27. Diligencias

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Me desperté y lo primero que inundó mi cuerpo, fue la vergüenza por todo lo que sucedió ayer con mi jefe y su mejor amigo.

Me tomó por sorpresa el beso de Kris, mas no me sorprendió, desde el principio imaginé que no era nada más que un mujeriego. Típico hombre con dinero que cree que puede hacer todo lo que le llegue a la mente, sin algún tipo de represalia.

¿Kris me cae bien? Si, perfecto, pero me alejaré de él si planea alejarme de mis responsabilidades.

Ayer casi me cago del susto cuando escuché a Darío a nuestras espaldas, lo bueno para mí y malo para Kris es que quien recibió la ola de reclamos fue él, no yo.

Salgo del taxi y arreglo mi blazer, hoy llevo un conjunto rojo de blazer y pantalón de tela, precioso, lo acompañé con un top blanco, unos tacones y cartera del mismo color. Entro a la recepción y saludo a las personas de la planta baja.

—Buenos días jefe—le hablo al entrar a la oficina, pero este no contesta. Maleducado.

—Hoy nos vamos de viaje—es lo único que dice luego de varios minutos de silencio—se puede tomar el día libre después del almuerzo para que arregle todo, salimos a las 8:00 pm.

¡Hoy tengo cita para ver el departamento!

No le contesto, me dedico a hacer mi trabajo del día.

Planeo escribirle a la señora del apartamento, para ir cuando salga del trabajo, luego voy a casa de Darío, organizo mi maleta, el horario de mi jefe y descanso un poco hasta las 8:00 pm.

—¿Por cuántos días será?—pregunto interesada, necesito saber qué cantidad de ropa tengo que empacar.

—Dos—responde simple—iremos a visitar visitar mi nueva franquicia y a su vez, darle inauguración a esta—añade.

A pesar de ser por trabajo y con la peor compañía que una persona podría tener, me emociona muchísimo el hecho de que voy a ir a otro país.

Reviso los correos de Darío, algunos invitaciones a lugares los cuales estoy segura que no irá y solo me pedirá que envíe buenos regalos. Organizo el horario de esta semana, sumándole el viaje de dos días.

Darío es una persona muy estricta en cuanto a las actividades y horarios, no le gusta que deje cosas que hacer fuera de este, y lo entiendo, pues, para eso se hizo.

Hoy no me ha dirigido la palabra para nada más que lo imprescindible, supongo que sigue enojado por todo lo que pasó ayer con su mejor amigo, aunque siendo sincera, es mejor que no me hable a que se ponga a reclamarme y pedirme cosas estúpidas, como hace normalmente.

Bajo algunos contratos al área de recursos humanos y espero unos minutos para subir a buscar mis cosas, ya casi son las 12.

—¡Ey, Naylea!—escuchó una voz lo bastante conocida para mí a mis espaldas, no quiero hablar con él, por lo que decido encaminarme hacia el ascensor a pasos rápidos pero disimulados.

—Oye, ¡no huyas de mí!

—¡No quiero hablar contigo!—consigo contestar.

Me adentro al ascensor y presiono el botón del ultimo piso con apuro, quiero que se cierre, pero este es más rápido y logra entrar segundos antes de mi cometido.

Ahora nos quedamos encerrados juntos ¡Perfecto! Ruedo los ojos y me volteo, lo ignoraré.

—Lo siento—se sincera—estoy acostumbrado a estar con mujeres un día y olvidarme de ellas, no soy un buen hombre, en absoluto, cometo muchos errores, entre ellos el haberte besado, eres una persona grandiosa y me caes excelente, pero como amiga, esa noche me dejé llevar por las emociones y mi instinto, excedí el límite. No te niego que cuando te conocí te quise en mi cama, como cada secretaria de Dario—¡guau, qué halago!—y sé que en este momento parezco un idiota diciéndote esto—al menos lo admite—luego de que hayas escuchado mi conversación con Darío, anoche no fui completamente sincero contigo ni con Darío solo por no reconocer la verdad: soy un mujeriego, no puedo brindarte amor, te juro que no volverá a pasar, perdóname.

—Eres un inmaduro—es lo primero que consigo expresar—¿qué es eso de ilusionar mujeres para llevártelas a la cama y luego dejarlas tiradas?, ¿Eso planeabas hacer conmigo?, "va a caer directamente a mis pies", ¿eso pensaste?, en ti veía una linda amistad, me decepcionaste—digo saliendo de la caja de aluminio—déjame tranquila—dando por terminada esta conversación.

Entro a la oficina a recoger mis cosas, hoy tengo mucho que hacer.

Tomo mi celular y le escribo a mi gran amigo, Enrique, es hora de terminar con nuestra enemistad, no quiero irme del país estando enojada con mi querido amigo.

"Ya estoy lista para hablar, nos vemos en la tarde en nuestra cafetería favorita"—es lo que tecleo en nuestro chat.

Salgo del edificio y me subo en el primer taxi que pasa por el lugar, en dirección a donde la señora Roberts me está esperando para mostrarme lo que podría ser mi nuevo apartamento.

—Gracias—digo al abandonar el taxi.

Afuera la veo esperándome.

—Buenas tardes, soy Naylea—saludo.

—Amanda Roberts a su servicio—responde—pasemos.

Nos adentramos al departamento y empiezo a recorrerlo con la mirada, se ve acogedor.

—Aquí nos mudamos mi difunto esposo y yo al venir de Cuba—cuenta mientras caminamos por el lugar—al principio lo alquilamos y al paso del tiempo, cuando ya estábamos estables, él me sorprendió regalándomelo en mi cumpleaños número 30, dos años después fue diagnosticado de cancer, solo resistió 5 años y yo no pude seguir viviendo aquí—solloza un poco—lo siento, me pongo sensible al recordarlo—sonríe un poco apenada.

—Tranquila, acaricio su pecho en forma de consuelo—mi padre falleció, sé lo que significa recordar a alguien que amas y ya no está.

—Amo este lugar y espero que si llegas a mudarte en él, lo cuides y mantengas así como cuidas a tu posesión más apreciada—concluye.

Al terminar nuestro recorrido por todo el lugar, puedo decir que: no es el "gran departamento", pero considero que para una persona como yo, está más que perfecto, tiene dos habitaciones, una sala comedor, una cocina, un baño y un pequeño balcón. No necesito más.

—¿Le gusta?—me pregunta al terminar el recorrido por la casa.

—Me encanta, estoy lista para mudarme—digo emocionada.

—Tenemos un contrato por firmar— contesta esta de igual forma.

Salimos del departamento y ya en la cera habla:

—Me comunico con usted cuando todo esté listo.

—Gracias—agradezco observando a mi alrededor, es un lugar muy bonito y pacífico. Me adaptaré rápido.

Nunca me imaginé mudándome sola tan joven, es como una extraña, pero satisfactoria sensación. Tengo miedo, ¿miedo? Me aterra el simple hecho de saber que me tocará asumir todas las responsabilidades de un hogar, siempre he sido la chica despreocupada que vive con "padres" responsables y se ocupan de ella, siquiera sé cocinar, esto de mudarme sola será todo un reto.

Me adentro a la cafetería y a lo lejos alcanzo a ver a mi amigo, sentado viendo hacia el ventanal de local, él aún no nota mi presencia, sus manos están entrelazadas, su mirada perdida y uno de sus pies sostiene un vaivén de arriba hacia abajo.

—Buenas tardes—saludo.

—¡Oh, hola Naylea!—saluda emocionado—se me cae la cara de la vergüenza por todo lo que te hice pasar, lo siento muchísimo—se disculpa—sabes que eres muy especial, te he extrañado muchísimo.

Lo interrumpo con un gran abrazo que no hay que ser muy inteligente para saber que significa: yo también te extrañé.

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Más que tu jefe Donde viven las historias. Descúbrelo ahora