35. Cumpleaños

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En esta semana y media, Darío ha sido otra persona, no deja su estilo de gruñón y exigente, pero se ha soltado; hemos cenado, conversado, asistido a reuniones y sobretodo...hemos conectado, este podría ser el inicio de un ambiente laboral más tranquilo y saludable.

Esto no quita que siga con mi opinión inicial sobre él, no me quiero ilusionar, podría ser momentáneo, Darío es una persona muy inestable.

—Entonces, ¿cree que sería la opción más factible?—pregunta mi jefe.

Salgo de mi ensimismamiento, puesto que, la persona que se encuentra en mis pensamientos, en estos momentos está frente a mí pidiendo mi opinión sobre algo que no tengo idea.

—¿Qué?—contesto sin saber de qué habla.

—Señorita Naylea, ¿qué le pasa? Está muy desconcentrada hoy.

—Si, lo siento jefe, ¿qué me preguntaba?

—Olvídelo. Si, instalaré 5– se dirige a un señor que al parecer también  esperaba por mi respuesta.

Este empieza a encaminarse y me deja atrás, por lo que opto por adelantar mis pasos.

—¿Qué era?—pregunto, alcanzándolo un poco agitada.

—Olvídelo—repite.

—El hecho de que me pidiera que lo olvidara, me da más ganas de saberlo.

—¿Comemos algo?—cambia de tema.

—Si—digo simple, la comida no se rechaza.

—La llevaré a mi restaurante favorito en esta ciudad.

—Eso no quita que siga con curiosidad. ¿A qué debo dicho placer?

—Ya no importa, lo iba a hacer de todos modos, no es secreto para nadie que no necesito la opinión de los demás. Tu cumpleaños.

—¿Y para qué la pidió entonces?—pregunto ofendida—lo recordó...

—Para que te sientas incluida—sonríe—no olvido nada, solo finjo hacerlo.

—Me pregunto qué tanto puede llegar a fingir—respondo, esta vez refiriéndome a su cambio tan repentino de personalidad.

—Es mejor que no lo sepas—me guiña un ojo.

Nos adentramos al vehículo, hoy está conduciendo Darío.

Fue cuestión de minutos para alcanzar a ver un restaurante de dos pisos; este a primera vista, derrocha pulcritud y elegancia, el nombre está en francés.

—Darío Johnson, tengo una reservación—no se preocupa por saludar.

—Buenas tardes—digo, por lo que mi jefe me dedica una mirada de pocos amigos.

¿Qué hay de malo en la educación? No cuesta nada.

—Buenas tardes, bienvenidos al resto vin rouge, con ustedes se encuentra Javier Méndez, señor Darío, señorita—me dedica un saludo con la cabeza— ¡síganme!—pide.

Nos dirigimos a una mesa para dos y tomamos asiento.

No tengo palabras para describir esto, nunca en mi vida había entrado a un lugar tan bonito y organizado. No me imagino lo que cuesta un platillo aquí...

—————

Al salir del restaurante mi jefe me avisó que iríamos a un lugar, antes de irnos al hotel.

—Llegamos—anuncia mientras nos paramos en unas verjas inmensas—es una de mis fincas.

Observo el lugar, es un terreno extenso con una casa poco modesta, pero luce abandonada...todo aquí  luce extraño, no hay señales de que haya alguna persona.

Más que tu jefe Donde viven las historias. Descúbrelo ahora