50 - Travesía

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Llegó un punto en la carretera en el que los caballos no podían subir más, pues la maleza estaba demasiado crecida. Mikasa y Jean dieron la vuelta para dejarlos en un cobertizo abandonado y continuar el camino a pie.

Mikasa sentía una opresión en el pecho que ya había sentido antes.

***

Después de la batalla del cielo y la tierra, Mikasa se quedó con el corazón hecho trizas y con la cabeza de un hombre. Esto último, se dio cuenta al día siguiente, era lo más difícil de transportar desde desde los kilómetros que logró interponer entre ella y el fuerte Salta y los que faltaban para llegar al sitio en donde planeaba darle sepultura a Eren.

No había forma de cargarlo cómodamente y, además, la herida no dejaba de manar fluidos. Sintió como un milagro cuando, luego de saltar uno de los cráteres que los malditos colosales crearon, vio tela ondeando.

Dejó a Eren en el suelo para ir a conseguir la prenda. Ésta se resistió al primer tirón, al segundo se le ocurrió a Mikasa que podría ser ropa que alguien llevara puesta al morir. Se le revolvió el estómago y dio un último tirón. La prenda se soltó para terminar entre las manos de Mikasa. Era larga y suave, de seda. Un par de tirones más y la tuvo completa. Resultaba ser un paracaídas roto. Trató de no pensar en lo que había sido de la persona que lo llevaba.

De seguro Jean y Connie lo habrían encontrado interesante.

Ahora la recorrió un escalofrío. No era el momento de pensar en ellos ahora, ni en la comandante Hange. No era momento de pensar en nadie, ni siquiera en Eren. Ahora solo importaba este viaje.

Se concentró en el presente y tuvo la oportunidad que deseaba el día anterior: poder proporcionar un sudario para Eren. La tela no se rompió tan fácilmente cómo hubiera imaginado. No hubo más que tirar de nuevo, usando más fuerza de la que había juzgado necesaria en un principio, y obtuvo un pedazo de tela suficientemente grande para darle un par de vueltas a Eren. Lo envolvió delicadamente, con el amor de una madre (o una hermana, o una amante) y siguió con su camino. Lo llevaba apretado contra el pecho. El incómodo bulto se había vuelto a penas menos horrible a la hora de la mirada.

El resto de la tela lo envolvió alrededor de su cintura, tal vez sería útil después.

Tenía hambre, pero no había nada a su alrededor. Las tripas le crujían, pero lo que más le preocupaba era el tener acceso a una fuente de agua, pues la sed le raspaba el pecho desde adentro como una lija. ¿Cuánto tiempo aguantaría en este desierto sin hidratarse?

La respuesta llegó sin que Mikasa lo supiera, no mucho tiempo después.

El sol todavía no llegaba a su punto más alto cuando vio en su camino a una niña forcejeando con un muchacho. Mikasa se dirigió hacia el sitio sin tener idea de qué iba a hacer cuando al llegar. Golpear al mocoso y salvar a la niña estaban en primer lugar, pero después no estaba muy segura. ¿La llevaría a Paradis con ella? Si era que podía llegar a Paradis con la falta de suministros y la abundancia de kilómetros que la separaban de su destino.

Aún así corrió hacia ellos, más lento de lo que esperaba. La tierra se movía bajo sus pies dolorosamente lento, pero aún así ninguno de los dos alcanzó a verla. El terreno lleno de cráteres dificultaba la tarea y en uno de ellos decidió colocar a Eren para minimizar las posibilidades de perderlo.

—Ya vuelvo —susurró.

Y echó a correr, con músculos que parecían prenderse en llamas, como si los años que pasó con Eren, esos años que de alguna manera transcurrieron en unos segundos, le hubieran quitado su excelente condición física. Tal vez eran los pedazos de corazón que llevaba arrastrando lo que le pesaba tanto.

La paz en Eldia (Fanfic de Attack On Titan)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora