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El viento del mar estaba helado en esa época del año, y le congelaba la punta de la nariz y los párpados. El pelo lo tenía más alborotado que de costumbre y sentía que si comenzaba a moquear le quedaría el rostro lleno de témpanos de hielo.

Se ajustó la bufanda con la mano buena cuando vio a Setsuko acercándose por el muelle. El brazo roto de Pieck se sentía mucho mejor, casi sin dolor y oculto bajo su capa. Se tamborileó las costillas con los dedos preguntándose cómo se le entrega un hermano muerto a una amiga, con el brazo roto como única herida.

Nunca la había puesto tan nerviosa una monja, con sus hábitos blancos y azules de luto ondeando a su alrededor. No debía sentirse insegura, era imposible que los soldados del ejército hizuruano que escoltaban a Setsuko la atacaran en ese momento y ella tenía protección: dos guardias de la reina de Eldia y a Hiromu Kamiya, descansando plácidamente en la caja de madera en la que lo metieron antier. Ya la había salvado, lo menos que Pieck podía hacer era escoltarlo fuera del país que le dio la muerte.

—Embajadora Finger —la saludó la monja con una reverencia cuando estuvo frente a ella. El murmullo de los hábitos se mezcló con el de las olas del mar—. Gracias por recibirnos.

—Hay comida caliente en el cuartel y un sitio para que descansen el tiempo que necesiten antes de volver a zarpar. Bienvenida a Eldia, hermana Kamiya.

Setsuko asintió y avanzó dejando atrás a Pieck. Se detuvo frente al ataúd de su hermano y también lo saludó con una reverencia.

De no ser por el frío trato entre la gente dentro del cuartel militar, este sería bastante cálido. Estaba segura de que no era la única en pensar en el hecho de que Eren Jaeger había construido este cuartel junto con Armin, Jean y Mikasa. Que en ese tiempo ya había decidido que ella y las personas hizuruanas presentes debían morir. Pensó que tal vez incluso los guardias reales habían tenido decidido su destino, pues uno de ellos tenía el tono de piel más cercano a los eldianos morenos del norte de Marley que al melocotón pálido que era casi universal entre los eldianos de la isla. Entre los demonios, le dijo la vocecilla de su vida antes de pisar esta isla.

Lady Kiyomi tomaba el té con el ceño fruncido en una mesa apartada del centro con un par de hizuruanos y Pieck se atrevió a considerar si el mal humor se debería solo a Hiromu o si la repentina desaparición de Jean y Mikasa todo el día y la noche anteriores tendrían qué ver. Al menos ellos la estarían pasando bien, ojalá. Mikasa desapareció antes de que Kiyomi le comunicara que había que venir a entregar a Hiromu. Pieck sabía que Armin la enviaría a ella sí o sí debido a la amistad que había tenido con Setsuko, pero hubiera sido agradable tener a alguien con quien hablar. O alguien a quien hablarle.

Decidió salir a tomar un poco de aire fresco. En el peor de los casos contraería un catarro y podría solicitar permiso para retirarse pronto. Tal vez sería el mejor de los casos.

El aire helado del mar se sentía como navajas acariciándole las mejillas. Lo agradeció, pues la ayudó a despertar y soltar el entumecimiento de cuerpo y alma que había sentido allá adentro. Se soltó el cabello y lo dejó ondear a su alrededor, sin considerar cómo haría para volverlo a atar con el brazo lastimado.

Iba a caminar de nuevo cuando notó la silueta de Setsuko Kamiya, de cara al mar y con sus hábitos sacudiéndose ante el viento.

—¿Sets-?

—Hace casi cuatro años, cuando lo perdimos todo, todavía me quedaba mi hermano —dijo la mujer con voz fría. Llevaba el velo con la que se cubría la cabeza alrededor del cuello y su cabello era apenas lo suficientemente largo como para revolotear con la misma violencia que su ropa. Se parecía a Hiromu, pero no era tan guapa como él. Tenía una belleza más inocente, con sus mejillas regordetas, había algo juvenil en ella de lo que su hermano había carecido, aún siendo años más joven—. Nunca pensé que fuera a dar la vida por los guerreros de Marley.

La paz en Eldia (Fanfic de Attack On Titan)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora