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Las cosas en la huerta no estaban tan mal como había parecido anoche.

Las matas de papas se encontraban perfectamente y eso ya era una fuente importante de comida. Tenían un par de manzanos y ciruelos que la madre de Connie había salido a regar por la mañana. Las únicas que tenían problemas eran las hierbas y las calabazas.

Las espinacas y especias estaban perdidas ante las plagas, Mikasa se dedicó a recoger las plantas inservibles y tirarlas en la orilla del bosque. La calabazas estaban salvables y lo que la muchacha hizo fue deshacerse de todas las hojas posibles para luego buscar orugas entre las que quedaban. Algunas de las que encontró las pasó a un árbol cercano, a fin de cuentas eran solo mariposas bebé, pero a bastantes otras las aplastó entre dos dedos y procedió a restregar sus tripitas en las hojas. Su madre le había enseñado que aquello era de lo más efectivo para repeler nuevas invasiones.

Parecía que era la señora Springer quien se encargaba de las plantas, pues no había ni rastro de la familia Kirschtein a esa hora de la mañana.

Tras lavarse las manos tentó su bufanda, colgada en un tendedero y estilando un poco de agua. La exprimió suavemente con cuidado de no dañar el tejido y por enésima vez puso atención en la costuras que Jean le había hecho. Le recordaba a las puntadas en el cuerpo de un soldado herido.

De cierta forma lo era, pero a diferencia de una persona, su bufanda nunca iba a curarse, siempre serían dos pedazos de tela unidos por un hilo de diferente color.

En sus sueños la bufanda siempre estaba completa, suave y olía a Eren, no a sudor ni a caballo, ¿a caso eso cambiaría ahora que se había roto?

Sintió acalorarse ligeramente al recordar su sueño de esa noche: en esta ocasión no llevaba puesta la bufanda y había sentido besos y caricias en la espalda. Normalmente de sus sueños recordaba ver o escuchar cosas. Muchas veces a Eren, algunas veces sobre su infancia, pero cuando soñaba con sensaciones eran normalmente recuerdos de sus tiempos de soldado o del día en que sus padres murieron que la hacían despertar gritando y llorando. Este fue diferente, había sentido los dedos y el aliento contra su piel, había-

Fue un golpe a su lado lo que la sacó de sus pensamientos.

Volteó para ver a un Jean con el cabello desordenado y los ojos inflamados que justo había dejado caer una canasta con ropa blanca mojada.

—¿Qué es eso?

—Pañales que ya no están llenos de mierda —respondió él con voz ronca mientras se agachaba por uno de ellos y lo colgaba con un gancho.

—Se ven muy grandes —observó Mikasa al tomar uno y extenderlo.

—No son de Irina, son de mi sobrino. Ina me dijo que el tiempo que está usando para amamantar lo usaba para hacer este tipo de cosas, así que me ofrecí a lavar la ropa.

—¿Y por qué te enojas si tú te ofreciste? —Preguntó ella tomando entre sus manos otra de las prendas y colgándola sobre su cabeza.

—No estoy enojado.. Bueno, tal vez, pero no es esto. O no completamente. —El hombre bajó los brazos dispuesto a explicar, pero Mikasa le hizo una seña para que continuara con la labor mientras hablaba. Jean se agachó y tomó otro pañal—. Eso solo que estoy cansado, no dormí bien. Y el jabón es más abrasivo que el que usábamos en el entrenamiento, siento las manos cortadas. Además me da terror que en unos meses tenga que limpiar este tipo de desastres pero para mi propia hija.

Mikasa tocó velozmente una de las manos de Jean en el camino de vuelta a la cesta. Este último emitió un sonido entre un hipo y una tos al sentir el toque de la mujer. ¿En serio no lo superaba aún? ¿O era que el contacto repentino lo sobresaltó?

La paz en Eldia (Fanfic de Attack On Titan)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora