41. Fiesta

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Darío 2/2
Salgo de mi auto lujoso y me dirijo al interior de la empresa, más específico: al salón de eventos, ahí se encuentran muchos magnates y personas importantes.

Me acerco a la barra y pido algo para entrar en ambiente, mientras observo el lugar, no hay señales del anfitrión ni de Naylea.

Me aburro y comienzo a decepcionarme, porque otra vez volví a actuar pensando con el corazón y no en lo que es mejor para mí y la empresa.

Tomo rápido todo el contenido de mi vaso y pido otro, últimamente he estado bebiendo mucho, ya que una vez que empiezo, simplemente no puedo parar.

Una mujer se acerca a la barra y me saluda con una sonrisa radiante y llena de seguridad, es hermosa, su cuerpo y rostro parecen tallados por los mismos dioses, sin embargo, no me interesa. En otros momentos me hubiese encantado tenerla debajo de mí gritando mi nombre, ahora solo deseo que pida su trago y se largue lo antes posible,-¡qué me hiciste mujer!-resoplo con pesadez.

Me alejo de la barra sin siquiera contestarle y me adentro más a la actividad, de repente se forma un silencio, y todos se encuentran mirando a la misma dirección, cuando los imito, veo a Joel West entrar, tan imponente y relajado, a su lado, Naylea, mi bella Naylea, lleva un vestido entallado, rojo, con un abierto en un lado.

La observo con pesadez, está hermosa y fresca, ¿acaso no ve lo que sufrí por ella?, ¿no le importó?

Cuando ya están lo suficientemente cerca y todos los invitados vuelven a sus actividades iniciales, me acerco a saludarlos.

—Buenas noches—digo.
—Darío—saluda este.
—El mismo—contesto sin más.
—Un gusto—me extiende la mano—te presento a mi hermosa asistente Williams, aunque, estoy
seguro de que ya lo conoces—aclara con arrogancia y me guiña un ojo.

Imbecil.

—Claro—sonrío.

—¡Qué pena que hayas dejado ir a una mujer tan inteligente y preparada!—continúa su ataque— ¡oh bueno, qué pena para ti! Yo por mi parte me alegro, adoro tener una mujer tan hermosa y dedicada a mi lado—¿Sigue refiriéndose a su trabajo en la empresa?

Naylea le toca el hombro y sonríe, ¿por qué tanta confianza?

—¡Qué bien, pero yo siendo tú, no cantaría victoria tan rápido!—contesto guiñándole un ojo.

—¡Yo nunca la dejaría irse!—sonríe. Me cae mal.

No contesto y solo sonrío, trato de mantener mi imagen serena y segura.

Pocos segundos después, empieza a sonar una canción lenta, y mi primera idea es invitarla a bailar, así puedo hablarle.

—¿Me concedes esta pieza?—pregunto estirándole la mano.

—No, la primera le toca con su jefe—contesta el idiota.

—No, le toca con quien ella elija bailar—aclaro.

Ambos la observamos expectantes, en espera de su respuesta, sin embargo la traidora decide extenderle la mano a su jefe.

Esto tiene que ser un chiste.

Los veo alejarse tomados de manos, este me observa y la coloca en su cintura.

Imbecil.

Es obvio que está interesado en ella.

Giro los ojos y me dirijo a la barra, la mujer de antes sigue ahí, si ellos juegan, yo también.

La tomo y sin dirigirle la palabra, empiezo a bailar con ella, no necesito hablarle, darle explicaciones; solo la utilizaré para darle celos a Naylea, sin embargo, esta ni repara en mirarme.

¡Es estupido!

¿Acaso no le intereso?

Ruedo los ojos y suelto a la mujer, no estaré para estos juegos, me acerco a donde están y tomo a Naylea de un brazo, no me importa quien me observe, ¡es mía y la quiero para mí!

Me prometí a no volver a actuar con el corazón, pero es la primera vez que siento algo por una mujer, y no quiero pasarme el resto de mi vida arrepentido por no haber dado el paso.

¡Voy a estar con Naylea! Lo tengo claro. Tendría que ser una estupida como para no aceptar estar conmigo.

¿Quién no aceptaría un hombre con dinero, seguridad, atractivo, educación y altura?

Estar conmigo le resolvería la vida.

Aún no estoy seguro de lo que siento, lo único que sé es que no puedo evitar querer tenerla cerca, con ella todas mis reglas y barreras se desmoronan y lo que hice me ha dolido durante todos estos meses.

—Necesitamos hablar—le hablo mientras la saco del lugar.

—¿Qué te pasa Darío?, me acabas de hacer quedar mal con mi jefe, ¿acaso no te das cuenta de que esto pone en riesgo mi trabajo?—dice, una vez llegamos afuera y se suelta de mi agarre.

—Tú no necesitas a ese idiota Naylea, me tienes a mí.

—Pero contigo no volvería a trabajar.—dice, muy segura de sus palabras.

—Naylea—trato de hablar, pero su jefe sale buscándola, lo que me hace actuar por impulso.

—Lo siento—digo, y antes de dejarla contestar, la beso, al principio se queda parada asombrada, pero segundos después, me lo sigue.

Nunca me había sentido tan bien recibiendo un beso como este momento, no sabía que se podía subir al cielo con solo eso.

Su jefe se acerca y le habla:

—Señorita Williams, ¿no cree usted que está siendo muy imprudente?—pregunta este a nuestro lado, lo que hace que Naylea corte el beso instantáneamente.

—¡Si, disculpe jefe!—se excusa esta.

—No tienes que disculparte—intervengo.

—¡Darío, ya!, DÉJAME EN PAZ. Esto—me señala, y luego así misma—fue un error—eso no dijiste hace unos segundos.

Para luego marcharse con su jefe, quien me dedica una sonrisa de autosuficiencia.

Imbecil.

—Volveré y te convenceré —digo esto para marcharme dando portazo.

Quiero tener a Naylea, quiero que sea mía, que me necesite, que sienta que solo conmigo se siente protegida. Ella tiene mi atención, solo ella, porque aunque intente alejarme, siempre vuelve a mi campo visual, para recordarme que es para mí.

Y me esforzaré para arreglar esto, de paso posiciono a mi empresa en el puesto número 1, de donde nunca debió bajar, mataré dos pájaros de un tiro.

Más que tu jefe Donde viven las historias. Descúbrelo ahora