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Fue un alivio cuando los caballos alcanzaron la pequeña caravana, significaba que la misión había terminado. Siguieron de cerca los carros por cerca de media hora, hasta que llegaron a un pequeño poblado y la procesión se detuvo para dejar a Mikasa y Connie cambiar de lugar, con la excusa de parar para refrescarse.

Los recién llegados se encontraron con sus dobles en poco tiempo cuando estuvieron lejos de la atención de los demás guardias el tiempo suficiente. No desperdiciaron un minuto en cambiar de lugares, Mikasa tirándole la terregosa capa café que había llevado desde entonces a Hiromu en los hombros y él deshaciéndose de la bufanda y la capucha para entregárselas a la mujer.

La cercanía pareció encrisparle los nervios al joven, quien se tensó y se alejó rápidamente, para después hacer un gesto de disgusto cuando olió la prenda que Mikasa le entregó. Ella contuvo un bufido ante la grosería y se limitó a ignorarlo mientras se dirigía al carro. Ni que él oliera tan bien, pensó, la capa huele a tierra y caballo y a eso huele él todo el tiempo. Además de contener una reacción hacia Hiromu, tuvo que contenerse de arrugar la nariz también cuando le llegó el olor extraño y agrio del que estaban impregnadas sus prendas. No olía sucio, probablemente era su olor corporal, como el de Armin que le resultaba suave y calmante, el de la señora Luder a mujer vieja, el de Pieck a algo parecido al talco y el que se asomaba por debajo del olor a lavanda de Jean. Bajo toda regla, no olía mal, solo no le agradó.

—Señorita Ackerman —dijo Hiromu cuando ella ya se había dado la vuelta. Cuando se giró a verlo pareció que al hombre se le fue el color del rostro—. Usted no debería... No, bienvenida.

Cuando abrió la portezuela del carro se topó con tres pares de ojos expectantes, ansiosos por saber si les había ido bien. Mikasa subió y suspiró, dirigiéndole su respuesta a Armin:

—Nos fue bien, no hubo complicaciones.

—¿Se lastimó? —preguntó Armin con cautela.

Con la misma cautela Mikasa no respondió, se limitó a señalar su mano y costado derechos, haciendo mímica de las heridas del general Pratchett. Armin asintió y guardó silencio.

Ya sentada en el carro se retiró la capa y la bufanda para que se airearan un poco.
El resto del viaje continuó sin interrupciones y sin otra cosa rara además de que Annie parecía estar guardando distancia con Armin. Mikasa se dedicó a bordar un poco hasta que cayó dormida, primero contra la ventanilla y luego contra las piernas de Pieck. Normalmente podía dejar de dormir bastante tiempo, pero tenía tiempo sin pasar una noche en vela como la anterior y, más importante, con esta gente se sentía segura.

***

Los corredores eran un desastre. La sangre cubría las alfombras y, a pesar de los intentos de los embajadores de no tocar nada mientras se dirigían a asearse y las continuas órdenes de Armin, quien les indicaba no acercarse a las paredes, muchas de ellas y de los muebles estaban manchados también.

Todo este desastre se había originado al final de la presentación de Terinar, pues mientras los embajadores se alejaban de la tarima un par de chicos lanzaron cubetas de sangre sobre ellos. La única que salió "ilesa" fue Mikasa, mientras todos los demás y la policía local habían terminado empapados.
Por lo tanto, ahí estaba ella junto a Sybille, desarmando el equipo de maniobras tridimensionales de Connie (el segundo más afectado) mientras la otra mujer trabajaba en el de Armin (el peor de todos) en el tiempo en el que todos los demás se bañaban en sus habitaciones. Habían tenido que traer algunas tinas extras para poder asear a los seis embajadores.

El equipo de Jean no había sufrido demasiados daños, así que Sybille dijo que lo revisaría más adelante. Con un cepillito, las mujeres se dedicaron a restregar las pequeñas piezas de las máquinas, Mikasa en todo momento siguiendo las indicaciones de Sybille sobre dónde y cómo ensamblar las piezas una vez que habían quedado limpias otra vez. La escena se repetía en la cabeza de Mikasa: había visto cómo caía el baño de sangre sobre sus amigos, pero antes de poder actuar, manos firmes le sostuvieron los antebrazos, haciendo imposible para ella tomar los mangos de su equipo y cargar contra aquellos enemigos. Armin estuvo de acuerdo con que era bueno que la hubieran detenido y que no había que lastimar a sus atacantes, pues había visto que solo eran niños o adolescentes jóvenes. De todas formas Mikasa no se quitaba la idea de que debió haber hecho algo, quizás agarrarlos y detenerlos, pero no pudo, no se lo permitieron. Ahora solo tenía que limpiar las piezas en sus manos y esperar que todos pudieran salir. Quizá no los vería hasta la hora de cenar.

La paz en Eldia (Fanfic de Attack On Titan)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora