11

280 21 12
                                    

—Por fin, qué bueno que llegaron. Armin no deja de decir cosas extrañas.

—¡Jean! —lo reprendió el comandante con gesto de espanto.

Mikasa detuvo el caballo frente a los muchachos y esperó a que Pieck desmontara para bajar ella. Ambos hombres se levantaron de su asiento.

—¿Necesitas ayuda? —le preguntó Jean a la mujer más pequeña, extendiéndome una mano.

La chica miró a su alrededor hasta que encontró al escolta que las acompañaba. El muchacho en vez de estar pegado a ellas se quedó con el par de guardias que se quedaron con Armin y Jean.

—Pieck, ya bájate. Yo también estoy cansada —gruñó Mikasa.

Pieck terminó por suspirar y aceptó el brazo de Jean para bajar entre un salto y un patético deslizamiento. Todo su peso lo recargó en el joven y cuando dieron un par de pasos lejos del caballo Jean notó que se le doblaban las piernas.

—Malditas bestias, no entiendo por qué no los dejan sueltos y usan carros de motor. Es más fácil —lloriqueó ella.

—Son más baratos y rápidos que los carros, y nadie te obligó a ir. Tú sola te ofreciste cuando Mikasa preguntó.

Mikasa bajó en ese momento del caballo, hizo una pausa y se recargó contra el costado del animal, palmeándole el cuello.

—Eh, Mikasa, ¿estás bien? —preguntó Jean, y luego agregó, fanfarrón—: Si necesitas te puedo ayudar también, puedo llevar a cada una en un brazo.

—Qué galante —se mofó Pieck.

—No, sí puedo caminar —dijo Mikasa dando un tembloroso paso hacia adelante.

La joven entregó las riendas al guardia hizuru que a penas las alcanzaba y avanzó hacia Jean, tomándole el hombro firmemente pero sin recargar demasiado peso en él. Así avanzaron hasta el carro de motor que ya los esperaba, como si estuviera cargando con anciana y media.

—Nunca me habían dolido tanto las piernas —se quejó de nuevo Pieck.

—¿En serio no? —preguntó Jean con media sonrisa, a lo que Pieck le respondió con un golpe en el estómago. No usó toda su fuerza y Jean se lo esperaba, así que no soltó más que un quejido suave—. Lo decía porque llevaste entrenamiento militar, es difícil de creer que no te dolieran tanto las piernas entonces.

—Sí, seguramente —refunfuñó ella, quitándole peso de encima a Jean—. ¡Santo cielo! ¿Es ella? —Chilló ahora a ver a la beba en los brazos de Armin—. Jean, tienes que prestármela.

—No se presta, pero si te sientas antes la puedes cargar.

—Yo también, por favor —dijo Mikasa.

Jean volteó a mirarla y fue entonces cuando se escuchó una ráfaga de disparos seguidos por un:

—¡Pelea, pelea! —Y más disparos.

El escolta de Pieck y Mikasa llegó a su lado en un abrir y cerrar de ojos, gritándoles:

—¡Suban al carro, rápido!

—Hiromu... —comenzó a decir Mikasa pero el hombre les indicó que se apuraran de nuevo, empujando la espalda de Jean y Mikasa al tiempo que tomaba a esta última del brazo y la jalaba al carro.

Jean tomó a Pieck de la cintura y avanzó a toda velocidad al carro, en donde otro soldado ya estaba empujando a Armin con todo y bebé al interior. El muchacho, Hiromu, cerró la puerta con fuerza una vez que los cinco estuvieron a bordo para luego ponerse la capucha y correr a subirse a su caballo.

La paz en Eldia (Fanfic de Attack On Titan)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora