Habían pasado 3 días de su reposo y no la estaba pasando bien, en las noches soñaba que era arrollado, pero a él no le pasaba nada, se levantaba de una pieza tocándose las extremidades y acomodándose el cabello, sorprendido... pero al ver a su alrededor miraba a Gustabo, a Conway, a otros agentes más y a la Doctora Covarrubias uno arriba de otro con los ojos cerrados mientras de sus cuerpos salía un líquido carmesí y de pronto oscuridad absoluta, para comenzar a escuchar una risa que se iba distorsionando y de la pila humana frente a él salía el comisario completamente lleno de aquel líquido viscoso sonriendo de una manera poco agradable pronunciando esas palabras que le habían roto el corazón lentas e hirientes cada vez más fuertes en su cabeza. - ¡NOOOOOOO!- Sus mejillas estaban empapadas de llanto y su cuerpo era cubierto por sudor frío, su respiración no ayudaba para relajarse, sentía que se ahogaba y como un trueno Gustabo pateó la puerta de su habitación con arma en mano. - ¿¡Qué coño pasa!?- dijo desde la puerta el rubio quitando el seguro a su pistola prendiendo la luz de la habitación del crestas. -Horacio, ya vale, es la tercera noche tío...- se acercó al chico que estaba sentado en su cama con la mirada perdida luchando por respirar, reviso su temperatura con la mano libre, estaba completamente frío por el sudor. -Tranquilo por favor... ¿Qué pasa, que has soñado? - le pregunto dejando la pistola en le peinador para tomar asiento a un lado del menor que se quedó congelado desde que entró. Suspiró ruidosamente tratando de aguantar el ardor de su garganta volteándolo a ver. -Otra vez el sueño... Dónde me atropellan...- mintió a medias de nuevo, se llevó sus manos a la cabeza y estrujó sus cabellos comenzando a llorar de nuevo. -Vamos cabrón, todo fue un mal sueño, vas a estar bien, eres un puto toro. - le dio unas palmaditas en el hombro mientras le pasaba un pañuelo, Horacio lo tomo dejando en paz su cabellera mientras se instalaba un silencio entre ambos dejando que el chico se desahogara siendo Gustabo el primero en hablar. -Vamos a dormir, que mañana tengo que ir al curro. - Una palmadita más para Horacio dejo el rubio en su hombro, el crestas se recostó de nuevo siendo arropado por Gustabo. - ¿Sabes que podría animarte? - dijo el rubio quedándose apoyado en el marco de la puerta mientras le ponía el seguro a su pipa. - ¿El que? - comento el crestas desde su cama elevando un poco la cabeza. -Mira no quiero que te quedes otro día aquí en casa, necesitas despejarte, En la mañana te iré a dejar al hospital para que veas a la Doc, ¿te parece buena idea? - Cruzo sus brazos en el pecho dándole a entender que no aceptaría un no por respuesta. - Esta bien, esa idea me agrada. - sonrió sin ser visto por el rubio, la verdad es que le agradaría ver a la doctora. -Vale, pues a dormir cabrón. - Cerro la puerta de la habitación del crestas dejándolo con una buena sensación en su pecho. No pudo dormir enseguida así que se le ocurro la idea de llevarle algún pequeño presente, tomo su celular de la mesita de noche y escribió "Significado de algunas flores" al menos pensaba en que fuera algo especial.
Aquella mañana se despertó incluso antes de que Gustabo fuera a despertarlo, se tallo la cara adormilada dibujando una pequeña sonrisa en su rostro mientras se estiraba en la cama haciendo crujir un poco su espalda. Se sentó en la cama con sumo cuidado de no aporrear su fractura con el buró de un lado, tallo sus ojos de nuevo y echo un vistazo a los primeros rayos de sol que se veían desde su ventana, soltó un suspiro ensanchando su sonrisa, alargó su brazo para arrastrar la silla de ruedas, la dejo a un lado y se resbaló un poco más en la cama para apoyar todo su peso en su pierna intacta para poder subir a la silla y dirigirse al baño para asearse en silencio. Un pie salía de la ducha colocado con sumo cuidado en la silla de ruedas mientras el crestas tarareaba alguna canción que había escuchado por ahí en la radio dejando que el agua caliente mojara su cuerpo y así comenzar con su ducha.
- Horacio... ¿Todo bien ahí adentro? - dijo Gustabo atrás de la puerta del baño. - Si, todo bien, estoy terminando de arreglarme. - le dijo el chico que con problemas se arreglaba la cresta ayudándose con un espejo de mano sentado ya en la silla de ruedas. - Bien, no tardes mucho, te llevaré al hospital y después tengo que ir al curro, ¿quieres chocolate con tostadas? - pregunto el rubio asomando su cabeza desde la puerta, Horacio sonrió al chico y asintió volviendo a lo suyo esta vez comenzando a poner delineador negro en sus ojos dudando si no le vendría mal un poco de máscara para pestañas. Los chicos desayunaron juntos y tranquilos para poder irse hacia su destino dejando los trastes para cuando regresaran a casa.
-Gustabo, podemos hacer una parada antes de llegar al hospital? - pregunto el crestas sacando su cartera para revisar su dinero. -Si, aún queda tiempo, ¿Que necesitas? - dijo el rubio parando el carro por el semáforo en rojo, Horacio a su lado saco unos billetes y los contó para mirarle y responder. - ¿Podemos ir a la florería cerca del hospital? - el rubio frunció el ceño y comenzó a conducir hacia la florería. -Quiero regalarle flores a los médicos y algunas cuantas a la Doctora. - explico el peli azul, Gustabo sonrió son dejar de ver al frente acelerando el auto.
El rubio salió del Audi amarillo y saco del maletero la silla de ruedas dándole una patada para extenderla mientras que Horacio se resbalaba para quedar en la orilla del asiento. -Vamos a ver...- dice Gustabo dudando por dónde tomar a su amigo. -Que no soy de papel hombre...-Soltó una risita al contrario pasando su brazo por el cuello del chico para ayudarse y apoyar su peso en su pierna intacta y el cuello del contrario, Gustabo con torpeza dejo al chico acomodarse en la silla para poder empujarlo hacia la rampilla de la entrada de la florería.
Gustabo dejó abierta la puerta de la florería para que el chico entre al establecimiento mientras el esperaría fuera.- -Buen día- Dice con voz alta llegando al mostrador para tocar una campanilla. - ¿Hola?- vuelve a levantar la voz. -Vooooy!- grita alguien detrás de del marco del mostrador. Horacio espero con paciencia mirando a su alrededor todas las flores de múltiples colores pasteles y fuertes inhalando el aroma tan delicado del lugar cuando escucho pasos saliendo de su ensimismamiento viendo a una joven de cabello oscuro como la noche y con su piel más blanca que la espuma de mar, vestida con un overol de mezclilla y una blusa color menta algo sucia por la tierra y su cabello revuelto en un moño. -Buen día, perdón por la espera. - se disculpó la joven y Horacio asintió compartiendo una sonrisa simple con la recién llegada. -Sin problema, podrías ponerme un bouquet de aquellas rosas de colores y... - El peli azul saco con dificultad su celular del bolsillo, buscando con ansias algo en él, La joven tomo el bouquet de rosas blancas, rosas, amarillas y rojas sin arreglar, lo puso en el mostrador y miro al peli azul para atender a su nueva petición. - Aquí esta- Dijo triunfante mirando de nuevo a la dependienta – ¿Tendrás petunias? - asintió entendiendo nel mensaje para dejar las flores anteriores unidas por un simple listón, la joven camino en dirección a los estantes donde habían bouquets ya formados, tomo uno con delicadeza, eran exactamente como las flores que Horacio había buscado en interne -"blancas con el centro violeta"- se repitió a sí mismo en su mente sonriendo, a la doctora le encantarían.
Una vez pagada su compra le agradeció a la joven por su tiempo, las puso en su regazo y toco el cristal para que Gustabo abriera la puerta y poder pasar ayudado por la dependienta. Gustabo ayudo a su hermano a subir de nuevo al coche sin antes dejar las flores en el asiento de atrás con mucho cuidado mientras ambos se despedían con la mano de la señorita.
Una vez dentro emprendieron la ruta hacia el hospital cantando alegremente una canción en la radio, el cielo era azul y la cretas de Horacio bailaba junto con el viento, pintaba para ser un día bueno. Al llegar el oficial estaciono fuera del gran edificio y volvió a la rutina de bajar al crestas con cuidado dejándolo en la acera mientras le pasaba los bouquets de flores que había comprado.
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