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¿Cuánto tiempo llevaba aquí? ¿A penas era la cuarta noche?

La niña sobre su pecho emitió un quejido y Jean contuvo la respiración, temiendo que se despertara de nuevo. La primera noche le improvisó una cuna con su maleta, pero pronto descubrió que tenía más tiempo para dormitar si no la movía de sitio.

Los ojos los sentía resecos, como si tuviera una costra sobre ellos, y parpadear le ardía.

Una vez el entrenador Shadis lo castigó a él y otros reclutas por despertarse tarde haciéndolos pasar dos noches en vela. Cerca de sesenta horas sin dormir y no lo había sentido tan desesperante como esto. Recordaba las taquicardias de aquella vez, preguntándose si lo que experimentaba ahora era el fantasma de esa ocasión o en verdad su corazón estaría a punto de explotar en ese momento.

Era una forma de tortura, estaba convencido. Le sorprendiera que no hubiera escuchado a nadie quejarse por esto, solo Ina le advirtió, pero lo hizo sonar como si no fuera nada del otro mundo, como si no pasara minutos, horas, días, deseando poder dormir por fin.

Ni siquiera había fumado en todo ese tiempo. Ni un cigarro. Se le antojaba, pero Pieck le dijo que probablemente no sería lo mejor para la niña estar aspirando el humo y Armin estuvo de acuerdo. Maldito par de cerebritos, ¿por qué se equivocaban tan rara vez?

Empezaba a dormitar. La dura cama se sentía como si fuera una colcha de plumas y dejó de importarle que le colgaran los pies. El calor de Irina lo arrullaba y por fin había silencio. Cerró los ojos. Qué cansancio.

El llanto agudo lo despertó, como cada vez que tenía la osadía de quedarse dormido. Como siempre, al abrir los ojos éstos se sentían más secos, el cuello más adolorido, el alma más cansada.

Palpó el pañal con cuidado: seco. Le ofreció la mamila a la pequeña y ella lo rechazó. Jean suspiró y se sentó, recargándose contra la pared. Arrulló a la bebé suavemente mientras le hablaba:

—Deja de llorar, por favor, ¿no sabes que tu papá también debe dormir? —Le acarició una mejilla con el dorso del dedo, era tan pequeña, como una muñeca—. Shh, shh, shh, no tienes hambre, por favor cállate.

Las primeras dos noches le cantó. Había parecido funcionar más que solo arrullarla, pero en ese momento se sentía tan perdido que estaba seguro de que si trataba de entonar algo lloraría y no habría manera de contener el llanto.

***

Armin les hizo un té y con la ayuda de Reiner lo llevó a la orilla del claro, en donde descansaban Hiromu, Connie, Jean e Irina resguardados bajo la sombra de algunos árboles. Ojalá hubiera habido galletas o alguna golosina, pero las familias de Jean y Connie vivían de la forma austera que recordaba en su adolescencia.

Había propuesto una tarde de chicos para intentar acoplar al prometido de Mikasa al grupo, pero estaba resultando difícil. El guardia ni siquiera se había sentado, sino que estaba parado en una posición rígida y mirando de reojo a Connie, que fumaba a una distancia prudente con el ceño fruncido. Jean se encontraba en el suelo, dormitando con la niña en el abdomen. Estaban demasiado apagados.

Cielos, Armin nunca había sido el alma de la fiesta. Tal vez si hubiera invitado a las chicas Pieck podría... No, por mucho que amara a Annie y Mikasa, ambas eran demasiado lúgubres como para abrir a este tipo. Se las tendría que arreglar él para acercar a Hiromu al grupo y si se podía para tratar de hacer entrar en razón a los otros dos idiotas.

Por fortuna Reiner se veía de buen humor.

—¿Listos para el té? —Llegó con la mejor de sus sonrisas

La paz en Eldia (Fanfic de Attack On Titan)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora