Capítulo 34

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Ojiro se levantó tan temprano por la mañana como pudo hacerlo.

Al día previo notó una abismal diferencia en el comportamiento de cierto joven de cabellera verdosa que tantos latidos le había robado.

Preocupado buscó mentalmente innumerables maneras de animarle aunque fuera un poco.

Finalmente terminó por refugiarse en el campo que mejor conocía, las flores.

Corrió a casa con todas sus fuerzas y reunió del pequeño invernadero de su hogar tantas flores con bello significado cómo encontró.

Volvió a las habitaciones con un voluptuoso ramo colorido repleto de significados hermosos.

Pese a su larga reflexión y revoltijo, terminó por no atreverse a darle las cinco flores planeadas al principio y en su lugar, tomó el más sencillo, pacífico y suave tulipán entre el grupo de flores, lo dejo en agua y se acurrucó en la cama.

Se revolvía en la cama sin descanso, emocionado pataleaba y movía inconscientemente su cola pensando mientras sus pómulos se tenían de carmín.

No podía imaginarse dándole personalmente el capullo.
Tan solo pensar en el rostro sorprendido de aquél adorable pecoso de mirada inocente le acobardaba.

Tragaba saliva pensando que quizá, aquél culto y conocedor chico de cabellera primavera sabría que el tulipán confesaba discretamente en su idioma un sincero y profundo amor.

De un momento a otro se arrepentía, tal vez Izuku se daría cuenta de que estaba confesándose a través del colorido fruto, pintando su rostro de bermellón.

Entre la emoción y los nervios se quedó dormido pensando incesante en su sonrisa y sus rizos viridian para perderse cuál bosque.

Volviendo a la escena actual, Izuku le sonreía alegre al rubio de ojos suavemente razgados que paulatinamente se sonrojaba apreciando la armoniosa imagen del pecoso con el tulipán suave tono fresa

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Volviendo a la escena actual, Izuku le sonreía alegre al rubio de ojos suavemente razgados que paulatinamente se sonrojaba apreciando la armoniosa imagen del pecoso con el tulipán suave tono fresa.

Pese a no haberse atrevido a dar personalmente la flor, se mantuvo ansioso después de dejarla sobre su escritorio.

Más toda ansiedad valió la pena cuándo fué capaz de ver desde su asiento cómo en su rostro de porcelana se dibujaba una indefinible sonrisa a la par que levantaba con suavidad el tallo del tulipán.

Sin contenerse, se levantó de inmediato de su asiento y con nerviosismo hasta la punta de sus cabellos le dirigió la palabra al joven de mirada esmeralda inmerso en su discreto regalo.

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