Armin alzó la cabeza de la carta que estaba escribiendo cuando escuchó la puerta abrirse y cerrarse. Se retiró los lentes y observó a la mujer que acababa de entrar.
—Tenía tiempo sin extrañar mi muleta. Me duele el cuerpo peor que cuando me ha dado fiebre, ¿no tienes una silla aquí?
—Me temo que no. ¿Cómo la notaste, Pieck?
—Callada, fría y muy fuerte —dijo la mujer—, aunque menos fría y fuerte que la última vez que la vi.
Armin sonrió y bajó la mirada para leer rápidamente las últimas palabras escritas en el papel. Alumbrada solamente a la luz de las velas, la oscura oficina que le habían prestado ni siquiera tenía electricidad. Pieck terminó por sentarse en el escritorio, caminando como si le doliera existir y guardando una distancia prudente con él.
—¿Qué hay del escolta?
—Hiromu es... como hubiera descrito a tu amiga hace un tiempo: callado y frío.
—¿No muy fuerte? —Preguntó Armin levantando la mirada y poniendo una sonrisita.
—Pues los he visto mejores —sonrió también Pieck—. No sé cómo querían que se lograra algo entre esos dos si son iguales.
—Según los Azumabito, enviarían a alguien de familia importante. Supongo que les pareció adecuado ese muchacho, creyeron alguien con una personalidad similar se llevaría bien con ella.
—¡Llevo casi tres días pegada a esa mujer y no logro sacarle más de dos oraciones de una sola vez! ¿Cómo va a tener una relación con ese tipo si ninguno de los dos habla? Intenté hacer que se fijara en él y nada, ni siquiera parece gustarle o caerle bien.
Cuando Pieck levantó la voz se escuchó el llanto de un bebé que no se detuvo en un buen rato. A través de la madera de la pared sonaron un par de golpes y luego la voz de Jean se escuchó en un ladrido:
—¿Quieren callarse?
Armin y Pieck se miraron el uno al otro con los ojos bien abiertos.
—Lo siento —respondió Pieck, a lo que el llanto solo aumentó.
—¡Que te calles!
Armin hizo una mueca, apoyándose en el dorso de la mano y contempló qué tan malhumorado se pondría Jean con eso del bebé si no podía ni dormir.
Los berridos no cesaron y fue el comandante de la legión quien rompió el silencio en la habitación.
—Perdona. Si Mikasa estuviera menos enojada conmigo podría intentar algo yo, no quise-
—No, no te preocupes. Me cae muy bien, pero tú la conoces, sabes cómo es. ¿No te parece algo irreal tratar de juntar a esos dos?
—No he hablado nunca con él, pero prefiero intentar que por lo menos se hagan amigos primero antes de decirle que la familia a la que no conoce la comprometió con un hombre al que tampoco conoce.
—¿Crees que eso vaya a mejorar algo?
Armin suspiró pasándose una mano por el cabello y se puso los lentes para leer sus cartas de nuevo.
—La verdad no lo sé —dijo el hombre al fin—, pero quiero ver si hay una forma de safarla de este embrollo. Hablé con Lady Kiyomi y dijo que solo me darían su mano a mí si rechaza al pretendiente que escogieron. Parece que las únicas opciones que tiene somos él o yo.
—Y eso te metería en un rollo con Annie, lo entiendo —Armin se puso colorado y trató de hablar, pero Pieck sonrió para luego ponerse de pie—. Entiendo lo que intentas. Voy a tratar de que Jean, Connie y Reiner incluyan a Hiromu en lo que sea que hagan, tal vez así se pueda acercar más a Mikasa.
—Gracias Pieck —le dijo Armin cuando la muchacha se dirigía a la puerta.
—No es nada, supongo que tampoco me gustaría que una familia a la que no conozco prometiera mi mano a cualquier zoquete —se quedó con los dedos en la perilla un par de segundos antes de volver a hablar—: ¿tienes una fecha límite?
—El compromiso se tiene que anunciar a más tardar dentro de seis meses, no fui capaz de conseguir más tiempo.
—Uf, no es imposible, pero puede que estés ariesgándote mucho, Armin. No la escuchaste, pero dijo que está dispuesta a sacarle las tripas a quien se atreva a lastimarla con el cuchillo que lleva en la falda.
—Haremos lo que podamos.
La puerta se cerró detrás de la mujer y Armin suspiró. Lo ponía de nervios toda esa situación. Si fuera Annie a la que estuviera arreglándole un compromiso sabía por como trataba a Reiner que podía esperar una patada por las molestias, pero con Mikasa era diferente. Por muy molesta que estuviera no se desquitaría con alguien a quien amaba. La culpa cayó sobre él con más fuerza: Mikasa no era la pieza de ajedrez que pudiera usar a su antojo, era su mejor amiga y aún así estaba cediendo ante las exigencias de los Azumabito. Deseó que la muchacha hubiera estado más abierta a participar en sus planes antes, quizá así no se hubiera visto envuelta en estos problemas tan completamente. Hubiera tenido la oportunidad de discutir y poner sus términos en el trato.
Pero ella lo entendería, definitivamente, Mikasa también soñaba con la paz, o eso quería creer el embajador Arlert. Si tenía que ofrecerse en el lugar de ese guardia, Hiromu, Armin lo haría, una y mil veces, pero estaba seguro de que si lo hacía Annie lo patearía también, una y mil veces.
Decidió rendirse por la noche y apagar la luz, los ojos le ardían demasiado y aún con los lentes las letras comenzaban a verse borrosas. Sopló cada una de las velas y cerró la frágil puerta de la oficina con llave al salir. Era casi una burla, esa puerta, incluso él habría sido capaz de tirarla de un buen empujón, pero contemplar dejarla abierta en un sitio en el que los soldados paseaban a sus anchas no lo dejaba tranquilo.
La niña de Jean seguía llorando cuando Armin se fue a la cama.
El dormitorio era mixto, a diferencia de todos en los que había utilizado en su tiempo de recluta. Había dormido en muchos sitios y de formas diferentes, pero compartir literas como las que había utilizado en sus días de soldado con sus compañeras lo hacía sentirse extraño. Había cuatro literas que observó, acostumbrando sus ojos a la oscuridad antes de acercarse a la que tenía sus pertenencias.
Al estar suficientemente cerca se percató de que la cama que apartó más temprano no estaba vacía. No alcanzó a dar un paso hacia atrás porque una mano tomó su muñeca con relativa fuerza.
—Duerme aquí —dijo Annie, sacando la cabeza de debajo de las sábanas.
—Annie... ha-hay camas suficientes para todos. —Los ojos azules de la mujer se clavaron en los de Armin cuando ella se asomó. El joven finalmente cedió—. Deja desvestirme primero.
Ella sonrió y lo dejó ir para que pudiera buscar su cambio de ropa en la maleta. Al ver que Annie no dejaba de mirarlo le tiró la manta a la cara juguetonamente para tener privacidad siquiera a la hora de cambiarse el pantalón.
Eso no está bien, dijo, como siempre, la conciencia de Armin, no te aproveches de ella.
La muchacha le hizo espacio para que se acostara y quedó de lado, aún obsevándolo.
Esto es aprovecharse, ve a tu propia cama. Pero técnicamente ésta era su cama. Aún así, aquella voz siempre tenía la facultad de limitarlo un poco.
—Solo dormir —dijo el hombre.
—¿Y abrazar?
—Sí.
—Y-
—Nada más —la interrumpió, severo.
Ella no mostró signos de haberlo escuchado y se acercó a él, abrazándolo por un lado y recostando la cabeza en el pecho de Armin.
No está bien, es un abuso de poder.
Armin se fue quedando dormido, intentando no reaccionar ni a la voz de su conciencia ni a la mano de Annie que movía la camiseta de él hacia arriba para posarse directo en la piel de su cintura.
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La paz en Eldia (Fanfic de Attack On Titan)
FanfictionLos embajadores por la paz de las naciones aliadas llegan a la isla de Paradis para ejecutar el plan diseñado por la reina Historia y los embajadores Arlert y Azumabito con el fin de evitar los conflictos entre los eldianos y el resto del mundo. Por...