—Mikasa, ¿qué tienes?
—Nada —ella se volteó y siguió rebuscando entre las pertenencias de Jean.
—Respuesta incorrecta, nunca es “nada” cuando la gente se pone así, ¿qué tienes?
—¿No trajiste nada para dormir? Solo hay una camisa de vestir.
Escuchar el nuevo tono que adquirió la voz de la mujer le rompió el corazón. Si levantarse no se le estuviera complicando tanto en este momento habría ido a abrazarla, quizá sería buena idea hacerlo después, cuando se sintiera mejor. Todavía se sentía confiado para arriesgar un golpe en la nariz de todas formas.
No era que se escuchara triste, de hecho era todo lo contrario: hablaba como siempre, como si nada pasara. ¿Qué tantos sentimientos escondería bajo ese caparazón bajo el que se metía? ¿Acaso su voz normal escondía siempre a una mujer a punto de romperse? Considerando lo que sabía de ella y su vida, era lo más probable.
La dejó tranquila por lo pronto, no planeaba hacerla enojar y arriesgarse a que lo dejara junto a ese agujero con olor a miados.
—Me gusta verme presentable, creo que usar camisas me va bien, más elegante y limpio —dijo rindiéndose ante la discusión que ella tenía en mente.
—Bueno, sí, pero ¿cómo planeabas dormir?
—En la ropa interior que traigo ahora —respondió avergonzado—. ¿No quieres pasarme a la cama? No aguanto el olor.
Mikasa lo ayudó a levantarse y entre quejidos de una y el otro cruzaron la habitación y él quedó sentado en la cama. Sí, era raro. Había visto a esa chica levantar barriles llenos y vigas de metal en un hombro a los quince años. No era que él pesara poco, tampoco consideró alguna vez que Mikasa batallaría con sus noventa y cinco kilos.
—¿Quieres cambiarte el pantalón? Te advierto que no vas a dormir en ropa interior conmigo aquí —dijo después de volverse y sacar un pantalón y un par de calzoncillos.
—¿Y sin ropa interior?
No estaba esperando recibir el pantalón en la cara desde el sitio donde estaba su maleta. Bueno, no podía decirse que su amiga fuera exactamente débil, con ese impacto que le dejó adolorida la nariz. Por algún motivo, Jean se alegró cuando vio que Mikasa había respondido a su comentario en vez de solo ignorarlo. Soltó una carcajada que le estiró los músculos del abdomen y el pecho y lo hizo apretar los dientes de dolor.
—¿Qué es gracioso?
—Nada, voltéate para que me cambie y cenamos.
Cambiarse había sido tan difícil como lo imaginó, pero alguna vez ya se las había arreglado para hacer su vida por un par de semanas y además ser el secretario interino de la comandante Hange. Claro, esto dolía más y estaba la preocupación de que un profesional todavía no trataba sus heridas, pero el poder apoyarse en la pierna derecha le ayudó bastante. La ropa que se quitó estaba inmunda, tiesa por la sangre seca, así que fue un alivio poder cambiarse a algo limpio; aunque él se sintiera demasiado estúpido al haber traído un pantalón de vestir en vez de algo más cómodo. Bueno, el estilo no se lo quitaba nadie.
Cinco minutos después, y con la herida sangrado algo más que antes, le indicó a Mikasa que podía voltearse. Ella no mostró intención de cambiarse (y claro que Jean no lo iba a sugerir) y solamente se acercó con los platos de comida y los tarros de cerveza de una forma que, a pesar de lo agraciada que era Mikasa, se veía algo torpe comparada con como lo había hecho la camarera embarazada.
—Cúbrete, exhibicionista —le dijo Mikasa, de una forma que a Jean le pareció cómodo tomar como cariñosa. Ella, después de ponerle el plato de comida en las manos, le puso sobre los hombros la manta de la cama.
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La paz en Eldia (Fanfic de Attack On Titan)
FanfictionLos embajadores por la paz de las naciones aliadas llegan a la isla de Paradis para ejecutar el plan diseñado por la reina Historia y los embajadores Arlert y Azumabito con el fin de evitar los conflictos entre los eldianos y el resto del mundo. Por...