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Sin presentaciones para las cuales prepararse las rutinas surgieron entre los embajadores luego de no mucho tiempo, diferentes hábitos para pasar el rato. Sin trabajo en el huerto ni árboles para practicar con el equipo de maniobras se volvía una necesidad buscar en qué ocuparse.

Mikasa se dedicó a entrenar, lo mismo que Annie. Hacían cardio, normalmente, y Mikasa insistía en practicar su combate con cualquiera que se pusiera en frente. Conociéndola, todos huían. Reiner fue el único con suficiente valentía en aceptar en un par de ocasiones y sin el cariño que le tenía a Armin, Jean y Connie, no batalló demasiado en vencerlo y asegurar que el hombre desistiera de seguir participando.

Aún así, ella no estaba contenta. Sí, derrotar a Reiner le había resultado más difícil que vencer a los demás en su momento, pero una vez que aprendió a lidiar con él era pan comido como con todo el mundo. Casi diez años después, en tiempo y esfuerzo le estaba costando vencerlo mucho más que nunca antes, ¡incluso con todo lo que ya sabía de su estilo de pelea y las veces que ya lo había vencido en su adolescencia!

Pero ya, tenía que practicar más. Él solo había tenido la ventaja de haber pasado por un entrenamiento militar durante años antes que sus otros amigos. Ahora, con ella sin la fuerza a la que había estado acostumbrada, estaban en igualdad de condiciones, lo que significaba que en teoría debía poder mejorar con más entrenamiento. Para eso le sirvió en esos días el pobre Hiromu. De nada le sirvieron sus:

—Mi trabajo es protegerla, señorita Mikasa, no pelear con usted.

El guardia, con su entrenamiento militar reciente, era mucho más ágil que ella. Aún así, Hiromu se contenía porque, según él, no consideraba justo usar toda su fuerza contra una mujer. Esto, junto con que Mikasa todavía recordaba algunas de las llaves de Annie, le aseguró a la joven vencer al hombre en varias ocasiones y, cuando resultaba perdiendo, no recibía ningún golpe más doloroso que la mirada de desaprobación de Hiromu.

Como si le importara de todas formas, tenía que mantenerse fuerte para proteger a sus amigos en caso de ser necesario, había pasado demasiado tiempo descuidándose y lamentando sus pérdidas... su pérdida... pero ya, era demasiado. Jean había salido herido por su culpa y no iba a perdonarse pronto. Por lo menos no mientras lo siguiera viendo dar sus cortas, pero cada vez más frecuentes caminatas por el jardín cojeando y aferrado a un bastón. No mientras él no estuviera otra vez como nuevo y junto con Armin y Connie sin correr riesgo de salir heridos.

Los entrenamientos de Annie, por otro lado, eran un tanto más animados. No era raro que se excusara para ir al centro, pero Armin sospechaba que sus viajes en realidad eran a las afueras de la ciudad. El joven trató en diferentes ocasiones preguntarle qué hacía, o a qué se debían los moretones y raspaduras que parecían aparecer y desaparecer en sus brazos y rostro, pero ella desviaba los cuestionamientos. A veces evitándolo y otras veces portándose cariñosa como había sido cada vez más esporádicamente desde que recibieran aquella carta de los Azumabito.

Jean, por su lado, se dedicó a comer, dormir y cagar, como Reiner lo describía. Pasó su tiempo reposando en la manera de lo posible, tratando de convivir con su pequeña mientras Armin se la traía y leyendo las novelas de amor que Mikasa le trajo. Eran divertidas, sobre todo sin nada más qué hacer, pero iba a costar más que una amable pregunta hacerlo admitir que le interesaba más la trama de cómo iba a resolver el malentendido con su amada el sargento malhumorado del libro que estaba leyendo actualmente, que el libro sobre el viaje al espacio que tenía todavía incompleto junto a su material de dibujo. Sanar, ¿por qué tenía que ser tan aburrido esperar a que el cuerpo hiciera lo suyo por su cuenta?

Reiner y Connie enviaban cartas con el mismo destinatario. El primero escribía el triple de las que enviaba, el doble de las que recibía. Cartas de amor y de promesa. Cartas para una rubia ceniza que, abrumada entre la crianza solitaria de un hijo y las tareas que le asignaban sus tíos, encontraba descanso para el corazón entre las palabras que Reiner le dedicaba. Ojalá no pasara demasiado tiempo antes de que pudiera encontrarse otra vez con Ina.

La paz en Eldia (Fanfic de Attack On Titan)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora