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A su alrededor fluía la espuma fragante que se le desprendía del pelo y el cuerpo. Tenía mucho sin sentirse así, sin echarse a nadar.

El agua estaba helada, pero después de haber estado cubierta de suciedad por tanto tiempo antes disfrutaba no tener en la nariz el olor a excremento o a vómito. Ahora era la lavanda la que ocupaba ese lugar, suave y fresca, contenida en un jabón.

Jean se lo ofreció, probablemente agradecido por haberlo acompañado y culpable por la escenita que montó el doctor.

Mikasa sumergió la cara al repetir por enésima vez el penoso intercambio con su amigo en la cabeza. Jean le había ofrecido el jabón, confesándole que había traído algunos del continente y que podía quedarse ese.

—¿Por eso hueles tan bien? —Fue lo que se le ocurrió decir.

De entre todo lo que pudo decir. Pudo simplemente agradecer, pero en vez de eso le dijo a Jean que olía tan bien. Afortunadamente el hombre no pareció molestarse. Se incomodó, claro, y el color le subió a las mejillas, pero no estaba ofendido.

Y ahora era el momento de que Mikasa oliera igual de bien.

Estaba a punto de salir del agua cuando escuchó pasos cerca.

—Te dije que yo te avisaba cuando terminara, regresa a...

Dio un respingo al ver que la persona que se acercaba no era Jean, ¿no lo había dejado haciendo guardia?

—¡Hola, oficial Ackerman!

El susto se le calmó cuando vio que solo era Sibylle. Mikasa puso los pies en el lecho del río y cruzó los brazos sobre su pecho

—¿Mikasa? ¿Estás bien? —Ahora era la voz de Jean lo que se escuchó al tiempo que las ramitas del suelo se quebraban a su paso. Se estaba acercando.

—Quédate allá, Jean, es solo Sibylle —dijo Mikasa, quizá una octava más agudo de lo que planeaba. No necesitaba que él también la viera desnuda.

—L-lo siento, oficial, no pensé que... Bueno, el doctor Blum dijo que estarían aseándose y pensé en venir al río, no creí...

—Sibylle, ¿puedes esperarme con Jean?

La mujer se fue y Mikasa se relajó un poco. Terminó de enjuagarse y salió, estilando, para envolverse en la toalla que Jean tomó del consultorio. Dejó su ropa sucia en el lugar en el que la tiró (Jean prometió lavarla junto con la ropa de su hija) y se vistió con la camisa de Armin que venía en el bolso de viaje.

En su interior, Mikasa se alegró de que Jean no supiera que ella iba a acompañarlo, probablemente hubiera encontrado los dibujos de Eren al hurgar en sus pertenencias. Por otro lado, era incómodo tener que seguir usando la ropa de Armin, pues le quedaba grande de algunas partes y chica de otras.

—¿Qué pasa? —Preguntó Mikasa acercándose al grupo que la esperaba a metros del río.

Además de Jean y Sibylle estaba ahí Hiromu, algo más malencarado que de costumbre. La idea de hablar con esa gente, aunque les tuviera cierto grado de confianza, le daba ganas de regresar y echarse un chapuzón en el agua otra vez, pero no podía pasarse toda la vida remojándose.

Ojalá para el verano pudiera estar de vuelta en casa, bañarse en un arroyo al norte de Shiganshina era de lo más delicioso, y la ventaja era que no habían curiosos que la observaran mientras se dejaba llevar boca arriba por las corrientes tranquilas.

—Quería pedirles perdón —comenzó Sibylle, apretando los labios—. En la madrugada vi tan grave a la criatura que no pensé en avisarles sobre el doctor. Es... muy bromista, como pudieron comprobar.

La paz en Eldia (Fanfic de Attack On Titan)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora