c i n c u e n t a y d o s

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Louisa lo miró boquiabierta

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Louisa lo miró boquiabierta. ¿Casarse? Apenas podía pensar, la palabra 'boda' no paraba de repetirse una y otra vez en su cabeza. Por supuesto que ella no quería casarse, no en ese momento al menos, no cuando ni siquiera podía ordenar sus pensamientos o mantenerse estable al menos un día.

—Vamos, Louisa, estaríamos juntos... para toda la eternidad —habló Jasper, acariciándole la mejilla.

Al instante se tensó. La eternidad era mucho tiempo, demasiado. Ni siquiera se sentía segura de pasar esa vida con Jasper, cómo podía pensar en compartir la vida eterna junto a él.

—Piénsalo —susurró Jasper contra su oído, haciendo que un escalofrío la recorriera—. Podemos irnos, a donde tú quieras, dejar Forks de una vez por todas.

La chica pasó saliva. ¿Dejar Forks? Siempre había querido hacerlo, salir de ahí y alejarse para no volver, ¿qué sucedía entonces? ¿Por qué no quería irse? ¿Qué la detenía?

La cabeza le daba vueltas, una sola palabra podía cambiarlo todo, para siempre. Pensar en casarse sólo hacía que se le revolviera el estómago, no podía imaginarse usando un vestido blanco, mucho menos el velo y llegando al altar frente a Jasper.

—No... No lo sé, Jasper —dijo finalmente, evitando mirar al rubio, sabiendo lo decepcionado que lucía.

—¿Qué no sabes? No tenemos que casarnos este fin de semana, Louisa.

La chica suspiró.

—Sé que no, pero tendríamos que hacerlo alguno de estos.

—¿Qué sentido tendría esperar?

Louisa lo miró mal.

—Que viviría —masculló.

—Y conmigo también lo harías —hizo una pausa—. De otra forma. Podríamos viajar, conocer el mundo. Eso es vivir.

Louisa asintió, dudosa. Jasper tenía algo de razón, ¿que no todas las personas que vivían al máximo eran las que viajaban? ¿Las que recorrían el mundo? Pero no todas lo hacían siendo un vampiro, ni de la mano de su esposo, no teniendo dieciocho años al menos.

—Serías joven por siempre —dijo Jasper con media sonrisa—. No enfermarías nunca, serías más fuerte y rápida que cualquiera.

La castaña intentó asentir pero nada de eso llamaba su atención, sí, sabía que quizá cuando fuera mayor, mucho mayor, desearía volver a ser joven pero eso no significaba que sería feliz siéndolo. Tampoco le importaba la destreza física, nunca podría utilizarla, ¿qué esperaba Jasper? ¿Que apareciera en algún partido de fútbol y corriera a velocidad sobrenatural?

—Tendrías una familia —habló Jasper acariciándole el rostro.

—Ya tengo una familia —respondió tajante—. Y no tuve que casarme con nadie para conseguirla.

Alejó la mano de Jasper y salió de la habitación, el rubio no entendía nada, era un comentario inapropiado tras otro. Sabía que no los decía buscando lastimarla pero necesitaba pensar las cosas mucho más, parecía que con todos sus comentarios insinuaba algo y eso le molestaba. Por supuesto que tenía familia.

Se sentó en los escalones de afuera, esperando que el vampiro no fuera a buscarla. Llamó a Marianne y su tía prometió estar ahí lo más rápido posible al escuchar el tono de voz de Louisa.

Estaba mareada, a tal punto de querer vomitar. Había estado tan equivocada, no importaba cuánto pensara sus decisiones, siempre acababa sintiéndolas precipitadas o arrepintiéndose de ellas. Nunca antes se había sentido tan perdida, con tantas ganas de desaparecer y la impotencia inundándole el cuerpo.

Marianne apareció al cabo de un rato de martillarse la cabeza con sus ideas, se subió al carro sin mirar atrás y suspiró, dejando que las lágrimas inundaran sus ojos. La mujer no dijo nada, simplemente le dio la mano y Louisa agradeció el silencio.

Llegaron a la casa y la castaña casi corrió a encerrarse a su habitación, permitiéndose llorar y sacar todo lo que no había podido. Todo ese enojo, esa tristeza, ni siquiera era contra Jasper o Paul, era ella, ella era el problema, era quien hacía las cosas mal, quien tomaba pésimas decisiones, quien jugaba con dos personas que la amaban, quien no paraba de sentirse culpable.

Deseaba regresar el tiempo, hacer las cosas bien, cambiarlo todo. Y aún así, estaba segura de que continuaría cometiendo un error tras otro.

Sabía que de nada servía culparse, de nada servía sentirse mal pero qué podía hacer, no podía pensar en otra cosa.

Acabó por quedarse dormida, tenía el rostro hinchado y rojo por tanto llorar, además de que la almohada estaba empapada. Nada de eso le impidió conciliar el sueño, estaba tan cansada que no soñó nada, su mente no estaba en paz pero el agotamiento le impedía pensar.

Despertó cuando escuchó a Marianne tocarle la puerta y después la sintió sentándose junto a ella y acariciándole el cabello.

—Preparé la cena, ¿quieres bajar?

Louisa asintió, tallándose el rostro con ambas manos y siguiendo a su tía escaleras abajo.

—Esto no es preparar la cena —se burló Louisa al ver la caja de pizza frente a ella.

Marianne rió.

—Por supuesto que lo es, malagradecida.

Louisa soltó una carcajada y se sentó frente a su tía, quien la miró expectante, esperando a que la chica comenzara a hablar.

­—Jasper me pidió matrimonio —dijo, evitando mirar a la mujer.

Marianne asintió, como si supiera que eso iba a ocurrir, sin embargo se le notaba preocupada, había tensado la mandíbula y se apretó las manos.

—¿Qué le dijiste?

—Que no lo sabía.

La mujer suspiró.

—¿Y no lo sabes?

Louisa se encogió de hombros, sin saber qué decir. Suponía que lo sabía, más bien, estaba segura de que lo sabía, las cosas siempre se saben aunque uno no quiera darse cuenta. El sentimiento está ahí, la respuesta también lo está, la decisión...

—Sí, creo que sí lo sé. —Tomó aire— Sí lo sé —afirmó.

Marianne la miró entre triste y esperanzada, sabía la respuesta que esperaba su tía y, hasta cierto punto, ella también la esperaba.

—No voy a casarme con Jasper.




Perdón, perdón. Tarde pero seguro, tengo la cabeza en otro lado.

Dos capítulos más, ténganme paciencia. Gracias por sus votos y comentarios<33

brown eyes || jasper h. & paul l.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora