t r e i n t a

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Paul se encargó de regresarla a casa

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Paul se encargó de regresarla a casa. Louisa se mantuvo en silencio durante todo el camino, recordando las miradas de sus padres, cómo su madre le había dicho que la amaba antes de dar su vida por ella. Los gritos de su padre mientras le suplicaba que huyera. Todo estaba ahí, todo había vuelto.

No sabía cómo pero Billy había logrado despertar su memoria, recordaba cada pequeño detalle, era el recuerdo más vívido que tenía.

En cuanto llegaron a su casa, Paul le abrió la puerta del auto y la ayudó a bajar. Louisa sentía el cuerpo débil, cómo éste amenazaba con desplomarse con cada paso que daba.

—Paul —dijo Louisa antes de que el chico tocara la puerta para llamar a Marianne.

El moreno la miró con dolor en los ojos.

—Lo... lo recordé todo, yo vi morir a mis padres, vi cómo los mataban frente a mis ojos y no hice nada... ¡no hice nada! —chilló y se soltó a llorar.

Paul la abrazó mientras Louisa le golpeaba el pecho sin fuerza como si intentara desquitarse. El chico la apretó contra sí, intentando protegerla.

No tardó en aparecer Marianne en el umbral de la puerta, mirándolos con el ceño fruncido.

—Lo recordó —dijo Paul y la mujer asintió, dejándolos pasar.

Marianne le indicó dónde estaba el cuarto de Louisa y Paul la llevó en brazos. El chico sonrió al ver el cuarto de Louisa, repleto de libros en su escritorio, cama, librero, incluso en el suelo había libros; pero fuera de eso, todo estaba en perfecto orden, parecía que la chica pasaba horas ordenando su habitación y, conociéndola, estaba seguro de que así era.

Paul la recostó en su cama, pero Louisa no lo soltó.

—No —dijo tomándolo con fuerza del cuello.

El chico cedió y se tumbó junto a ella sin dejar de abrazarla.

—¿Sabes, Evans? Siempre que imaginé estar en tu cama era una escena completamente diferente.

Louisa rió levemente mirando a Paul, Paul el chico que la había cuidado, que la había levantado, que la había hecho reír, que la había enseñado a vivir de verdad.

—Nunca cambiarás —murmuró la chica y el lobo sonrió.

—¿Por qué habría de hacerlo?

La chica sonrió, Paul tenía razón, no tenía por qué cambiar, nada tenía por qué cambiar.

—¿Quieres hablar sobre eso? —preguntó Paul al cabo de un rato pero Louisa se mantuvo callada—. Escucha, Evans, sé que te sientes culpable y quieres mantener tu distancia y lo entiendo, te conozco y probablemente estás buscando la manera de no lastimarme. Sólo puedo decirte que me lastimas más alejándome de tu vida, prefiero verte con alguien más a no verte.

Louisa lo miró con lágrimas en los ojos, ¿cómo podía merecer a alguien como Paul? No tenía la respuesta a eso, como tampoco tenía la respuesta a nada.

Abrazó a Paul, rodeándolo por el cuello y escondiendo el rostro en su cuello, él la protegería, de eso estaba segura.

En cuanto se alejaron, el chico sonrió.

—Embry y Jared te extrañan bastante —reconoció Paul—. Ya te veían como una hermana.

Louisa sonrió.

—Son tan fastidiosos como sólo lo serían dos hermanos menores.

Paul asintió con una sonrisa.

Marianne apareció en la habitación, no dijo nada al ver a Paul recostado sobre la cama de Louisa, simplemente se sentó frente a ambos.

—¿Cómo te sientes? —preguntó la mujer acariciándole el cabello.

Louisa sonrió a medias.

—Mejor —suspiró—. Fue horrible, lo recordé todo, sentí cómo si me arrancaran una parte de mí.

Su tía asintió.

—Siento no habértelo dicho, Louisa, no quería verte sufrir... fue por eso que estaba tan distante contigo, necesitaba alejarte lo más posible para que un día salieras de aquí. Quería que lo dejaras todo atrás.

Louisa abrazó a su tía.

—Yo pensé que me odiabas.

Marianne sonrió.

—Cómo podría odiarte —miró a Paul, quien le dirigió una nerviosa sonrisa—. Descansa, corazón, te dejo en buenas manos.

Louisa miró a su tía incrédula, la mujer simplemente le guiñó el ojo antes de salir de la habitación.

—Nunca creí que Marianne sería capaz de dejarme con un hombre en mi habitación —dijo al chica asombrada, Paul simplemente sonrió.

—Básicamente me concedió permiso para darle sobrinos.

La chica sonrió y golpeó a Paul en el hombro. Lo había extrañado a él y a su odioso sentido del humor.

—No vas a darle nada, Paul.

—Por supuesto que no, Evans, ¿qué clase de persona sería si le doy a la tía de la chica que me gusta?

Louisa rodó los ojos y lo volvió a golpear.

—Debes dejar de golpearme, un día acabarás por hacerme daño.

—Te dejaré de golpear el día que dejes de decir tonterías.

Paul rió.

—Yo nunca digo tonterías, todo es muy en serio.

—¡Eso es aún peor! —se quejó Louisa.

—Con nada estás conforme.

Louisa sonrió recostándose junto a él, la chica miraba al techo y Paul la miraba a ella. Louisa evitó mirarlo, no estaba lista para hacerlo, sabía que en cuanto mirara a Paul lo sabría, sabría a quién pertenecía su corazón y eso la aterraba.

—Paul —murmuró Louisa y el chico la miró—. ¿Por qué no me dijiste sobre tu imprimación?

Sintió al chico encogerse de hombros.

—Sé que Jacob te explicó en qué consiste, básicamente hace que no pueda alejarme de ti —Louisa asintió—. No te lo dije no porque no quisiera que lo supieras, Evans, tarde o temprano acabarías por enterarte. —Suspiró— Sólo no quería que pensaras que estoy contigo por eso, no quería que creyeras que la razón por la que no paro de pensarte es por algún tipo de vínculo.

Louisa sonrió levemente, acariciando el brazo de Paul.

—¿Cómo ocurrió?

—No fue en el primer instante que te vi, ni siquiera la segunda vez. Fue cuando fuimos al cine mientras cantabas en el auto, te vi y simplemente sucedió. Tú también lo sentiste.

La chica asintió.

—Fue ahí cuando me di cuenta.

—¿De qué?

—Que jamás voy a alejarme de ti, Evans. Y no porque me haya imprimado, no tiene nada que ver con eso, es porque no puedo imaginarme una vida donde no estés.

brown eyes || jasper h. & paul l.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora