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—Jeanboy, ¡Jeanboy!

La voz era conocida, pero no ubicaba a la dueña. Sentía que habían pasado años desde la última vez que la escuchó.

—Tal vez deberíamos dejarlo... —Esa era Historia, definitivamente.

—No, voy a hablar con él sí o sí y de él depende si está despierto para poder correrme cuando se canse o se hace el dormido y espera a que me canse yo.

Jean abrió un ojo, extrañando de una vez el dulce sueño que lo había mantenido alejado del dolor y la realidad.

—¿Hitch? —dijo él con la garganta seca.

—¡Ah! Ahí estás, ¿sabías que roncas y babeas cuando estás dormido? Es raro.

—Procuro solo hacerlo si estoy muy cansado.

El dolor en el costado parecía perforarlo de un lado al otro cada vez que estaba suficientemente despierto para sentirlo. A veces, incluso lo sentía al dormitar. Esta vez la herida le palpitó un par de veces. Debió palidecer al terminar de despertar, pues Hitch lo tomó del hombro de la camisa y lo sacudió ligeramente.

—¿Jeanboy? —Y luego más preocupada—: ¡Jean!

Una vez. La llevó a comer a casa de sus padres una sola vez y desde entonces no se cansaba de llamarlo con el apodo de su madre. Tres años sin verlo, él con la piel de las costillas deshecha y ella despertándolo así. Al fin, eran las consecuencias de sus propias acciones, pero algunas de ellas, como esa comida, deseaba poder revertirlas.

—Les dije que lo dejaran solo —dijo Annie entredientes.

—Estoy bien, sólo duele cuando no estoy dormido —se defendió el hombre—. Me puse peor la vez que comí algo que cocinó Hitch.

Abrió los ojos otra vez. Se encontró con las tres mujeres alrededor de su cama: Historia, Annie y Hitch, y con Connie que estaba sentado sobre el escritorio.

—El que no puedas olvidar ni perdonar una simple diarrea es un peso en tu conciencia, no en la mía —respondió la castaña con un puchero.

—¿Cómo te sientes, Jean? ¿Has descansado? —preguntó Historia Historia, quien le acarició el antebrazo suavemente.

—Más de lo que me gustaría, ¿te causamos muchos problemas?

—Para nada, todo lo contrario.

La reina lo miraba con ojos llorosos. Era curioso cómo estaba envuelta entre tantas atrocidades, igual tal vez que él mismo, si no es que hasta más, y aún así solo la había visto llorar cuando se trataba de sus amigos. Y de Ymir. Había visto el mundo caérsele encima y lo que le sacaba lágrimas era verlo recuperarse de una herida.

—Jean, si nos sigues mirando con esos ojos nos vas a gastar —bromeó Hitch.

La verdad era que Historia y Hitch eran de las mujeres más lindas que conocía. Ni siqueira era que tuvieran alguna característica en específico que lo volviera loco. Pieck y Mikasa le parecían bellísimas y sabía qué características en ellas le parecían atractivas, pero estas dos eran objetivamente hermosas. No conocía un hombre que no estuviera de acuerdo en que eran ángeles y casi se sentía como un sueño que su cama la rodearan ellas.

—¡Jeanboy! —Hitch chasqueó los dedos en su cara, sacándolo por fin de sus pensamientos. ¿Qué tenía? ¿Quince años?

—Déjalo, viene despertando de una intoxicación y lo molestas así —rió Annie.

—Solo porque no se puede defender —secundó Connie.

—Deberían tenerme compasión, es cierto. Solo soy un político herido y buscando paz. —Cambió el peso de lugar sobre el colchón y tras sentir una punzada en la piel del costado decidió no intentar enderezarse—. ¿A qué debo el gusto?

La paz en Eldia (Fanfic de Attack On Titan)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora