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—Recuérdame qué vas a hacer.

—Ahorcarte por estar molestando tanto.

—Estoy dispuesto a intentar cuando terminemos esto, pero por lo pronto recuérdame lo que vas a hacer en la ciudad esta noche —dijo Jean dedicándole una sonrisa coqueta a Mikasa, pero ella solo lo miró de lado sin tener cómo responder a eso—. Bueno, perdona, puede que me esté pasando. Pero me haría sentir más cómodo que me repitieras.

—¿Es muy necesario? Pensé que teníamos que ser discretos y eso. —Jean alzó una ceja y miró alrededor: solo los rodeaban árboles y maleza. Mikasa suspiró—. Voy a entrar por la tercera ventana de la cara este del edificio, inmovilizar a los guardias que me encuentre ahí y luego nos vamos a encontrar en el pasillo largo para ir a la entrada y abrir las puertas a los saqueadores. Luego vamos a ir a la bodega en donde tienen los documentos de la Legión y vamos a buscar las medallas.

—Muy bien...

—¿Siempre eres así de enfadoso con tus subordinados?

—No eres mi subordinada.

Mikasa guardó silencio unos segundos, tomó un bocado del pedazo de pan que tenía en la mano y tragó, antes de hablar otra vez:

—Voy a agradecer eso todos los días al despertar, al dormir y al comer.

Jean soltó un gruñido por lo bajo, pero no le discutió.

—Lo siento, es que tengo tiempo sin hacer algo así y me tranquiliza escuchar que tienes bien claro lo que vas a hacer.

Todavía quedaban horas para el atraco y Jean había sugerido descansar en el bosque de las afueras de Stohess, considerándolo más seguro que quedarse dentro de la ciudad. Mikasa no lo discutió, pues no encontraba razón para estar en desacuerdo y además Jean era siempre muy juicioso, o lo había sido de más joven. Igual no tenía ninguna razón para dudar de él ahora.

El clima a medio día era fresco, con aire frío y un sol que apenas calentaba, pero aún estaba lo suficientemente cálido comparado con el resto del día como para poder estar afuera con las capas abiertas y sin llevar la capucha puesta.

Habría sido una tarde bastante tranquila antes del trabajo duro de la noche si no hubiera sido por el hecho de que Jean insistía en hacerle plática cuando ella pudo haber estado tranquila recolectando plantas o hasta piedras. Tal vez no se había querido arriesgar a perder el libro que estaba leyendo ahora trayéndolo hasta acá, pero eso solo significaba que estaría tratando de hacerla hablar lo que quedaba del día.

—Podemos hablar de otra cosa si te apetece. —Ella no respondió, nunca sentía que tuviera algo interesante qué decir—. No sé... ¿qué opinas de tu guardia?

—¿Hiromu? —Jean asintió. Bueno, ahora no era solo Pieck la que pedía su aprobación sobre ese hombre—. Bueno, no sé. Parece un buen tipo, pero siempre me está diciendo cosas como: las mujeres no se suben a los árboles o una mujer de su posición no debería ir a misiones de soldados y cosas de ese tipo.

Jean soltó una carcajada al escucharla volver grave el tono de su voz para imitar al inexpresivo soldado. El sonido fue refrescante, pues lo que hacía Pieck era apretar los labios, contener la risa si es que le había hecho gracia el comentario y pedirle que fuera menos dura con él.

—Creí que te caía bien, debe ser molesto estar al cuidado todo el tiempo de alguien que ni siquiera te agrada —comentó el hombre rascándose el cuello.

—No es que me caiga mal, solo es un compañero de trabajo —al decir esto apareció en su mente una imagen de Louise cuando agonizaba, solo una compañera. ¿Por qué se le venía a la mente ahora? Debía estar muerta a estas alturas. Pobre, otra persona que no le había importado por estar concentrada en Eren.

La paz en Eldia (Fanfic de Attack On Titan)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora