Storm Blue || Riverdale

9

Riverdale puede sacar lo peor de la mejor persona, pero hay algunos que ya lo traen dentro

Jen Jones

—Cheryl Blossom —la nombré haciéndola estremecerse por la repentina aparición.

—¿Qué haces aquí vagabunda? —preguntó Cheryl con un tono de fastidio.

—Cheryl, Cheryl —dije sonriendo con malicia, sentía tanto placer en lo que estaba haciendo y no lograba explicarme ¿por qué?—. Tu vida es tan triste que quieres hacer miserable la de las demás —me acerqué a ella hasta quedar a unos cuantos centímetros de su pálido rostro y susurré amenazante—: Pero conmigo no lo harás Blossom.

—¿Y qué piensas hacer para
evitarlo? —replicó Cheryl.

—¿En serio quieres saberlo?

Narrador

De la nada los ojos de Jen se iluminaron de un azúl intenso que parecía salir de lo más profundo de su ser creando pequeñas líneas al rededor de las cuencas de sus ojos, casi como si sus venas también estubieran tomando ese brillo azúl.

Cheryl se quedó inmóvil, era aterradora la imagen que tenía frente a ella, su rostro palideció más de lo usual, no entendía lo que pasaba, quería gritar pero no tenía voz.

—Te diré una cosa Blossom —mencionó Jen con desprecio e inconsciente de lo que Cheryl veía, ella solo sentía la irá y el placer de esta recorriendo su ser—. Según las palabras que le dijiste a Jughead y a Betty quieres paz —dijo con tranquilidad, pero luego su tono cambio a uno más brusco y enojado—. Y lo juro Cheryl Blossom, si Fp no sale de prisión por tu estúpida arrogancia... Yo misma me encargaré de que descanses en paz a lado de tu estúpido y cobarde padre asesino.

Terminó su amenaza y dió la vuelta volviendo completamente a la normalidad, ni siquiera espero respuesta, pues ya sabía que su objetivo estaba asegurado.

—Ah, casi lo olvido —se detuvo frente a la puerta—. Betty quiere a las Vixens en su evento en Pop's... Por tu bien espero que ahí se presenten —concluyó y salió del lugar triunfante.

—Hola JJ, ¿Cheryl está ahí? —preguntó Betty amable, ya que ella también tenía como objetivo extorsionar a la peliroja a través de amenazas.

—Sí, hablé con ella, dará un buen testimonio en la corte y tú tendrás a las Vixens en tu evento —sonrió y se alejó de la rubia.

...

Y fue así como ella despertó...

Tal y como la noche que...

Cuando...

Era de esperarse, Jen Jones dejó de ser ella y por tan solo unos segundos volvió a ser...

Pero...

¿Quién era ella?

O más bien ¿Qué era?

Tantos secretos,

Pero...

No pueden ser sus secretos si ni siquiera ella los sabe.

Eran lo secretos de alguien más.

De un hombre. De un hombre y dos dos hermanos trillizos que un día decidieron aceptar a una pequeña bebé desamparada.

Un secreto que él tanto se forzó por ocultar.

¿Quién es él?

Pues él era Silvano... El primer padre que había adoptado a Jen.

•••

SILVANO
Eran aproximadamente las ocho de la tarde cuando todo sucedió. Mi esposa fue declarada muerta por el cáncer. Desde mi perspectiva todo se derrumbaba, ella era todo para mí, sin ella yo no era más que un hombre solitario en una montaña desolada, incluso la idea de volver ahí me torturaba.

¿Qué haría yo ahí? ¿Morir solo?

Esa casa la había construido para formar un hogar a su lado, ahora... Ahora solo sería una construcción sola y triste. Y pese a todo eso volví, tenía que volver, buscar ropa, preparar todo para el funeral y actos previos, así que con el poco ánimo que tenía llegué a casa.

Bajé de la camioneta y rápidamente un llanto me congeló la sangre.

¿Qué si creía en los fantasmas?

Bueno, ciertamente siempre pensé que podían existir.

A pesar del miedo que me recorría decidí caminar hacia la fuente del llanto, eran sollozos de bebé y provenían de mi casa, así que lentamente caminé hacia la entrada y pude ver la canasta que yacía enfrente.

—Que fantasmas ni que ocho cuartos —me regañé en un susurró, y busqué valor para ver la canasta.

Era una pequeña y pelinegra bebé de ojos oscuros. Apenas me vió se echó a reír dulcemente. No dudé cuando la tomé en mis brazos y la metí en la casa, esa casa que nunca más volvió a estar sola.

Jenna, la nombró Cruz uno de mis hermanos, quien fue secundado por Lorenzo. Los tres éramos inexpertos al hablar de bebés, pero siempre hacíamos lo que podíamos para cuidar de ella. Jen era la bebé más tranquila y dócil del mundo. Hasta que cumplió cinco y una noche... Se salió de control.

Yo acababa de llegar de trabajar, Cruz y Lorenzo ya estaban dormidos así que supuse que Jenna también lo estaría, pero no fue así, ella había salido a caminar y se había perdido, cuando me dí cuenta corrí a despertar a mis hermanos y salimos a buscarla.

Cuando la encontramos ella estaba bien, a lado del tranquilo lago que se encontraba a unos metros de la casa. La llamé y al primer paso que dió una serpiente la atrapó de una mordida, corrí hacia ella y Cruz tras la víbora, si era venenosa era mejor identificarla.

Todo sucedió cámara lenta, o al menos así lo sentí yo, pero en realidad todo pasó en cuestión de segundos, Lorenzo y yo nos acercamos rápidamente al ver la víbora y antes de poder hacer algo está ya había mordido a Jenna, ella gritó, pero no solo eso, sus ojos se habían iluminado de un azúl intenso.

El viento a su alrededor comenzó a soplar con fuerza moviendo su cabello, no daba explicación a lo que ví, pero no era momento de buscar explicaciones, tomé a Jenna en los brazos y corrí para subirla a la camioneta y arrancar al doctor más cercano, esperando que no fuera muy lento.

—Vamos, bebé, resiste —susurré sosteniendo su pequeña cabecita.

•••

Jenna se salvó. Al día siguiente se mantuvo todo el día en cama por órdenes del doctor, por suerte nada paso a mayores, después de que reconocieran a la serpiente le aplicaron el antídoto correspondiente.

Ese mismo día Cruz y Lorenzo me hicieron volver al lugar del accidente para mostrarme algo, una gruesa capa de hielo cubría parte del suelo y del lago donde había estado Jenna antes de todo.

Ella era especial de formas que ninguno de los tres comprendía, pero tampoco fue necesario hacerlo. Con el paso del tiempo nada así volvió a pasar, así que decidimos olvidarlo, hacer como si nunca hubiera pasado y seguir con nuestras vidas.