Capítulo 32

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El par de jóvenes estaban sentados el uno frente al otro sintiendo el helado pavimento bajo sus pies.

Ambos sobaron sus cuerpos en las zonas afectadas con suma delicadeza debido al dolor.
Tal vez un par de segundos se mantuvieron quejumbrosos entre murmuros, mientras cerraban momentáneamente los ojos recuperándose del impacto.

Tras el transcurso de infinitos segundos entre silenciosos quejidos adoloridos ambos jóvenes entre abrieron al mismo tiempo los ojos.

Era simple, tán solo un cruce de miradas involuntario entre dos chicos cuyos caminos se habían topado bruscamente.

Sin embargo, el choque de sus miradas pareció ser más impactante que el de sus cuerpos, puesto que pareció detener el tiempo.

En un perecero parpadeo sólo estuvieron ellos dos en el mundo.
Cómo el efímero momento de silencio previo a un estallido músical.

La eternidad era corta a comparación del pequeño momento en que sus miradas notaron la del otro.

Ambos estaban atontados, por lo que no movieron un solo músculo más allá de sus ojos que se abrían de par en par observando los del contrario.

El chico de piel lechosa dotada de tiernas constelaciones parpadeó un par de veces, intentando procesar lo sucedido y así, decidir lo que haría a continuación.

Mientras que al otro lado de la escena, Tamaki Amajiki se hallaba absorto.
Perdido interminablemente en el par de orbes esmeralda frente a los propios. Vagaba visualmente en cada rizo en su cabellera viridan que hace poco se halló efímeramente en su pecho.

Tal vez sólo transcurrió un segundo. Pero para el despistado chico de cabellera índigo fué más que suficiente para perderse y encontrarse númerosas veces entre cada peca, cabello y detalle del joven frente a él.

Sus ojos no podían apartarse del delicado cuerpo que se topó con el propio cuál obra del travieso destino.

Por un instante su mente pensó que quizá si fué el destino, y alegó que si así fuese no se opondría.

Desde que divisó al pequeño varón frente a sus ojos estuvo dispuesto a dejarse arrastrar por las garras de aquella semipiterna belleza incapaz de ocultarse o disimularse.

En aquél infinito y efímero momento no sintió timidez ni ganas de huír si no un enorme impulso de seguir observando la belleza de aquél joven por toda la eternidad.

Sin embargo, distinto a lo que cualquiera hubiese deseado, aquél fulminante cruce de miradas se vió acabando cuándo el chico con ondulatorio césped por cabellera reaccionó.

Izuku se levantó levemente adolorido y con lentitud se inclinó para extenderle su mano al atontado joven de afilada mirada cansada.

–Lo siento mucho, no veía por dónde caminaba, ¿Estás bien?– Preocupado le cuestionó al contrario de mirada perdida en la propia.

El silencio se hizo de nuevo por unos cuántos segundos y finalmente volvió a hablar ante la ausencia de respuesta.
–¿...T-todo bien?– Sonriendo nerviosamente pronunció.

–¡A-ah! S-s-si, p-per-don– Titubeante reaccionó como si una corriente eléctrica le hubiese despertado de entre los brazos de Morfeo.

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