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Escuchaba cuchicheos, metales rechinando, cantos de pájaros, el goteo de algún líquido, sentía mis ojos pesados, mis labios resecos y después mucho dolor, dolor por todo mi cuerpo, podría decir que desde la punta de los dedos de mis pies hasta mi cabello más largo.

Quise poner atención tratando de agudizar más mi oído antes de abrir los ojos, pero de pronto todo se había quedado en silencio, menos el goteo y algún aparato que pitaba cada cierto tiempo, suspire, ¿Dónde coño estaba?, lo último que recuerdo eran los gritos tanto de Gustabo como de papá... y una voz que me decía "vamos cariño, quédate conmigo", una voz que me dio tanta paz, una paz que sin duda necesitaba y después me acorde de él... de su mirada perdida en la mía mientras recitaba las palabras que me iban rompiendo el corazón.

Escuche como una puerta se abría, vacile unos segundos para abrir los ojos, pero no lo hice y entonces escuche esa voz que me había tranquilizado en las penumbras - ¿Por qué lloraras de nuevo? - dijo voz de la mujer mientras acariciaba una de mis mejillas, más lagrimas resbalaron mojando su mano entonces abrí los ojos, ella sonrió.

-Buenas días Horacio. - dijo suavemente, mientras limpiaba mis lagrimas con su pulgar sin dejar de sonreír, me quede mirando su cara, jamás la había visto en el hospital las veces que había venido a dejar a algún herido o en su defecto cuando no sabía por qué me encontraba de repente ahí. Tuve que parpadear un par de veces para acostumbrar mis ojos a las luces de la habitación en donde estaba todo era demasiado blanco y reluciente, quizá eran las 8 de la mañana.

- ¿Cómo te encuentras cariño? - dijo la mujer tomando una tabla con papeles que estaban en la mesita de noche rompiendo el silencio recién instalado, gire un poco la cabeza para poder verla mientras ella arrugaba un poco el entrecejo escribiendo.

-Me... me siento fatal... me duele todo el cuerpo... ¿Qué ocurrió?... ¿Dónde... donde esta Gustabo?, ¿Y papú? - comencé a hablar y después me agité tratando de preguntar por mis seres queridos sin dejar de verla.

-Tranquilo cariño. Se que te duele el cuerpo y créeme que así tendrás un rato, pero en unos instantes vendrá el enfermero para que te un calmante y puedas sentirte un poco mejor ya que tendrás visitas para el desayuno- Dijo sin apartar la mirada de la tabla mientras escribía algo en ella. - Los caballeros que mencionas están fuera, llegaron desde muy temprano, en un momento los hago pasar para que puedan desayunar juntos. - Se acerco un poco más a mi cama y tomo un control pequeño que estaba conectado a mi cama apretó un botón y en seguida un chico rubio se acercó a mi camilla mientras ella tomaba asiento en una de las sillas de la habitación. -Él es Diego, te pondrá medicamento intravenoso para tu dolor, ¿está bien? - asentí, el chico se preparó e inyecto algo en la bolsa que escuché gotear todo el tiempo que comencé a estar consciente, tardo un poco mientras supervisaba el líquido para después salir del cuarto y volví a quedarme solo con la doctora. - ¿Alguna otra pregunta que tengas cielo? - me dijo poniéndose de pie y dando unos cortos pasos para quedar a mi lado. - Si... ¿Por qué sigo aquí aun?... ¿Cuántos días llevo aquí? ...- Pregunté lo más calmado que pude. - Sigues aquí porque tu pierna estaba fracturada, perdiste mucha sangre y tuvimos una cirugía, comprenderás que nada de esto es ambulatorio, ¿verdad? - Ladeo la cabeza al terminar de explicarme todo lo que había pasado, ahora todo eso explicaba lo pesado que sentía mi pie izquierdo donde ahora estaba un pedazo de metal uniendo mi hueso. -Y sobre los días, no te espantes solo llevas uno y medio. - me cerro un ojo caminando hacia la puerta –Muchas gracias Doctora. - le dije sonriendo levemente. - Ni lo menciones cariño. - giro la perilla y la vi salir de la habitación.

Cinco minutos después aparecieron Gustabo y el Superintendente con unas bandejas llenas de comida, Gustabo dejo la bandeja de comida en la mesita de noche y se tiro a mis brazos, me abrazo tan fuerte como pudo, me sorprendió tanto verle así, él no es un tipo de persona que se tire a los brazos así porque sí, pero quizá la situación lo ameritaba –No vuelvas a salir corriendo así...- me dijo al oído rompiendo el breve abrazo para sonreír ladinamente, Conway nos miraba de reojo mientras organizaba la comida de las bandejas. -Par de capullos. - murmuro acercando la mesita para poder comenzar a desayunar juntos, eso me hizo sonreír abiertamente, jamás había tenido un desayuno con tanta gente, siempre éramos yo y Pablito, mi cerdo.

La mañana trascurrió tranquila, Conway telefoneaba de vez en cuando dando indicaciones a la malla policial, nos decía un "capullos" de vez en cuando, y le echaba un vistazo al periódico sentado en la silla a un lado de la puerta de mi habitación, Gustabo por su parte se la paso sentado a un lado mío en la camilla mientras me contaba todo lo que había sucedido desde su punto de vista, como la Doctora llego a la escena, que me ayudo antes de estar ella en servicio y lo mucho que se preocupó por mí que ella fue la que se encargó de mi cirugía, tenía una ganas de agradecerle a cada persona que me ayudo entrando al hospital, pero con mayor razón agradecerle a ella.

-Bueno, son las once de la mañana, es hora de volver a la comisaria. - Dijo el superintendente parándose de la silla y dejando el periódico en donde estuvo sentado, me miro y sonrió por un mini segundo teniendo suerte de verle sonreí tranquilo. - Bueno Héroe te vemos más tarde, el doctor nos ha dicho que podemos venir por ti en la tarde, come bien y cuídate toro. - Gustabo se notaba con buena energía, me dio un golpe leve en el hombro levantándose.
- No te metas en líos princesa, nos vemos en la tarde. - dijo el mayor sarcástico mientras caminaba a la puerta seguido de Gustabo. 

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Espero no ir tan floja...
Una disculpa por los errores de ortografía o fallos.
Un beso, cuidense y coman bien UuU/

Le toca a él...  VOLKACIODonde viven las historias. Descúbrelo ahora