e p í l o g o

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Louisa miró por la ventana y sonrió al ver a sus nietos corriendo en el jardín, el sol iluminaba los rostros de los niños y lo único que podía sentir en ese momento era paz, habían dejado de dolerle las rodillas, de molestarle la espalda, de respi...

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Louisa miró por la ventana y sonrió al ver a sus nietos corriendo en el jardín, el sol iluminaba los rostros de los niños y lo único que podía sentir en ese momento era paz, habían dejado de dolerle las rodillas, de molestarle la espalda, de respirar con dificultad. El verlos felices la hacía feliz y entendió que los amaba, que ni toda la eternidad hubiera servido para reemplazar lo que sentía en ese momento.

Respiró con fuerza antes de sentarse en el sillón y sintió cómo su cuerpo se quejaba con cada movimiento que daba.

Una ráfaga de aire la golpeó en el rostro y sonrió.

—Jasper.

El rubio apareció frente a ella, tal cual lo recordaba. Seguía siendo igual, como el primer día del instituto, llevaba el cabello algo más corto y sus ojos eran dorados en ese momento.

—¿Cómo estás? —preguntó el vampiro sentándose frente a ella.

Louisa rió sin ganas.

—Vieja.

Jasper sonrió.

—Aún puedo ayudarte, Louisa, podría...

La anciana movió la mano para interrumpirlo.

—Sé que podrías, Jasper. Pero imagina un vampiro anciano —sonrió—, romperíamos el mito del sex appeal —rió—. Ya soy demasiado vieja para eso... no puedo imaginarme levantándome de esta silla sin sentir que se me va la vida.

Jasper la miró triste, Louisa sabía lo mucho que le dolía verla así, anciana, enferma, cada vez más cerca de lo que parecía ser el final. No le gustaba que el vampiro se sintiera así, no por algo que no podía cambiar. Ya era vieja y Jasper lo sabía, ¿cuánto tiempo faltaba? Eso sí no lo sabía, pero estaba segura de que no serían años.

El rubio la había visitado cada año, siempre el mismo día, siempre el veintitrés de junio. Louisa no sabía por qué ese día, pudo haber escogido alguna fecha especial, su cumpleaños, Navidad, Año Nuevo... En lugar de eso había elegido el veintitrés de junio. Se lo había preguntado cientos de veces desde el momento que se había dado cuenta de la coincidencia pero Jasper nunca había querido explicárselo, siempre sonreía y le decía que quizá en otro momento.

—¿Sabes que no me importa tu edad? —preguntó Jasper, dejando ver la desesperación.

—Por supuesto que lo sé, sigues siendo más grande que yo —rió y el rubio sonrió a medias.

Louisa suspiró, sintiendo cómo le dolía el pecho.

—Sé que no pararás de intentar convencerme, Jasper, pero no tiene caso. Soy feliz así... Mi familia, no los cambiaría por nada. Piénsalo un momento, ¿qué harías conmigo? Ni siquiera podríamos ir a ninguna parte sin que pensaran que soy tu abuela.

—No me importa lo que piensen, Louisa. No me pidas esto, no me pidas verte morir otra vez.

Jasper la miró y sus ojos la leyeron completa, el vampiro sabía que ella no cambiaría de opinión, no había cambiado de opinión al ver la primera cana, no había cambiado de opinión al romperse la cadera, tampoco lo había hecho al perder a Paul... Paul, no había pasado un solo día en el que no lo extrañara, en el que no deseara ver su radiante sonrisa o sus constantes burlas. Habían pasado dos años y no estaba cerca de reponerse... Sólo esperaba estar cerca de encontrarse con él.

—No puedo pedírtelo, Jasper, ya lo sé —sonrió sin ganas—. Pero lo sabemos, tanto tú como yo, no habrá un próximo veintitrés de junio.

Vio al vampiro apretar los dientes, por un momento pensó que Jasper se alejaría y saldría de ahí, pero se mantuvo justo donde estaba.

—Sé que tú esperas... —dejó la frase en el aire—. Quieres volver a encontrarte con él.

Louisa asintió.

—Eso no existe, Louisa, no hay una vida después de esta, no hay nada... No volverás a verlo, ni a escucharlo, ni a sentirlo. Estoy yo... Aquí, ahora, podemos cambiarlo todo.

La anciana sonrió.

—Me gusta creer que existe... Ya habría muerto de desesperanza hace mucho si no lo creyera.

Jasper bajó la vista y se puso de pie, era la despedida. El rubio no la abrazaría ni la miraría otra vez, nunca lo hacía.

—Algo más, Jasper —dijo Louisa, poniéndose de pie y agarrándose del sofá para lograrlo—. ¿Por qué el veintitrés?

—Porque fue el día que te conocí.

brown eyes || jasper h. & paul l.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora