44. Mi último voto de confianza

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Llego a la empresa sonriendo como tonta, el simple hecho de que un hombre como Dario pierda su ego, se disculpe y allane mi hogar para hacerme entrar en razón me sube el ego, sin embargo, desconfío de las palabras de Darío, desconfío de lo que siente, de todo lo que tenga que ver con él; lo conocí hace meses y no hay un día de ellos en el que no haya actuado como un desgraciado sin corazón, no quiero volver a caer, me quiero negar a volver a ser su juguete, pero otro lado de mí quiere conocer esa parte de él, en la que es cariñoso, atento y lo da todo por alguien. Si se llegara a esforzar tanto por mí como lo hace por su empresa y todo lo que le interesa en general, lograría hacerme la mujer más feliz del mundo.

Trato de sacar a Darío de mi mente y me dirijo a la oficina lo más sería posible, no quiero que mi jefe note algo extraño en mí, una de las contras principales de llegar a fijarme en Dario sería mi trabajo. Joel ha demostrado cierto interés en mí, aunque para ser sincera, solo una ingenua no lo hubiese notado antes, siempre he sabido que me trata diferente...con afecto, pero nunca se había atrevido a hacer algo más que sonreírme y tratarme con menos rectitud que a los demás, tal vez fue el beso con Darío lo que lo hizo replantear la forma en la que estaba manejando la situación.

Pero habría preferido que se quedara como estaba, porque ahora siento una gran presión por una situación que no puedo controlar, esto afecta tanto mi vida personal como laboral, tengo miedo a aceptar algo que me haga tropezar en el trabajo.

Entro a la oficina y saludo a Joel.

—Buenos días, aquí está su café, si necesita algo, sabe como comunicarse.

—Buen día, si, gracias—me doy la vuelta con la intención de marcharme, acto que se ve interrumpido por el llamado de mi jefe—oiga.

—Diga señor, ¿necesita algo?

—Si, quería disculparme por mi forma de actuar ayer, no quiero asustarla ni hacerla sentir amenazada, usted es la única que puede escoger con quién quiere salir, solo le pido que por favor evite encuentros con la competencia y trate de replantear el rumbo que está tomando su vida.

—Tranquilo señor, yo sé separar mi vida privada de la laboral. La competencia es solo competencia cuando me encuentro en el trabajo, fuera de aquí todos son simples personas que trabajan por lo suyo, permiso—digo esto para salir.

A pesar de haberse estado disculpando, siento que indirectamente me trata de dejar en claro que no aprueba que vea a Darío, cuando esta decisión no es más que mía, nadie puede decidir ni pensar por mí, igual, agradezco su intento de ser respetuoso, aunque quererse incluir en mi vida privada sea todo lo contrario.

Toda mi vida siempre he encontrado personas que me tratan de decir qué hacer, qué decir, cómo comportarme, qué decidir...personas que buscan crear y alcanzar una perfección en mí de acuerdo a sus propios estándares y expectativas. Estoy cansada, y cada día me esfuerzo más por tener independencia mental, poder decidir qué quiero hacer sin sobrepensar tanto en como se sentirán o dirán las personas que me rodean, porque mi vida solo es mía, solo yo pago las consecuencias de mi sumisión...

                                  •

Después de varias horas de trabajo, salgo de la oficina a esperar mi taxi, estoy ahorrando para comprar mi auto, estoy cansada de pedir tantos taxis, sin mencionar la inversión mensual.

A lo lejos alcanzo a ver el vehículo de ayer, Dario.

—Te dije que me dieras tiempo para pensarlo, y que no te quería ver cerca de mi ambiente laboral—le digo apenas baja la ventanilla a mi lado.

—Si, pero puedes pensarlo mientras llegas a salvo a casa y con tu dinero intacto—sugiere.

—No Dario, si te pedí espacio debes respetarlo, ¿sabías que este tipo de comportamientos le bajan puntos a un hombre?

—¿Alejarte del peligro me baja puntos?—cuestiona ofendido.

—No, ser intenso si—aclaro—dame hasta la media noche y te juro que te doy una respuesta.

Me despido de él y me dedico a esperar a mi taxi, sin embargo, este no se mueve.

—Al menos aseguraré tu integridad hasta que te pasen a recoger—avisa—¿o eso me hace intenso?

—No Dario—ruedo los ojos—puedes cuidarme en lo que llega el taxi.

Se me hace tan extraño y complicado tener que aceptar que este es el mismo hombre que por meses vi como trataba y hablaba mal a los demás, incluyéndome.

¡Ay Dario!, ¿será que si me quieres?

Me subo en el taxi y me relajo hasta llegar a casa, este ha sido un día cargado de emociones, desde el momento en que abrí los ojos y lo encontré acostado a mi lado.

*flashback*

Me despierto y lo primero en aparecer en mi campo de visión es Dario, sus ojos están cerrados, transmite paz. Sus pestañas largas le dan un aspecto angelical y sus labios formando un puchero me recuerda a un pequeño niño cuando se le niega algo, sus cejas pobladas se encuentran despeinadas, cada pelo buscando su propia libertad, siguiendo su ritmo; su respiración es lenta, así en cada expiración logrando sacar todo el pesar de su tan ajetreada vida, y en cada inspiración atrayendo esperanza de que pronto no será tan pesada.

El dormir es un momento tan satisfactorio en donde descansamos de lo que nos abruma, soltamos lo que nos pesa y nos despertamos con una nueva oportunidad para ser felices.

Y Dario no era la excepción, hace un mes atrás, nunca me habría imaginado despertando a su lado, poder verlo y detallar cada facción sin sentirme juzgada, pero hoy me encuentro a su lado, porque él así lo quiso, porque eligió mi compañía.

Y aunque se sienta bien, me hace sentir patética, porque a pesar de todo, las cosas podrían solo funcionar porque él así lo quiere, no funcionaron cuando yo quise.

El querer a alguien te arroja a la delgada línea entre entregarte completamente y aceptar el amor que esa persona te pueda dar, aunque no lo sientas suficiente, o dejar ir esa persona y subirte al tren de un sin fin de experiencias, para así terminar encontrando más o menos amor en otra persona, porque todos te piden avanzar en busca de algo mejor, pero nadie te asegura encontrarlo en la siguiente parada.

Dario fue el primer hombre que me inspiró a perder la virginidad, que me dió confianza, pero también fue la razón que me hizo recordar el porqué antes no había confiado en nadie...

Tomo una hojita rosa de mi agenda y le dejo una nota, no quiero despertarlo, no quiero hablarle hasta que no tenga claros mis pensamientos y sentimientos, tengo que ir a trabajar, lo dejaré descansar, se lo merece, no le dejaré llaves del depa, que trate de salir como entró.

                                  •

Al escuchar su voz en la otra línea al tercer timbre de la llamada, hablo—aceptaré que me "conquistes"—río—pero si me rompes el corazón, tendrás que vivir fingiendo que morí, te doy mi último voto de confianza, aprovéchalo—con esto cierro, sin esperar respuesta alguna.


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¡Uy, y la que publique todos los días!

Gracias por sus comentarios y su apoyo.

Pasito a pasito me voy inspirando y dándole forma a esta interesante historia.

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