15. Reclamos

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Capítulo 15

Me lanzo en la cama desilusionada, ¿Por qué Dario tiene que ser tan cruel?, Ganas no me faltan de marcharme con Enrique.

Estoy muy enojada por todo lo que sucedió allá afuera, si hubiéramos estado dentro de la casa, hubiese sido más aceptable, sin embargo, tampoco era razón para tratarnos como lo hizo.
Yo nunca rompería ninguna de sus estupidas reglas.

¡Solo quiero pasar un día en paz!

Cierro los ojos, lágrimas de impotencia caen por mis mejillas, odio la sensación de querer decir o hacer algo y no poder porque podría afectarme, no quiero estar en este lugar, desearía abrir los ojos y estar con mamá, que todo esto no haya sido nada más que una pesadilla.

Sin embargo, es real, muy real, todo lo que siento, todo lo que me pasa, mis emociones reprimidas, las que expreso, me siento al borde del precipicio.

Abro los ojos nuevamente y me paro de la cama, necesito bañarme para relajarme, me pondría a escuchar música pero no tengo celular.

Al salir del baño, me coloco mi pijama y bajo a cenar, paso por el comedor y ahí está el ogro, digo: el señor Dario, no lo miro más que de reojo, estoy enojada.

—Buenas noches Irisa—saludó al llegar a la cocina.

—Buenas noches señorita Naylea, ¿ya va a cenar?

—Si, por favor—tomo asiento en la mesa de la cocina y espero a que Irisa me sirva, estoy segura de que Dario odiaría esta escena, pero sus emociones no son mi problema.

—Mire señorita, hoy hice pollo con verduras al papillote— la miro extrañada— le juro que sabe mejor de lo que suena.

—Confío en usted, cocina muy rico— digo tomando mi tenedor.

—Muchas gracias— toma asiento a mi lado y empieza a comer.

—Cuénteme de usted— pongo un tema de conversación—¿Hace cuánto trabaja aquí?

—No hay mucho que decir, se aburriría— responde apenada.

—No creo, usted es una señora muy adorable, además, debo entretenerme, no se imagina el terrible día que estoy viviendo, hoy es uno de esos en los que me pregunto: ¿en serio vale la pena lo que estoy haciendo?, ¿me iría mejor si regreso a casa y me disculpo con mi padrastro?, sin embargo, no quiero rendirme, disculparme sería apoyar sus acciones e incentivarlo a que me haga algo, porque sabría que no puedo sola, mi madre no me creería y me quedaría en casa aguantando.

Seco una lágrima traviesa como respuesta a mi desahogo repentino.

—Está bien señorita, le contaré, pero no quiero quiero que siga llorando— habla como si estuviéramos haciendo un trato.

—Mi nombre es Irisa Velázquez, soy colombiana y vine al país junto a mi madre a mis 24 años, por la situación en que vivía mi familia. Los padres del señor Dario eran unas personas maravillosas, nos dieron techo, comida y trabajo apenas tocamos a su puerta, dos años después, mi madre falleció y seguí trabajando aquí, a mis 28 años nació la señorita Natalia y seguida de ella, el señor Dario, le serví a la familia completa hasta que sus padres fallecieron, la señorita Natalia se casó, se marchó y bueno, yo me quedé con el señor Dario, ya no es el mismo, pero estoy orgullosa de cómo ha mantenido el nombre de sus padres en alto.

—¡Guau! Me alegra que los padres de Dario las hayan acogido apenas llegaron, según todo lo que he escuchado, eran personas muy amables. ¿A qué se refiere cuando dice "ya no es el mismo"?

—El señor Darío no siempre fue tan estricto, ni siquiera tenía ese carácter, era un niño muy amable y bien portado, me trataba como si fuera su madre, luego fue creciendo y aunque ya estaba un poco distanciado, lo que detonó su nueva forma de ser fue la muerte de sus padres.

—Entiendo...

Eso significa que si existe un humano debajo de esa capa de arrogancia y crueldad.

Termino de cenar y me paro junto a Irisa con mi plato en mano.

—Tenía razón, estaba muy rica, la ayudaré a fregar así termina más rápido y puede irse a descansar más temprano.

—Muchas gracias señorita Naylea, se lo agradecería.

Nos acercamos al fregadero, ella los limpia, yo los enjuago y pongo en el escurridor, la señora prefiere no utilizar el lavaplatos.

—¿Naylea que hace?— escucho a la persona de la cual no quiero ni mencionar su nombre, hablarme.

Al ver que no contesto, Irisa lo hace por mí.

—Me ayuda a lavar los platos—dice simple.

—Pues que deje de hacerlo, Naylea es mi asistente, no le permito atribuirse oficios que no le conciernen— habla en tanto yo sigo enjuagando como si no lo estuviera escuchando.

—Señorita, deje de hacerlo, no se meta en problemas—susurra Irisa.

—Lo haré por ti—respondo de igual forma—Buenas noches—esta vez hablo alto y me dirijo a mi habitación pasando por al lado de mi odioso jefe. El cual no me deja continuar porque me hala del brazo.

—Tenemos que hablar—expresa como si nada—vamos al despacho.

Sale delante de mí y lo sigo, ¿De qué tenemos que hablar?, ¿Se irá a disculpar por el mal trato que nos dió? O ¿me irá a despedir? De solo pensar en que podría ser la última opción, me pongo nerviosa. Ya estoy cansada de reprimirme solo por miedo a ser despedida.

El camino hacia el despacho se me hizo eterno, pero al fin, estamos frente a él.

—Tome asiento— me señala los muebles, le hago caso y espero a que haga lo mismo— no me gustó para nada lo que pasó ahí afuera, desde el inicio le advertí que tenía reglas, reglas que fueron quebrantadas en el momento que trajo a ese hombre a casa.

—No imaginé que eso aplicaba a "No traigas hombres" , ni siquiera estábamos dentro de su casa, sino en la acera—no lo dejo contestar— si eso era todo lo que me quería decir, buenas noches—me levanto y voy en dirección hacia la puerta.

—Naylea—paro en seco—estas son acciones y faltas de respeto que yo nunca toleraría, la única razón por la cual usted ahora mismo sigue en esta casa y siendo mi asistente, es porque mi hermana le ha tomado un cariño impresionante y siendo sincero, no quiero que nuestra relación de hermanos se vea afectada por una simple asistente insípida.

Ja, oye quien habla.

Salgo sin contestarle, ¿qué le podría decir?

A veces el silencio es la mejor respuesta, más cuando se trata de alguien que sabes que te ignorará, que lo intente hacer ver que está fallando no lo hará mejor persona, creo que no tiene remedio.

Llego a mi habitación y me lanzo en la  cama, la suave cama... mi fiel compañera, ¡qué pena que esta pertenezca a alguien desagradable!

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Más que tu jefe Donde viven las historias. Descúbrelo ahora