20. Cuidando de mi jefe

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Estamos camino a casa de Dario, se supone que hoy debería estar en la oficina, pero como soy su asistente y él no irá a la empresa, no tengo que ir, Natalia se estará encargando de todo estos días que mi jefe se estará ausentando y yo...bueno, se me pagará por cuidar del gruñón.

—Tenga cuidado al bajar—lo tomo del hombro para que no tenga que hacer fuerzas.

Sorpresivamente hace lo que le pido y lo ayudo a bajarse del auto. Estos días en la clínica se estuvo portando como el idiota que siempre ha sido.

Sobre el ataque: el ex empleado se encuentra tras las rejas, es impresionante lo rápido funcionan las cosas cuando se trata de alguien con dinero. En la casa reforzaron la seguridad y contrataron más vigilantes para que custodien la casa los fines de semana, días los cuales mi jefe odiaba tener personal, pero creo que esto le dejó una lección. Me hubiese gustado que su actitud también cambiara, sin embargo es mucho pedir, sigue siendo el mismo arrogante, cruel y desinteresado de siempre.

¡Este hombre no cambia!

Subimos a su habitación y me quedo a su lado mientras se recuesta y me da alguna orden, al ver que no dice nada, pregunto:

—Señor, ¿necesita algo?

—No, no necesito nada, tampoco la necesito a usted—se adelanta rápidamente—puede decirle a Natalia que me está cuidando, descuide, le pagaré, pero ¡déjame tranquilo!

—No puedo, se lo prometí, no se me hace nada agradable tener que estar con usted tanto tiempo, pero adivine qué: le tocará aguantarme como me tocará a mí aguantarlo a usted.

Me pongo firme, en otra situación no le hubiese hablado así, por miedo, sin embargo Natalia me dió el permiso de reprenderlo siempre y cuando sea necesario, sabíamos que esto pasaría.

—"Dario odia que lo ayuden, prefiere ser independiente"— fueron las palabras de su hermana antes de hacerme prometer que lo cuidaría a pesar de todo.

—Me acostaré aquí—le aviso, no puedo marcharme a mi habitación puesto que eso solo lo incitaría a hacer lo que le dé la gana sin mi ayuda, si estoy aquí puedo estar pendiente de cualquier cosa que vaya a hacer mi obstinado jefe.

—Tampoco tiene que pasarse el día vigilándome.

—Es mi deber.

Dario solo guarda silencio, supongo que se rindió a la idea de que no saldré de aquí por ahora. Toma el control y enciende la televisión. Me imagino que para una persona tan activa como él, esto es un martirio.

—Iré a prepararle algo— me anuncio antes de levantarme, este silencio me tiene muy incómoda.

—No, para eso está Irisa, no me prestaré a comer algo suyo de dudosa procedencia.

No contesto, estoy harta de su actitud.
Cierro los ojos mientras Dario continúa viendo algo en la televisión, no he podido descansar nada estos días.

—¿Así es como dice orgullosa que me cuidará?

—Los viajes a la clínica son los que me han agotado estos últimos días.

—No la obligué a estarse quedando allá pegada a mí, día y noche como garrapata a perro.

—Debería aprender a ser más agradecido de las personas que diariamente están a su lado cuidándolo—bajo la voz—no todos tienen esa suerte—me quiebro un poco al musitar esa última oración, me recuerda a mi madre.

—Todas las personas que según usted me cuidan diariamente, lo hacen porque les pago, sino tuviera dinero estaría solo, ¡despierte! La vida no es tan fácil como su imaginación se la pinta.

—Soy la persona más realista que podrá conocer, créame, sé lo dura que puede ser la vida, sin embargo, habemos personas, como Irisa, como yo, que estoy segura que estaríamos con usted solo porque nos necesita, no por su dinero, creo que quien debe despertar y salirse de su burbuja de arrogancia y superioridad es usted. Tiene mucha razón cuando se refiere a la existencia de quienes se interesan en su dinero, sin embargo, no generalice, yo estaría aquí solo por ayudar a mi amiga.

—No se victimice, los de su clase son todos iguales. Irisa tiene años trabajando con mi familia, no se compare.

—Debería tomar lo que le pasó como impulso para tratar de ser mejor persona, no más arrogante. Si sigue así quizás el próximo si logre matarlo.

—¿Me está amenazando? —pregunta un poco desconcertado.

—No, no sería capaz, pero otros si, practique el ser más educado y comprensivo, son valores y no los compra el dinero.

Es cuestión de segundos para que Darío se mueva un poco y lleve su brazo bueno en dirección a mi cara, me toma de la mandíbula y me obliga a verlo, sus ojos lucen oscuros, sus facciones duras, dejando en evidencia lo enojado que está. Sonríe con amargura antes de contestar.

—¿Cree que se la puede dar de consejera y hablarme cómo le dé la gana solo porque no estoy yendo a la empresa?, una llamada y puedo hacer que la despidan, una sola.—me amenaza—no olvide su papel.

Paso la mirada desde su brazo extendido hasta sus ojos los cuales chocan con los míos.

—Solo busco que sea más consciente y agradecido.

—¿Quién te dijo que quiero serlo?, estoy bien así, antes de intentar arreglar vidas ajenas, debería organizar la suya, es un asco, vive en la casa de un completo desconocido y aún así cree que está en la posición de opinar sobre su vida.

¡Auch!

No sé si fue la dureza de sus palabras o la realidad en ellas, pero por alguna razón sentí el peso de cada uno de mis problemas sobre mis hombros.

¿Qué estoy haciendo con mi vida?

Siento lágrimas deslizarse por mis mejillas lo que hace a mi jefe bajar la guardia.

—Es increíble el talento que tienes para hacer que los demás se sientan como una pura mierda—retiro su mano de mi rostro y me dirijo a la puerta con pasos un poco apresurados.

—Naylea—escucho al susodicho llamarme—¡genial! Ahora mi jefe siente pena por mí ¡increíble!

—Naylea, vuelve aquí o te voy a despedir, ¡lo juro!

Lo ignoro y sigo  en dirección a mi habitación.
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