—Te ha crecido mucho el cabello, se te ve muy lindo —dijo Jean sirviendo tal vez demasiada bebida en el vaso que Mikasa ofrecía. Escuchó un tono familiar en la voz del joven, pero no supo identificar qué era exactamente.
El licor que le sirvieron a Mikasa apenas después de su segundo vaso de su propia bebida fermentada era un poco más fuerte que el que habían tomado años atrás en Marley. Tenía un gusto dulce y quizá el sorbo fue demasiado grande, pues reconoció la sensación familiar de calor en la parte alta del pecho extendiéndose hacia el cuello y la cara.
—¿Eh? ¡Connie, ya te terminaste tu bebida! —Gritó Jean de repente.
—¡Pues es mi bebida! Tengo derecho a tomarla cuando quiera.
—Es la última botella que nos queda, idiota, por lo menos disfrútala.
Mikasa se puso de pie para alejarse del par de soquetes y se sentó en el rincón en donde Historia, Armin, Pieck y Annie conversaban.
—¿No vas a beber Pieck? —Preguntó Historia sonriendo.
—La bebida de Mikasa está deliciosa, majestad —dijo alzando su vaso y tomando un sorbo. Estaba fermentada, así que tenía alcohol, pero no tanto como el licor que habían traído ellos—. Además, no me gustaría que la conciencia me falle.
Pieck no se dirigió a nadie en particular, pero Armin se ruborizó y dio un trago más largo de lo usual a su bebida. Annie volteó los ojos y le dio un codazo disimuladamente.
Mikasa vio hacia atrás para ver a Jean levantando la botella gritándole a Connie que tenía que refinar sus gustos y Connie gritándole que no quería más de eso, que le dejara libre el camino para tomar infusión fermentada. Reiner estaba a pocos metros, como lo recordaba de sus tiempos de cadete, verificando que no se golpearan y al mismo tiempo mirando en su dirección. Cuando la mirada del hombre se encontró con la de ella se acercó a su grupo con su vaso de licor entre las manos.
—¿Hacen eso muy seguido? —Historia se dirigió a Reiner y dio un sorbo a su vaso. El rubor comenzó a los lados de su cara pero lo controló cuando la reina lo miró de nuevo—. Imagino que mis escoltas están enterándose de todo allá afuera.
—Solo cuando beben —resopló—. Me quitan la diversión a mí, pero no creo que aquel idiota con todo lo que grita esté disfrutando el trago tanto como yo. Y además así nadie vuelve a salir lastimado.
Armin se aclaró la garganta y se estiró, acercando despistadamente su mano a la de Annie. Los dos ebrios seguían peleando: uno porque el otro ya no tendría derecho a beber licor caro y el otro repitiendo a gritos que no quería licor caro y que lo dejaran tomar licor artesanal.
La noche transcurrió de esa manera, tranquilizándose los gritos cuando se terminó la botella de licor de arroz y Pieck y Jean entonaron juntos algunas canciones populares entre los eldianos de Marley, uniéndoseles de vez en cuando Connie y Reiner. Tiempo después comenzaron conversaciones tontas sobre dónde dormiría quién y hábitos de cada quién que habían vuelto locos a los demás en los viajes de embajadores.
La pequeña celebración terminó cuando se echaron a dormir en las mantas arrugadas, con el bastante ebrio Jean y la un poco mareada Pieck insistiendo que no dormirían juntos y no dirían el porqué, pues ya no hablaban de ese tema. Las mujeres terminaron durmiendo de un lado de la habitación y los hombres en la esquina opuesta.
Antes de dormir Mikasa alzó una plegaria silenciosa: no despertar gritando o llorando por lo menos esa primera noche. ¿A quién le rezaba? Era difícil de saber. No era a los muros ni a Ymir, no era a un ser superior, probablemente se hablara a sí misma, rogándole a su propia mente no traicionarla esa noche.
Su deseo se cumplió, parcialmente al menos, pues fue el llanto de alguien más lo que la despertó. Se escuchaba a la mitad de la distancia entre el campamento de las chicas y de los chicos. Miró a su alrededor tratando de no moverse y no vio a Annie en donde se había ido a dormir, estaba a punto de levantarse cuando su mirada se topó con la de Pieck, quien le acomodó a Mikasa un mechón de cabello detrás de la oreja en silencio y se llevó un dedo a los labios, pidiéndole no hacer ruido. Mikasa comprendió y se quedó callada y acostada, intentando dormir de nuevo y pensando quiénes más estarían despiertos escuchando el llanto ahogado de uno de sus compañeros.
