Capítulo 39

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El amanecer llegó con naturalidad como cualquier otro día cuando el Sol se asomó a paso lento desde el oriente, Izuku aún estaba fuertemente atado entre los brazos de su querido amigo de cabellera ceniza cuando abrió los ojos suavemente con un rayo de Sol saludándole alegremente.

Parpadeó un par de veces y tras acostumbrarse un poco a la luz aún con los ojos levemente cerrados se desprendió del abrazo del durmiente rubio y se sentó en la cama, tallando sus párpados con lentitud.

–Buenos días mamá...buenos días mundo...jeje...– Balbuceó con una sonrisa llena de tranquilidad como habituaba hacer cada mañana, saludando el mundo con su luz al igual que la estrella más cercana él que justo le acababa de despertar.

Tras unos pocos segundos, Katsuki comenzó a revolverse entre las sábanas al notar la falta de presencia del chico entre sus brazos, entre abriendo sus ojos para buscarle en la cama.

Al cabo de tentar un par de veces el colchón se topó al fin con la cintura de su amado y de inmediato le tiró de vuelta a la cama.
–¡Kacchan! Suéltame, tenemos que levantarnos para ir a clases– Remilgó entre enfadados susurros el peliverde, apartando suavemente los brazos de su amigo de entre su dorzo.

–...Ugh... Sólo cállate...– Se quejó sin poder abrir los ojos debido al sueño.
–No Kacchan, me tengo que ir– Regañó en un puchero el peliverde aguantando las ganas de burlarse del adormilado rostro del rubio ceniza.

–Quédate conmigo...No pasará nada si llegamos un poco tarde...– Suplicó cual infante el más alto, provocando que su contrario soltara una cantarína risa que bastó para despertarle por completo.

–Ya te dije que no tontito, y sabes que el Sensei enfurecerá si vamos muy tarde– Entre risas insistió mientras daba un adorable golpecito con el dedo en la frente de su contrario.

Sin vacilar las mejillas del chico con mirada escarlata se tornaron de un intenso tono bermellón, e inconscientemente agradeció poder ver el agraciado rostro apenas despertar.

Acercó poco a poco su brazo y finalmente acarició la lechosa mejilla del pequeño rociada de gotas canela.
–...Bien, ganaste– Se rinde el rubio en un suspiro para después soltar la cintura del peliverde y levantándose come él, provocándole una encantadora sonrisa llena de alegría.

Y así, ambos comienzan su rutina matutina con la ternura y placer de tener al otro a su lado.

Izuku tararea alegremente y Katsuki sonríe perdido en la satisfacción de una mañana acompañado de su adorado amigo de la infancia.

Al llegar la hora de clases, el adormilado profesor de marcadas ojeras explico apenas inició la primera clase, que por el resto de la semana presente y la próxima tendrían la oportunidad de entrenar activamente con los tres estudiantes en la cúspi...

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Al llegar la hora de clases, el adormilado profesor de marcadas ojeras explico apenas inició la primera clase, que por el resto de la semana presente y la próxima tendrían la oportunidad de entrenar activamente con los tres estudiantes en la cúspide de la UA acompañado de los estudiantes de la clase 1-B.

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