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Esperar le hacía morirse de nervios. La hacía pensar en un montón de cosas.

Por ejemplo, le ponía de nervios llevar ropa tan holgada en una situación así. Siempre había hecho este tipo de cosas con ropa a la medida, pero en esta ocasión le dieron algo un poco más grande para ocultar su figura femenina, pues tenía que parecer un hombre. La capucha que escondía su rostro tampoco era de ayuda. Por otro lado, este equipo de maniobras apenas lo había usado, practicó con Connie unos cinco minutos subiendo por callejones ocultos en la ciudad, pero no lo consideraba suficiente como para estar familiarizada con él, al menos no tanto como lo estaba con el que usaba para las presentaciones.

Por último, le faltaba su bufanda. Era obvio que no podía llevarla si quería ocultar su identidad, además de que no sería inteligente relacionar a un secuestrador de Stohess con su creciente grupo de admiradores. Se la había dado a Hiromu por sugerencia de Armin. Se suponía que el joven soldado se haría pasar por ella frente a los demás guardias. Quién sabe cómo lo conseguirían, pero también había un guardia de Historia que actuaría como el doble de Connie.

Reiner había dicho que era ridículo disfrazar a un hombre de mujer, pero fue Mikasa la que defendió la idea diciendo que ya lo habían logrado una vez antes. Armin estuvo de acuerdo y le aseguró a Hiromu que sería el más seguro de entre todos los implicados.

Connie hizo un movimiento para captar la atención de Mikasa y luego apuntó al carro de motor que se movía por la calle.

—Creo que es ese —dijo con un hilo de voz, apenas una exhalación.

Ella asintió y ambos se alejaron al mismo tiempo de la esquina del techo del negocio en el que habían estado agazapados, espiando. Le correspondía ahora a Mikasa bajar y asegurarse de que sí era su presa quien viajaba en el coche.

Camuflada con la bruma de esa madrugada se dejó caer por un callejón. El equipo no chirrió como hacían aquellos a los que estaba acostumbrada. Incluso los que habían usado en Liberio hacían algo más ruido que este. Tendría que confiar en las vibraciones para detectar si había algún problema con la máquina. Este era un equipo de los que usaban los ladrones.

Todo iba en orden. Oculta en las sombras de la noche con una capa negra se balanceó para quedar por un segundo a la altura de la ventanilla del carro, en donde iba sentado un hombre unos diez años mayor que ella, pelirrojo y con lentes,. El hombre de la fotografía que Historia les había mostrado: el actual general de las fuerzas armadas de Paradis, Wallace Pratchet.

Si Mikasa hubiera puesto un poco más de atención a los lamebotas de Eren quizá habría podido recordar a este, pero no le interesó entonces y tampoco ahora.

Se elevó por el aire de nuevo en un movimiento anormalmente silencioso y se colocó frente a Connie, asintiendo. A él le indicaron que evitara hablar, y si lo hacía debía ser en voz muy baja. A Mikasa, por el contrario, rotundamente le fue prohibido porque no podían permitir que se descubriera que actuaban un hombre y una mujer, en caso de que alguien se diera cuenta de que había impostores viajando en los carros de los embajadores al mismo tiempo que el líder máximo del ejército estaba siendo abducido por personas con equipos de maniobras tridimensionales.

Corrieron un tanto más por los tejados antes de que Connie bajara, arma en mano, para dispararle a uno de los neumáticos del carro. Mikasa esperó a que terminaran de chirriar los frenos, y se provocara una colisión. Hubiera sido mucho más fácil llevarse a Pratchett entre el caos de un accidente, pero para bien o para mal sólo se escuchó el azotar de la puerta del conductor, quien bajó a inspeccionar la causa de que la llanta estallara. Mikasa suspiró y se lanzó hacia él.

***

Hiromu se removió a lado de Pieck por enésima vez, incómodo. No se podía estar tranquilo ni aún cuando solo ella, Amin y Annie viajaban con él en el carro. Parecía que no era bueno para su ego hacerse pasar por mujer, ni siquiera por una tan fuerte y con un carácter tan parecido al de él como lo era Mikasa. Tal vez solo eran similares en lo callados, pues no se imaginaba a este joven cayendo en las sutiles provocaciones de Annie con el peso del mundo en los hombros, ni respondiendo con humor a sus comentarios cínicos sin él.

La paz en Eldia (Fanfic de Attack On Titan)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora