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Tenían una eternidad en el carro y aún no los dejaban bajar. Sus propios guardias estaban discutiendo con los de su madre y de los padres de Jean. Sibylle, la mujer que estuvo con ellos en el bosque de titanes del sur hacía un par de días estaba ahí, parloteando desde la ventanilla del carro. Le había dicho a Connie varias veces que era por seguridad para todos los embajadores y para las familias.

Trataba de concentrarse en lo que ella decía, de verdad que sí, mirar esos ojos redondos. Tenían un color peculiar. Eran verdes pero con tonos café y dorado. Y por mucho que quisiera admirar la belleza de la joven oficial necesitaba bajar ya y abrazar a su madre.

Habían pasado tantos kilómetros, tantas ciudades, pueblos y poblados. Más de dos horas y media en la carretera antes habían salido de Kraepelin, la ciudad amurallada del norte de la muralla Rose y ahora se hallaban a las afueras de otro bosque de titanes que parecía la mitad de la nada.

—... fue relativamente fácil para mí porque ya tenía conocimientos básicos porque fui oculta a una escuela marliense, pero es increíble ver cómo lograron esta tecnología teniendo tantos años de atraso —siguió hablando la mujer.

Connie solo atinó a asentir antes de que Reiner tomara la palabra y le hablara de algo que o nunca había escuchado o no le interesaba por el momento.

—Oye, Sibylle, ¿falta mucho para que nos dejen salir? —terminó por decir Connie, impaciente.

—Oh, bueno, no estoy segura —la muchacha giró para ver sobre su hombro y Connie miró también en esa dirección, llegaba un soldado a hablar con uno de los guardias que no se habían separado de ellos desde que pisaron tierra—. Puede que ya sea pronto, no se impaciente.

—No entiendo por qué tanto revuelo, hemos sobrevivido a los mayores conflictos que ha enfrentado el mundo en los últimos diez años.

—Lo sé, he leído y recolectado historias sobre todo lo que hizo la legión de exploración, y las batallas con los guerreros, oficial Springer. —Sibylle hizo un gesto hacia Reiner y Annie, el hombre ruborizándose. Connie alzó una ceja en dirección a la primera mujer, quien soltó una bocanada de aire antes de corregirse—: Disculpa, Connie. Pero todos ustedes son algo así como las personas menos populares aquí, igual que sus familias, ¿no prefieres estar seguro de que tu madre no corre ningún peligro antes de reunirse?

Ahora fue el turno de suspirar de Connie. Agradecía que la mujer no se impacientara, pues esta era la tercera vez que preguntaba lo mismo. Le agradaba que le dijera las cosas con voz calmada y dulce, pero a pesar de que fuera una chica tan linda el que estaba perdiendo la paciencia era él.

La mujer siguió hablando, esta vez sobre que tendrían que llegar a pie a un claro en el bosque, en donde estaría la vivienda de las familias. Estuvo a punto de volver a preguntar, esta vez de forma menos amable que antes cuando Sibylle, como un ángel anunciando un milagro, dijo las palabras que tanto ansiaba escuchar:

—Parece que ya está, ¡pueden bajar!

Connie abrió la puerta del carro con cuidado. Consideró patearla y saltar, pero al último momento consideró desconsiderada la posibilidad de golpear a aquella mujer a la que estaba tan dispuesto a gritar pero que ahora sentía deberle la vida. De un salto puso ambos pies en la tierra y volteó para apresurar a Reiner y Annie:

—Vamos, no tengo su tiempo.

Annie puso los ojos en blanco y comenzó a deslizarse hacia la salida, igual que Reiner. Connie miró hacia el otro carro, del que apenas salía Mikasa, con la niña de Jean en brazos. Hizo una nota mental para hacerle el comentario a su amigo sobre que Mikasa se veía bien así. Ya no le preocupaba tanto que quisiera intentar algo con ella, no con la responsabilidad de la cría sobre sus hombros. Se preguntaba cuándo iba Jean a volver a ser él mismo, pues se le veía abatido desde hacía dos días, seguramente cuando recibió la noticia, ¿siquiera se podía volver a ser uno mismo después de un hijo?

La paz en Eldia (Fanfic de Attack On Titan)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora