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Armin se sintió a punto de llorar cuando vio la silueta. Por la pasada hora había estado seguro de que la había perdido y que iba a tener que pasar por quién sabe qué tantas cosas para encontrarla de nuevo. Ahora solo le quedaba la parte difícil: recuperarla después de hallarla.

Se acercó a la mujer sin separar la vista de su andar suave como el de un gato y el mechón pajizo que escapaba de la bufanda con la que se cubría la cabeza. Llevaba prisa en su trote felino. A pesar del flujo de gente en la estación de tren, los rápidos pasos de Annie la hacían sobresalir.

Para no sobresaltarla no interpuso su montura, pero inevitablemente la sorprendió cuando la llamó:

—¡Annie!

La mujer se ajustó la bufanda y caminó más a prisa, sin voltear a verlo, pero él permitió que su caballo trotara ahora que los vio. Se sintió la persona más grosera del mundo cuando le cerró el paso a Annie, y probablemente ella lo notó porque al verse interrumpido su camino alzó la cabeza y lo miró con los brazos cruzados.

—Seguro te sentiste muy poderoso —dijo con un tono cargado de amargura—. Ahora muévete, tengo que tomar un tren.

Ella avanzó y pasó de largo a caballo y jinete, a lo que Armin desmontó de un salto para seguirla, riendas en mano.

—Annie, espera, déjame hablarte. —Las personas se movieron a su alrededor, dejándole el paso libre hacia su presa. Por fin, una muñeca estuvo a su alcance, por lo que se aferró a ella y jaló a la mujer hacia sí—; ¡Annie!

—¡¿Qué?! Quieres hablar, ¡siempre quieres hablar! ¿De qué quieres que hablemos, Armin? —Arrancó la mano del agarre de Armin y él la soltó al sentir el tirón, quizá demasiado tarde como para evitarle a Annie un moretón—. Estás listo para hablar conmigo, qué bueno, ya era hora. Después de meses que no pudiste dejar de hablar con todo el mundo cinco minutos como para voltear a verme a mí. —El ceño fruncido se convirtió en una mueca de dolor, de esas que ayudan a contener las lágrimas. Armin volvió a tomarle la mano, ahora con suavidad y Annie no se la quitó—. Déjame tranquila, tengo un tren que tomar.

—¿Vas a Liberio? El próximo tren sale en quince minutos. Regálame ese tiempo. —Annie agachó la cabeza—. Ni siquiera has comprado el boleto, ¿verdad? Vamos, te invito la cena y te pago el boleto mañana a primera hora, solo vamos a hablar un poco.

Annie suspiró, pero se dejó llevar, derrotada.

Durante la cena no habló, se limitó a abrir la boca solamente para comer. Ni siquiera lo miró. Armin iba a tener que romper el silencio tarde o temprano. Necesitaba una plática con ella, por incómodo que resultara, y ya había pagado por ella una cena, una habitación, un boleto de tren y el trasero adolorido después de las horas de cabalgata para encontrar a su chica.

—¿Podremos hablar? —se aventuró el hombre.

—Vi que solo pagaste una habitación, así que puedes esperar a que termine de comer.

—Puedo pagar una más después de hablar si te incomoda.

—Déjalo —suspiró ella.

Cuando terminaron de comer subieron a la habitación que Armin rentó. Annie se sentó en la cama sin mirarlo, con los ojos clavados en el piso. El hombre buscó con desesperación los ojos de ella, que parecía ocultar la mirada deliberadamente .

—¿No quieres hablar conmigo? —preguntó él con precaución. Sentía algo de culpa por la insistencia, pero tenía que empujarla un poco si quería conseguir la conversación que deseaba.

Una gruesa gota cayó sobre el regazo de Annie y ella subió una mano para secarse el rostro con la manga, ocultándose aún más de Armin. El hombre se sentó junto a ella, con las manos entrelazadas sobre las piernas y se atrevió a recargarle el brazo en el hombro. Ella sorbió por la nariz y habló a un volumen apenas perceptible.

La paz en Eldia (Fanfic de Attack On Titan)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora