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Para los embajadores Braun y Leonhart:

Mi hijo y yo somos los únicos supervivientes de nuestra familia a su ataque a la muralla María. Mi esposa y tres de mis hijos fueron asesinados por los titanes que ustedes trajeron hasta acá. Seguido despierto en la noche escuchando el crujido que produjo el cráneo de mi pequeña, Diana, cuando un titán lo rompió con la mandíbula. Por bastante tiempo me culpé a mí mismo, porque ese día me llevé a mi muchacho a ordeñar a las cabras y tardamos más de lo que esperaba, así que cuando llegué de vuelta la casa esta hecha pedazos, mi esposa y dos de mis pequeños muertos y Dianita entre las manos de un titán. Me hubiera gustado ser valiente y salvarla por lo menos a ella, pero me petrifiqué y solamente la idea de salvar a mi único hijo restante me sacó de mi transe.

Por mucho tiempo ni mi muchacho ni yo hablamos, me imagino que la culpa lo consumía como a mí. Fueron los peores tres años de mi vida y seguía vivo solo por él y trabajamos ambos en los campos hasta que sentimos que las espaldas se nos quebraron. Solamente sentí que volvía a vivir cuando me enteré de la existencia de ustedes, los titanes cambiantes se liberó el peso de mis hombros porque no fue mi culpa: fue de ustedes. Ustedes dejaron entrar a los titanes, ustedes arruinaron mi vida y se llevaron la de mi familia.

Luego escuché su discurso. El contexto de todo, sus motivos, su edad. Sentí que no era justo que toda mi ira estuviera dirigida a un par de muchachos que no eran mayores que mis dos hijos mayores. Diana, cuya muerte pesa más en mi conciencia que cualquier otra, probablemente porque fue a la única a la que vi morir, tendría veinticuatro años el día de hoy, pero buscar culpables ya no me trae paz. Quizá porque comencé a empatizar con ustedes porque no eran más que niños encargados de asesinar a otros niños. Quizá porque los verdaderos responsables tienen ya años muertos.

Sea como sea quiero darles las gracias por mostrar la cara, pues me parece que verlos y escucharlos es lo que me ha dado la oportunidad de sanar.

Siento mucho las pérdidas de sus compañeros Hoover y Galliard, ojalá ningún otro niño tuviera que morir por las causas de los adultos.

Harold Warner

***

El fuego comenzó en la primera planta, tal como se tenía planeado, ojalá tan lejos de Jean como estaba de ella. Ya se escuchaban los gritos de los guardias, quienes bajaban a toda velocidad al origen del problema. No los envidiaba, todos esos hombres tendrían que lidiar con un caos esta noche, eso si salían bien parados. Se preguntó si entre aquellos pirómanos aliados tendrían ya al desaparecido líder del ejército, o si a él lo traerían después.

Mikasa esperó la señal, girando la pistola que tenía en la mano. No era su arma favorita, ni de lejos. No es que le gustara en general tener que lastimar gente, pero a eso se agregaba que a diferencia de Jean o de Sasha, ella no estaba acostumbrada a disparar, sino a acercarse a su objetivo con una hoja afilada.

Estaba agradecida, aún así, por no tener que empuñar una espada el día de hoy. No se sentía con la estabilidad para acercarse al arma que había aniquilado a su ser más amado, aquella que no había sido más que una extensión del brazo de la pobre Mikasa, tenía desde entonces sin usar una. En cambio, tenía un cuchillo en la mano izquierda. No se sentía tan diestra con él para pelear, especialmente no en los últimos años, pero era mejor que nada en caso de que alguien se le acercara demasiado para dispararle.

El aire corrió frío por debajo de su capa, erizándole la piel del pecho y la espalda. No estaba ansiosa por lo que venía, pero deseaba terminar pronto con ello. Podía imaginar ya el té caliente y las sábanas ásperas pero cálidas de la posada en la que iban a pasar la noche, y trató de no opacar su fantasía con la preocupación de que algo fuera a impedir esa comodidad que sentía casi segura.

La paz en Eldia (Fanfic de Attack On Titan)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora