Capítulo 24

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La semana fluyó como agua escapando entre los diminutos agujeros de dificultades y encuentros encantadores para el pequeño protagonista de constelaciones por pecas.

El sábado llegó y, al abrir los ojos sintió un inusual abrazo en su espalda.
–¿Da...bi?– Extrañado pronunció, volteando a ver al alto hombre detrás de su espalda que le envolvía con sus brazos. Al verle se encontró con una calmada expresión cubierta de cicatrices de quemadura que, sin darse cuenta acarició.

El azabache le detuvo con suavidad apenas sintió el toque sobre su piel.
–No creo que te gusten las cicatrices, o serías muy raro– Se burló adormilado tomando la mano del peliverde.

–No es así...pero tus cicatrices son...– Como si se preparase para un impacto, Dabi se encogió un poco. –...Hermosas– Atónito y con los ojos como platos le miró, encontrándose con la reconforta expresión sonriente del pequeño peliverde.

–¿Hermosas...eh?– Susurró para si mismo, tocando involuntariamente su rostro.
–Jeje...te lo juro– Le miró en medio de una risilla brillante.

Antes poder calcular algo, Izuku acarició con suavidad el maltratado rostro del joven de mirada zafiro.
Lo sostuvo con ambas manos con una delicadeza ineflable, cosa que en silencio, Dabi disfrutó.

El hombre de cabellera carbón se hallaba en total limerencia producto del toque y trato que el de orbes jade tenía para consigo.
Sus mejillas de tornaron de carmín y entrelazó sus dedos con los del pequeño frente a sí.

El momento efímero y eterno al mismo tiempo aligeró su corazón.
Su alma le gritaba que permanezca así hasta la eternidad.
Pero la realidad no es tan agradable y el celular del pecoso sonó.

Lo tomó casi de inmediato, interrumpiendo el gosozo toque gentil en el rostro del azabache.
–Oh... Dencchan– Murmuró mirando la pantalla de su teléfono celular para poco después teclear torpe pero velozmente una respuesta y, después de unos minutos puso en su reproductor una melodía instrumental para dejar su celular una vez más sobre el buró y finalmente se levantó de la cama.

Despabiló un poco después de levantarse del colchón con los ojos entrecerrados y tallar los mismos con sus puños.

–Ahora que lo pienso...¿Qué demonios haces aquí?– Miró severo al hombre de orbes zafiro sobre su cama.
–Vine a visitar al ratón asustadizo, ¿Qué harías si tenías una pesadilla y yo no estaba para mí?– Le miró con una expresión se burla, y en lugar de ofenderse, Izuku suspiró pesadamente.

–Que pésimo sentido del humor– Habló para después voltear en dirección al baño.
Dabi permaneció en silencio, observando la ya cerrada puerta del baño donde Izuku estaba.

Su sonrisa burlona se fué y una seria mirada estaba clavada en la puerta, en ansiosa espera de que el peliverde saliera. Cosa ocurrida al transcurso de un par de canciones.

Dabi, quién se encontraba a medio bostezo aún sobre la cama del pecoso se halló embelesado segundos después de oír el rechiñído de la puerta a la que tan pendiente estaba.

Su boca abierta por el bostezo no pudo cerrarse al ser capaz de observar a Izuku salir del baño. Vestido de negro con un traje de chaleco carbón brillante que enfatizaba sus delicadas curvas y una corbata blanca en su camisa, con su cabello viridian recogido del lado izquierdo por un par de pasadores y un tenue bálsamo color cereza sobre sus labios sumándole un toque de tono bermellon en las puntas de sus redondos ojos.

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