Capítulo 38

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Izuku se hallaba con la mirada perdida en el suelo con el pecho estrujado por el dolor de los recuerdos.

Con lentitud y duda, Katsuki extendió su mano hacia el decaído rostro de porcelana de su más importante persona.

Con suavidad y cuidado expresado en la calidez de sus manos y la preocupación de su mirada, tocó al fin el rostro de Izuku bañado en lágrimas de cristal.

El peliverde se limitó a permanecer en silencio, volteando su vista hacia al rubio, miradole con anhelo. Aquella mirada que expresaba todo, aquella expresión que susurraba suplicante por un abrazo y un consuelo eterno. Consuelo que el contrario no dudaría ni un segundo en entregarle.

Apenas sus miradas se cruzaron Katsuki se abalanzó con brusca delicadeza sobre el peliverde y le abrazó a forma de consuelo, dejando que el silencio se apoderase de la habitación y que el sonido de sus latidos dijera todo por él.

Ni una palabra había sido mencionada desde que Izuku terminó su narración pero, por alguna razón, ambos jóvenes parecían entenderse y comunicarse más de lo que habían hecho en toda su vida.

Ninguno abrió la boca en busca de palabras. En su lugar, dejaron al brillo en sus ojos y al sonido de sus corazones sincronizarse, diciéndo todo lo que debían y necesitaban decirse el uno al otro.

Permanecieron así, hablándose en el idioma del silencio y comunicando únicamente sus respiraciones hasta que la Luna se posó en lo más alto del cielo.

Sus lágrimas se secaron con lentitud y sus almas se estabilizaron al compás del pulso del otro, sus inquietas respiraciones dieron calma en aquél casi eterno abrazo hasta que el viento hizo resonar la llegada de la calma tras la realmente intensa tormenta.

Ambos estaban ya prácticamente vueltos a la normalidad de no ser por sus ojos enrocejidos e hinchados debido al llanto.
De pronto, el abrazo se vió interrumpido por Izuku soltándose de los robustos brazos del oji escarlata.

–¿Qué haces?– Balbuceó Katsuki aferrandose al delgado cuerpo entre sus brazos.
–Creo que debería ir por algo de cenar, ahora vuelvo, ¿Quieres algo en especial?– Susurraba con calma al despegarse una vez más de los del rubio.

–Quiero que te quedes conmigo.– Afirma tomando la mano del peliverde que casi marchaba fuera de la habitación, en respuesta giró un poco su cuerpo y delicadamente acarició la mejilla del ahora berrinchudo joven.

–Vuelvo de inmediato Kacchan, te prometo qué después de ir me quedaré a tu lado toda la noche– Izuku sonrió con calma, transmitiendo tranquilidad y logrando que finalmente el contrario le soltara.
–Más te vale apresurarte– Advierte dando la vuelta en la cama.

–Jeje, claro, ahora vuelvo Kacchan– Sonrió el pequeño una vez más, para posteriormente retirarse en silencio.

–Jeje, claro, ahora vuelvo Kacchan– Sonrió el pequeño una vez más, para posteriormente retirarse en silencio

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