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Los lazos del corazón y del alma, son los lazos más fuertes del mundo, que ni con una cuchilla de acero, ni con la más increíble fuerza se han de romper, más sólo existe una cruel alternativa para separar dos almas, la muerte.

Sus ojos se empañaron en lágrimas, su corazón por unos leves segundos dejó de palpitar, su respiración falló y las pocas fuerzas que tenía se volvieron totalmente nulas, su cuerpo estaba intacto, pero su mente se quebró en un instante, tan rápido, tan instantáneo.

Tan cruel.

Su cabeza fue invadida por la oscuridad, pensamientos grotescos sobre disipar su vida en ese mísero momento la envolvieron, a ella, una Omega que acababa de perder a su Alfa, a su Rey.

Sus soldados la vieron caer de su caballo, vieron sus pupilas nublarse y lamentar sobre la tierra su pérdida, pues no era necesario escuchar lo que estaba sucediendo, sus corazones también habían sufrido una negativa electricidad, entendieron que, el alma de su Rey, ya no estaba en un plano terrenal.

-Chael..- escucharon su poca audible voz, con pena observaron a su reina rota, bajo su propio mar de lágrimas.

No sabían qué hacer, estaban bajo una guerra y tener a su líder en las peores condiciones posibles no debía suceder, pero si se retiraban para dejarla en un lugar seguro, sería igual que regalar la victoria al enemigo.

-Reina, lo sentimos pero debemos seguir con nuestro camino, discúlpenos.- se atrevió a romper el gélido silencio el soldado a cargo después de ella, esperando una aprobación de su parte, sólo recibió un gruñido y un movimiento de cabeza, pero para su estado, fue más que suficiente.- ¡Andando! -gritó estando al mando, reanudando el paso de sus compañeros.

La mujer que miraba hacia la nada, dejó libre a su caballo, con mechones cubriendo su ahora sucio rostro, empezó a golpear el suelo, dañando los tejidos de sus nudillos y uñas, estaba fuera de sí, tan sólo quería buscarlo a él, y vengarlo.

Su mirada brillaba en rojo, ahora llena de ira y odio, quería bañarse en la sangre de los que se atrevieron de tocar a su esposo, hasta saciar su deseo de verlos muertos.

Con dolor poco a poco sus músculos fueron transmutando, hasta volverse en una loba de hebras rubias cual oro, vociferó al aire un rugido estremecedor, estaba segura que la mismísima Luna le había escuchado.

Con prisa fue empezando a correr tras la arboleda, hasta el lugar donde se suponía debía estar el grupo de su Alfa, su aroma estaba cerca, lo sentía, quería negarse que él estuviera muerto, que ya no podría verlo reír a su lado, que su camino haya acabado.

No.

Simplemente no podía.

Unos cuantos minutos y su gigante ira le fueron suficientes para estar entre cuerpos de personas muertas, la sangre era asquerosamente perceptible, logró reconocer a algún soldado del grupo de su esposo, y con un poco más de exploración, lo encontró.

Y en ese instante su corazón, su cuerpo, su mente y su alma, se rompió.

Su amado Alfa, el hombre de su vida, estaba muerto frente suyo, con una espada en su pecho incrustada como símbolo de victoria, le habían ganado a un Rey, a su Rey.

Odió con toda su alma que sea su esposo, y egoístamente deseó que fuera otro quien haya fallecido en su lugar.

-Mi amado... -susurró ya convertida en una humana, con la mirada perdida, quería irse junto a él, permanecer a su lado incluso si lo que los separa es la misma muerte.

Como si una daga dañara su respirar, comenzó a entrecortarse mientras acariciaba su cabeza lentamente, estaba tan frío.

-Mi Alfa... -lamentó una y otra vez su destino, aquel que lo había alejado de su amor.

Quitó aquella maldita espada de su esposo, con dificultad cargó su cuerpo inerte y con él en brazos comenzó a caminar hasta un lugar apropiado.

-Oh, diosa Luna, concedame fuerzas para luchar por mi esposo e hijo, se lo imploro, mi alma está vacía sin él, ¿Porqué? ¿Porqué lo que más amo, mi señora? ¿Porqué el destino nos jugó ésta tortura? Cuando yo lo amo tanto...

Se rindió justo frente a un lago, depositó el cuerpo de su Chael en la tierra y acercó la ajena cabeza en sus piernas.

-Mi dulce, amoroso, amable y perfecto Alfa...

Murmuró con tristeza, iniciando un nuevo llanto como una niña sin vida, gritó, se golpeó y cayó hasta la más profunda y oscura pena.

Entonces en el lago gotas de agua empezaron a levitar, hasta formar la silueta de una dama grisácea, quien se acercó hasta ella, con la cabeza gacha extendió un anillo, su anillo, el que poco antes rebozaba sobre el dedo de su amado.

-No puedo devolvertelo, acepta esto como disculpa por no cuidar su amor, prometo con toda bondad que sus corazones volverán a palpitar al mismo vals, su amor no acabará aquí, puede que no en ésta vida, pero lo hará.

Una voz se asomó hasta ella, en el instante que tomó aquella sortija, la figura desvaneció y sus ojos por fin cesaron de llorar.

Las fuerzas que necesitaba, las tenía, y aunque no fuera por ella, todavía no podía caer, no iba a cometer el mismo error de dejar solo a lo que más ama.

Con el corazón a cuestas, se levantó para dejar a su Alfa sobre un rosal, por él, por su propósito, lucharía.

Y aunque ella quisiera morir, no lo haría, porque es la Reina y tal como su esposo, daría hasta su vida.

-Mi Chael, perdóname y permíteme secar mis lágrimas por ahora para poder pelear por nuestro hijo, mi amor, espero encontrarme pronto contigo. -soltó una última lágrima, dejando un suave beso en sus labios resecos y poniendose el anillo de su esposo sobre su dedo, ella lucharía por ambos.

Fue que empezó a alejarse de él, más y más rápido, prometiendo volver con su propósito en mano.

Nacido Para Un Min |YM|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora