4. Estúpido

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Naylea

Salgo de la empresa echando humo, no quería demostrarle a Darío que su comentario sobre como voy vestida me afectó, no entiendo como una persona puede tener tan poquito tacto, él sabe mi situación y aún así no
duda ni por un segundo hacerme sentir mal.

Decido ir a la casa de mi madre, mi mejor amiga me dejó dinero suficiente para tomar tomar dos taxis (uno para ir para la empresa y otro de vuelta) pero necesito ir por mi ropa y mis ahorros.

—Taxi—grito alzando mis manos—TAXIIIII

Se para en frente de mí, abro la puerta y me subo.

—Gracias señor.

—A la orden, ponga en el GPS la ubicación del lugar al que quiere ir—dice señalando una pantalla que está pegada en la parte de atrás de su asiento—al final del recorrido le saldrá el costo del viaje.

Me relajo en el asiento, cierro los ojos, quiero descansar aunque estoy segura de que llegaremos pronto, la casa de mi madre no queda tan lejos.

—Señorita, llegamos.

Observo la pantalla y saco el dinero del bolso para pagarle.

—Muchas gracias señor, pase buen día—Digo al mismo tiempo que cierro la puerta del auto, el señor no me responde y arranca.

Un hombre de pocas palabras.

Me acerco a la casa y busco en el jardín la piedra donde mi madre esconde la llave de repuesto. Entro a casa y me dirijo directamente a mi habitación, los olores primaverales de mi aromatizante inundan mis fosas nasales, extrañaré mi habitación, a mi madre, la casa, todo, me duele saber que mi madre tomó esta decisión, aunque creo que fue lo mejor, no puedo estar en un lugar donde una persona tenga malas intenciones conmigo.

Todos a medida que vamos creciendo, pensamos en como sería nuestro futuro, sin embargo, a ninguno se nos pasa por la cabeza conseguir nuestro primer trabajo en estas condiciones, ni ser echados de casa, mis sueños y metas están tabaleando.

Busco una maleta y echo ropa formal, para la oficina, algunos vestidos, pantalones, mi uniforme, blusas y ropa interior, utilizo una más pequeña para mis calzados, accesorios y productos de higiene personal. Tomo mi mochila y entro todos mis cuadernos. Encima del tocador alcanzo a ver mi celular y mis alcancías, son 3 en total. Me apresuro y salgo de casa, dejo la llave debajo de la piedra, saco el celular y pido un taxi, mientras lo espero, veo a algunos vecinos haciendo sus actividades diarias.

—Los extrañaré a ustedes también—susurro.

En pocos minutos alcanzo a ver un auto gris acercándose.

—¿Naylea Williams?—pregunta a penas baja el cristal del auto.

—Si.

—Súbase, yo la ayudaré con eso—dice apuntando a mis maletas.

—Muchas gracias.

—A la orden—las toma y las entra en el maletero.

Al contrario del hombre del taxi anterior, este es sociable—Entonces, ¿cómo me dijo que se llamaba señorita?

—Naylea.

—¿Cuánto tiempo duró en su antigua casa?, en caso de que se esté mudando, o ¿solo son vacaciones?

Ok, muy sociable.

—Me estoy mudando—respondo lo más rápido posible, tratando de que la conversación quede ahí, mi madre siempre ha dicho que no se le puede brindar tantas informaciones a un desconocido.

Más que tu jefe Donde viven las historias. Descúbrelo ahora