Nacido Para Un Min |YM|

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Parte de su piel desnuda se pinchaba con la dureza de la tierra, dejando marcas rosadas en sus piernas y hombros, su vista aún estaba cerrada, cansada como para obligarse a abrir los ojos y chocar con el demandante sol, sus oídos poco a poco cobraban sentido de su alrededor, estaba muy silencioso y calmado, lo cual agradecería, si no hubiese recordado su situación, donde hace unos instantes estaba en manos del enemigo y ahora un aroma familiar empezaba a dispersarse, llamándolo, pero lo que más lo alteró a recomponerse, eran esas feromonas amargas y rudas que picaban en su naricita, su Alfa estaba rabioso.

Abrió sus ojitos, dejando que su nariz guiara su rostro para encontrar a su esposo, en su mente era suficiente unos milisegundos para imaginar escenarios fatales de los estragos de una lucha, sí, confiaba en su rey y sus capacidades, pero una guerra sorpresa entre siglos de paz sobrepasa a cualquiera, y aunque siempre diga que estará bien y que no se preocupa, lo hace, tanto que su corazón quería salirse de su pecho al no conocer por completo el estado de YoonGi, esa necesidad egoísta de dejar tus deberes para correr y abrazarlo, que no lo lastimen jamás.

Como si tuviese kilos encima de su cuerpo, sus extremidades le advirtieron el cansancio que las consumía, pese a ello, no se detuvo hasta que su cuello hizo un giro discreto para encarar a su esposo, quien tenía el rostro teñido de un rojo furioso, dándole incapié a las emociones que se transmitían en su lazo.

Con una sonrisa ligera, unas cuántas sensaciones amorosas en su unión y el canto de los pájaros encantando los oídos del público, pudo darle a entender que se encontraba salvo.

YoonGi, que estaba a punto de saltar sobre el raptor de su Omega, pudo respirar con tranquilidad unos segundos, era ignorante de esa preciosa fuerza interna pero impropia que lo calentaba en sus más temibles pesadillas. Sin la necesidad de palabras, sólo bastaba una mirada para sentirse lleno y realizado, con la energía suficiente para seguir peleando por lo que ama.

—Veo que el joven rey al mando despertó ¿Durmió bien, majestad?— la misma voz rasposa y sarcástica los arrastró fuera de su ensoñación, ganándose miradas repletas de ira, en especial de cierto Alfa que tenía indicios de una transmutación.— Oh, chucho, yo que tú no haría eso.— con la lentitud que su semblante no transmitía, encaminó su cuerpo hasta donde se encontraba el Omega, sin perder la atención en la cara arrugada de Min, deleitándose de los arrebatos de rabia ajenos, amaba esa mirada de odio e impotencia.

—Si tus asquerosas manos tocan un sólo pelo suyo, ni matandome te librarás de mi.— sentenció, rudo y sin escrupos, inclinando otra vez su cuerpo hacia atrás, comenzando esa típica posición de ataque, que fue imitada por sus pocos camaradas.

—Es una lástima, te oyes tan sincero y él parece un ejemplar magnífico para mi harem.— no detuvo su andar, se estancó sólo cuando un gruñido débil lo recibió, acompañado de feromonas amargas que lo rechazaban, una más intensa que la otra.— Vaya, tu lindo esposo aparte de hermoso, fiel ¿Qué más podrías pedir? Tú, que siempre tuviste un amor abnegado..¿No es verdad, querida? Sé que ya te incorporaste con nosotros, debió ser difícil alejarse de esa gente.

Nuevamente otra silueta empezó a notarse de las sombras, pero ésta fue más delgada y pequeña que las anteriores, y al final del pasaje, un rostro pálido se dislumbró, sorprendiendo al rey que olvidó sus intenciones de matar por un instante.

—¿Yoona?...

—Tal parece que mi sirvienta hizo un excelente trabajo de infiltración, estoy orgulloso.— con una amplia sonrisa abrazó a la joven, acariciando sus cabellos azabaches.— ¿Cómo crees que supe el momento exacto en el que ambos reinos bajaran la guardia? Cabe decir que no hay mejor momento, que los días después de una feliz y prometedora boda. Oh, por cierto, felicidades, este es mi presente para ustedes.— alzó sus brazos, cerrando los ojos y dejándose embriagar por el aroma a sangre que crecía exponencialmente.