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Mikasa despertó ante el grito de Jean, como seguro lo habían hecho los otros, al menos por un tiempo. Había aprendido que no era poco usual entre ellos, según Pieck solo medio despertaban unos segundos y si la señal de alarma no continuaba volvían a dormir rápidamente. Todos menos Mikasa, que no estaba acostumbrada a gritos como esos.

Que la gente despertara y llorara no era tan extraño, lo había vivido en su dormitorio por años, incluso ella lo hacía más o menos seguido desde niña, pero no estaba acostumbrada a escuchar gente gritar de esa forma.

Escuchó cuando Jean dijo que su hija tenía fiebre y también cuando alguien más se levantó y juntos salieron de la habitación. Esperó quieta en su cama unos minutos, pero el sueño no venía de vuelta, así que decidió salir a investigar. Afuera había un alboroto.

—¡No se enfría! —Escuchó que gemía Jean cuando estuvo suficientemente cerca de ellos.

Tenían a la niña sumergida hasta el cuello en un balde de agua y Armin corría de un lado para el otro con más recipientes con agua.

Uno de los dos guardias que observaban a los chicos corrió de vuelta a su dormitorio y volvió.

—¿Necesitan algo?

—Sí, creo que... ¡Mierda!

Irina vomitó en su balde y cuando Jean se dio cuenta la jaló violentamente lejos de la suciedad. La pobre chiquilla comenzó a lloriquear con dificultad. En ese momento no mostraba nada de lo que antes Armin había llamado los buenos pulmones de Jean.

—Necesita ir al médico —sentenció Mikasa, insegura.

Vaciló, pues últimamente sus instintos le fallaban, quizá no era la mejor opción. Había cometido más errores en los últimos tres años que en los diez anteriores, quizá no sabía de lo que hablaba... Ninguno de los hombres cambió nada. Armin seguía trayendo agua del río y Jean seguía sumergiendo a la pequeña en el líquido. No se equivocaba, ese presentimiento era suyo y de nadie más.

—Necesitamos llevarla al médico, si no se va a morir —la voz ahora le salió más clara y fuerte, con más pasión del que tenían usualmente sus órdenes. No, tenía de dejar fuera los sentimientos. Los chicos pararon en seco y la miraron, como esperando que les dijera qué hacer, nada propio de un par de comandantes—. Jean, prepara un morral con leche y cambios para Irina. Armin, vamos por un caballo.

Jean tardó un par de segundos en reaccionar, pero volvió adentro corriendo con la niña en brazos.

—¿Puedes conseguir que te presten el caballo?

—Probablemente sí —aseguró Armin.

Pero resultó presentar más obstáculos de los planeados. Los soldados no apreciaban a los embajadores. Una de los dos haciendo guardia esta noche era la capitana del escuadrón de guardaespaldas, que desde lejos se notaba que detestaba a Armin (Mikasa recordó en ese momento cuando Annie se ofreció a darle una lección de modales si seguía con esa actitud) y un hombre al que le caía mal no solo Armin, sino el resto de los chicos también. Ella era la única a la que trataban sin desdén siempre que no estuviera con ellos.

Hiromu, el guardia de Mikasa había salido hacía no mucho y observaba todo desde una distancia prudente.

—No será posible, comandante. —La mujer, Gina, escupió la última palabra como si fuera una majadería—. Sabe que no podemos dejarlos salir por ningún motivo.

—Pero es una emergencia, si no la atienden pronto-

—No se nos permite dejarlos salir es por su seguridad.

La paz en Eldia (Fanfic de Attack On Titan)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora