Nacido Para Un Min |YM|

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Después de unirse por completo, fueron vencidos por el sueño.

Abrazados, desnudos y sonrientes, aún en estado onírico, eran vistos por dos pares de ojos, ambas reinas ocultándose tras la puerta, emocionadas de lo que pasó en la habitación.

-Nuestros pequeños Sully... Ya hasta pueden tener hijos.. -habló bajo, para darles una última mirada y dejarlos descansar más.

-Para celebrar, nosotras mismas cocinaremos, de vez en cuando la servidumbre merece un día libre ¿No te apetece?

-Oh, claro que sí, hace un tiempo que no cocino nada.

Estaban entusiasmadas, caminando por los silenciosos pasillos, dejando dormir a sus hijos.

Hablando de ellos, a pesar del cansancio que arremetía contra su cuerpo, uno ya estaba abriendo sus ojos y sonriendole al pelinegro durmiente.

"Se ve tan hermoso durmiendo" pensó, acariciando las mejillas pálidas y labios rosados.

Le dio un abrazo al Alfa, para darle pequeños besitos, sin intención de despertarlo, claro.

-Uhm.. ¿Qué haces bebé? -sonrió con los ojos cerrados y pasó los brazos por la cintura del Omega, quería dormir en la tranquilidad de la mañana, pero ya estaba su príncipe travieso haciendo lo contrario.

-Despierte, Hyung, ya son las nueve de la mañana.

-Jo, quiero dormir más Minnie -se quejó, haciendo un puchero e inflando sus mejillas.

Todo eso era una debilidad para el castaño, su Alfa era demasiado tierno.

-Esta bien, a decir verdad yo también tengo sueño -recostó su cabeza en el pecho desnudo- Duerma bien Hyung.

El más pequeño recibió un beso en la frente, más un "Tu también, bebé" en el oído.

Poco fue el tiempo que necesitaron para volver a estar dormidos.

Tenían un porqué, pues ante la oscuridad de la noche se entregaban al deseo y lujuria. Tantas veces como su cuerpo les permitía.

-¿Deberíamos despertarlos? -susurró, pues no quería ser escuchada.

-Ya son las doce, necesitan comer, además quiero que JiMin pruebe las tortitas que le preparé -ambas se sonrieron, para cerrar la puerta y tocarla con sus nudillos, esperando que les abrieran.

Para pesar de YoonGi, que estaba despierto pero sin querer levantarse, tuvo que moverse con cuidado y ponerse bóxer, pantalón y tapar el desnudo cuerpo de su esposo, porque él era el único que podía y tenía el privilegio de ver la perfección de JiMin.

Sonrió ante sus ideas ridículas, le dio un beso en la frente al menor y abrió la puerta, encontrándose con las reinas, quienes lo miraban con emoción.

-Uh, mi pequeño ya no es pequeño, hasta tiene esposo... -empezó a hablar Sully, dándole un abrazo y beso en la mejilla.

-Mamá, tu sabes que nunca dejaré de ser tu hijo -se sonrojó por tener que decirlo, pero era importante, su madre era muy sensible- A pesar de estar grande, seré el niño mimado y flojo a tus ojos ¿Si?

-¡Si! Ahora ven, con Nora hemos cocinado sus platos favoritos.

-¿Mi hijo está cansado, verdad? Mejor llevale en bandeja querido.

-Verdad, muchas gracias suegra y madre.

-No hay de qué, todo por nuestros niños.

Ya en la cocina, empezaron a comer, mientras hablaban de trivialidades del reino.

-Ya está, esto es para JiMin -sonrió para darle la bandeja, que contenía una montañita de tortitas.

-Nuevamente, estuvo delicioso, gracias -se despidió con una pequeña reverencia y empezó a subir las escaleras con cuidado.

Tocó la madera con su rodilla, puesto que sus manos estaban ocupadas.

Al cabo de unos segundos, fue recibido por un JiMin con el cabello desordenado y solo cubriéndose con una manta fina.

-¿Yoonie? Uh, me asusté cuando no estabas en la cama -lo dejó pasar y cerró la puerta- ¿Es para mí? -señaló la comida.

-Cortesía de tu mamá bebé -reposó la bandeja en la mesita de noche, se sentó en la cama y jaló a su esposo, ahora tenía al de mejillas rechonchas sentado en sus piernas- ¿Te duele alguna parte del cuerpo? -preguntó con la voz ronca, oliendo por sobre la glándula de feromonas.

-Uhm... Nada que no pueda soportar -abrazó el cuello ajeno y dejó que el Alfa descansara en su pecho.

Fueron minutos donde sus feromonas se mezclaban, inundando la habitación y relajando sus músculos.

El menor comió, ambos se ducharon en la amplia tina, tocándose mutuamente y bajaron a la sala, donde sumado a sus progenitoras, estaban sus padres sonrientes y sus fieles amigos.

A veces lo necesario para un pacífico pueblo es un golpe de crueldad.

•••

-¿Ya está todo listo?

-Si mi señor, solo faltaría que ordene la salida.

-Muy bien, empecemos -tomó su espada y la extendió al cielo- ¡Venganza por los 500 años de sufrimiento!