llenaba de calma en cuando su voz llego a sus oídos, pero todo aquello se derrumbo cuando escucho como este se expresaba de el, y una vez mas le había roto el corazón, ¿Volkov lo odiaba por haber sido sincero con el en cuanto a sus sentimientos?, estaba de acuerdo en que iba a volver a llorar, el lo sabia en el fondo pero esta vez no estaba solo, no tendría que esperar a que Gustabo estuviera de buen humor o intentase comprenderle, o ya de plano llorar en el parking de la comisaria solo,  ahora podría ir a los brazos de la mujer que tenia frente y desahogarse las veces que fueran necesarias, quizá su corazón seguía partido en cachitos pero  tenia todo el tiempo del mundo para poderlo reparar y eso le daba un poco de esperanza.
- Se que pedirte esto va a ser difícil, pero se que lo vas a intentar. -
Horacio se recargo en el sillón sujetando las manos de la doctora y asintió invitándola a seguir.
-Quiero que dejes de pensar en las palabras que te atormentan, es mas grande tu amor por ayudar a las personas y eso es lo que realmente te debe de importar. -
Horacio asintió no muy convencido de lo que la mujer decía, después de escuchar como Volkov minorizaba sus hazañas llamándolo "anormal" el titulo de "héroe" se le había caído de las manos y es que el tenia la necesidad de gritarlo a los 4 vientos, ¿tenia algo de malo ser algo pedante?, el estaba feliz de que la gente estuviera a salvo y que los malos pagaran por sus crímenes.





- ¿Vas a quedarte hoy aquí cariño?- Angela hablo desde la cocina mientras enjuagaba la jarra de te frio que habían bebido en la cena.
Horacio se levanto de la sala y camino hasta el marco que dejaba ver la cocina para recargarse.
- Bueno...  - se rasco la nuca.  - ¿Podría hacerlo?- pregunto el chico con una pequeña sonrisa.
Angela soltó un risa asintiendo.
- Claro que si cariño, anda ve a ducharte tuviste un día duro, por ahí tengo algunas prendas de ustedes de la ultima vez que se quedaron a dormir aquí. - Horacio asintió.
- Gracias, iré a darme un baño. - ambos sonrieron.

Horacio entro al cuarto que podría reclamarlo como "suyo" pues las veces que se había quedado en la casa de la mujer ocupado esa habitación, se acerco al ropero para sacar una toalla limpia abrió el mueble y se dio cuenta que las toallas estaban un poco mas arriba de donde el las recordaba, se puso de puntitas y con dificultad tomo una por la esquina, la tiro haciendo que cayeran al suelo junto con algunas cosas mas.
- Joder... - dijo el chico por lo bajo al ver las cosas regadas en el suelo, se puso en cuclillas para recogerlas, tomo una por una las toallas que ahora estaban sin doblar y al levantar la ultima observo como tapaba una cesta pequeña de mimbre boca abajo, puso las toallas en sus piernas y tomo la cesta dejando ver el contenido, algo que parecía una libreta pequeña, dos plumas y algo esponjoso que el joven tomo entre sus manos, se levanto dejando las toallas en la cama para caminar hasta el apagador del cuarto y poder ver lo que había recogido.

Horacio lo observo, se trataba de uno pequeño unicornio de peluche le pareció tan bonito que su sonrisa se ensancho.
- Cariño, ¿puedo pasar? - Pregunto la voz de la mujer detrás de la puerta.
- Adelante. - Contesto el chico con el peluche entre sus manos, Angela entró a la habitación con la ropa que le había mencionando, dejo la ropa en la cama.
- No se si esto es tuyo o de Gustabo, pero así podrás dormir mas agusto. - La castaña volteo hacia donde estaba el chico y lo observo con el pequeño peluche entre sus manos y sonrió.
- Gracias, si creo que la playera es mía y el short de Gustabo. - se acerco a revisar las prendas en la cama y dejo al peluche arriba de una de las almohadas la mujer lo tomo.
- Siempre olvido donde lo dejo. - Dijo refiriéndose al peluche.
- ¿Es suyo?. - Pregunto Horacio mientras doblaba la ropa que se iba a poner después del baño.
- No, es tuyo - le entrego el peluche. - ¿Mio? - Angela iba a responder su pregunta cuando su móvil comenzó a sonar en el bolsillo de su pantalón.
La doctora contesto de inmediato, se trataba de una llama urgente del hospital.
- Si, si, yo entiendo, no se preocupen enseguida voy hacia allá... Claro, hasta ahora.
Corto la llamada. - Cariño tengo que irme de urgencia al hospital, hubo un accidente grande en la carretera y necesitan mas manos. - Horacio asintió. - ¿Quiere que la lleve y la espere en el parking? - La doctora negó quitándose el medio mandil y caminando hacia la entrada de la habitación con prisa. - No cariño, quédate aquí, realmente no se a que horas pueda desocuparme y no quiero que te quedes en el parking a esperarme tan tarde, me tengo que ir, cualquier novedad te tengo al tanto. - 
- Pero... - Angela negó caminado fuera de la habitación siendo seguida por el chico. - Pero nada jovencito. - Dejo el mandil en el reposabrazos del sillón, tomo sus llaves del auto y bolso, salió de la casa escoltada por el crestas, este le abrió la puerta del coche, la despidió con un beso en la mejilla y la vio perderse en la oscuridad de la noche.


Le toca a él...  VOLKACIODonde viven las historias. Descúbrelo ahora