¿Sería Annie? ¿O a caso ella se levantó a consolar a alguno de los varones? El llanto paró antes de que pudiera volverse a quedar dormida. No estaba sola, pero no le consolaba demasiado saber que sus amigos, su familia, sufrían también de esas heridas que simplemente se negaban a sanar.
A la mañana siguiente Mikasa despertó, como era su costumbre desde que atendía la granja, con el primer rayo del sol. Pisó con cuidado entre sus amigas para no despertarlas. Annie estaba de vuelta en su sitio, profundamente dormida. Cruzó miradas con Connie y ambos se sonrieron, pero él se quedó ahí acostado. Era de suponerse, seguramente ellos despertaban al menos dos horas después de lo que lo hacía ella usualmente, y si el dormirse tarde y beber tanto lo había dejado la mitad de fatigado que a ella era de suponerse que se durmiera de nuevo.
Al salir y toparse con los guardias de la reina les preguntó si les gustaría desayunar, pero todos rechazaron la oferta. La joven procedió a atender a sus plantas y alimentar a las gallinas y los conejos. No tenía animales más grandes porque en una ocasión desaparecieron tres cabras de una granja cercana y no se quería arriesgar a eso.
Sacó agua del pozo y fue al pequeño bosque detrás de la colina a asearse. Normalmente lo hacía detrás de su choza, pero estaba rodeada de guardias. Aún así, uno de ellos la siguió a una distancia respetuosa y quedó de espaldas cuando Mikasa se escondió detrás de un árbol para poderse desvestir.
Una vez limpia se vistió de nuevo y se dirigió a la casa de la señora Luder.
—Mikasa, cariño, ¡qué felicidad que te vayas de viaje! —exclamó la mujer, probablemente tendría la edad de Azumabito, pero, al ser una granjera, no tenía acceso a los maquillajes y vestidos caros que tenía la embajadora—. Ayer por la tarde tu tía vino a explicarme todo.
Mikasa sonrió y entró siguiendo a la mujer. Conversaron un rato sobre las actividades que debería realizar en la ausencia de la joven. Se despidieron pronto, pues Mikasa le dijo a Christina Luder que iría a prepararse para el viaje, pues partiría en tres horas.
—Oficial Ackerman. —A Mikasa le dio un escalofrío cuando el soldado la llamó así. Era la misma persona que había hecho guardia mientras se lavaba en el bosque, una mujer bajita probablemente alrededor de su edad que se acercó a ella con el saludo militar.
—Por favor no —susurró. La soldado vaciló—. No estoy de humor para volver a esto. Estoy retirada desde hace años, ¿crees que puedas tratarme como acompañante de la reina y de los embajadores?
—S-sí, oficial... señorita Mikasa, yo...
Mikasa no la dejó continuar, caminó por delante a zancadas largas obligando a la mujer a trotar tras de ella. Subió a la colina, dejando a la soldado detrás. Historia les había prohibido expresamente a los suyos subir para que no descubrieran la tumba, la mayoría de los militares eran yeageristas y todos estaban al tanto de lo que pasaría si descubrieran en dónde estaba enterrado su líder.
—¿Sabes? Solo quería estar contigo, Eren —dijo cuando se sentó junto a la pequeña lápida—. Voy a hacer esto porque hemos dejado todo en sus manos y parece que les vendrá bien mi apoyo. Pero solo quisiera vivir en paz y contigo.
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Hola, quiero agradecer mucho a las personas que siguen mi historia.
Estoy considerando actualizar otro día entre semana porque se me están acumulando los capítulos terminados, pero quisiera consultar con ustedes aquí si prefieren que siga actualizando cada domigeki solamente o subimos a dos actualizaciones por semana.
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La paz en Eldia (Fanfic de Attack On Titan)
FanfictionLos embajadores por la paz de las naciones aliadas llegan a la isla de Paradis para ejecutar el plan diseñado por la reina Historia y los embajadores Arlert y Azumabito con el fin de evitar los conflictos entre los eldianos y el resto del mundo. Por...