17. El celular

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Me levanto por el espantoso ruido del despertador, restriego mis ojos y me paro de la cama, mientras más duro acostada, más pereza me da.

—Otro día de trabajo, ¡Qué felicidad!—exclamo sarcástica.

La vida era más fácil cuando mi único deber era estudiar. Voy al baño a hacer mis necesidades matutinas y tomar una ducha.

Al salir me dirijo al armario para sacar uno de mis conjuntos de trabajo, este consta de un pantalón de tela blanco, una blusa sin mangas cuello alto color lila y un blazer del mismo color del pantalón, lo pongo encima de la cama y regreso a buscar unos tacones lilas preciosos, me los regaló mi mamá para mi cumpleaños #17, es mi color favorito.

Me pongo el conjunto y me acerco al beauty para hacerme un maquillaje sencillo y peinar mi cabello.

—¡Hermosa!—sonrío al ver el resultado, mas cuando extiendo mi mano para tomar el teléfono que Enrique me entregó ayer, noto una caja al lado de este

—¿Qué es esto?—me pregunto.

La tomo en manos y me sorprendo al ver de qué se trata.

¡Es un celular!

Extrañada salgo de la habitación y voy a la de Darío, sé que esto indudablemente lo hará enojar, pero necesito que me explique, porque esta caja no estaba anoche cuando regresé, la hubiese visto cuando dejé el celular de la mamá de Enrique en el beauty.

Toco la puerta y espero su respuesta, la cual no recibo, al parecer se está bañando, ya que escucho el agua de la ducha caer.

—SEÑOR DARIO—grito—SEÑOR DA—no puedo continuar porque me sorprende como la puerta es abierta de repente, poniendo en mi campo de visión a mi jefe todo mojado con una toalla amarrada en sus caderas.

—¿Qué busca en mi habitación?—pregunta.

—Buenos días, disculpe mi intrusión, es que encontré esta caja encima del beauty de la habitación que estoy utilizando.

—Es un teléfono—responde obvio.

—Eso lo sé, pero, ¿qué hace en mi habitación?

—Se lo compré, mi asistente no puede andar incomunicada.

—Gracias, pero ya tengo uno—levanto el que Enrique me entregó ayer, mientras le extiendo la caja—más tarde le paso mi número y me podrá llamar las veces que lo necesite.

—¡Ay, no se haga la honrada! Tome el celular, ¿No ve que es mucho mejor que el que tenía? y ni compararlo con eso que sostiene en la mano, no sé como no se le quemó a la primera llamada.

—¿No entiende? No quiero nada de usted, tómelo, no necesito llenarlo de orgullo al saber que aparte de que mi comida, casa y trabajo dependen de usted, también lo haga mi medio de comunicación, este podrá ser atrasado, pero viene de una persona educada.— tomo una pequeña pausa esperando a que conteste algo, como veo que no lo hace, sigo hablando— y le voy a pedir que no vuelva a entrar de esa manera a la habitación, eso es acoso.

—Solo fui a llevarle el teléfono, no sea malagradecida—responde con mala gana.

—Pues yo no se lo pedí, deje de ser maleducado y aprenda a tocar.

No me dice nada, todo lo contrario, me cierra la puerta en la cara dejándome con la caja en manos.

—Excelente— musito enojada.

Toco uno de los botones del celular y observo la hora.

—¡Mierda, es tarde!—corro hacia mi habitación lo más rápido que los tacones me lo permiten, tomo mis cosas y salgo al frente de la casa.

—Javier, ¿me podrías hacer un favor?

—Claro señorita—contesta dispuesto.

—Se me ha hecho tarde, por lo que no pude entregar esto al señor, ¿podrías hacerlo tú por favor?

—Si, cuando vaya a salir se lo doy.

—Muchas gracias, pase feliz resto del día—me despido lanzándole un beso.

Voy a la esquina y ahí está Enrique observándome fijamente.

—Disculpa la tardanza— es lo primero que digo al llegar— tuve un problema con mi jefe.

—Llevo 20 minutos aquí Nay, sabes que odio esperar—rueda los ojos—¿Ahora qué pasó?

—Pues llegaste más temprano de lo normal.

—Si, para que tú esperaras menos, pero con gran sorpresa me encontré—sonríe— pero no me puedo enojar contigo, así es que mejor me cuentas ¿Qué pasó con tu querido jefe?

—Lo mismo de siempre, es más arrogancia que persona. Me compró un teléfono y luego me lo quizo sacar en cara.

—¿Te compró un teléfono?—pregunta asombrado—dime que no lo recibiste.

—Si, y no, no lo recibí, se lo intenté devolver amablemente y ahí saltó con sus cosas, lo dejé con uno de los chicos de seguridad.

—Le di tu nuevo número a Stheisy, prepárate para que te llame 30 veces al día.

Río—ya lo imagino, esa loquita es muy intensa.

—Llegamos a su destino— me despido de él con un beso en el cachete y me bajo del auto.

—¡Ah, se me olvidaba! Hoy en la tarde no necesitaré que me vengas a buscar, tengo cosas que hacer.

Ya casi se acerca esa fecha del mes, necesito pasar por el supermercado a comprar algunas cosas de higiene personal.

—Está bien, nos vemos mañana entonces—se despide—buen día de trabajo.

—Tú igual—sonrío.

Entro por las grandes puertas de cristales de la empresa, saludo a la recepcionista y subo al ascensor, Dario aún no ha llegado, se nota de lejos, ya que hay muchos empleados fuera de sus puestos.

Después de lo qué pasó esta mañana, me siento un poquito incómoda con tan solo pensar que tengo que compartir oficina con él, espero pronto poder tener la mía, he aprendido muy rápido, ya no necesito que me esté vigilando todo el tiempo.

Entra sin saludar y se sienta en su escritorio.

—Mire señor, este es mi número, llámeme si me necesita—le entrego una hojita en donde minutos antes lo escribí acompañado de mi nombre.

No recibo respuesta.

Quien actuó mal fue él y aún así se da el lujo de enojarse. Me pongo a ordenar mis cosas de la escuela, hoy no tengo tarea, lo que me hace recordar que aún no he organizado el horario del señor de la próxima semana.

—Jefe—levanta la mirada de su computadora para prestarme atención— hoy tengo que hacer revisión del correo, ¿lo puedo hacer ahora o más tarde en el despacho?

—Hágalo ahora, hoy no podré revisar los correos, tengo cosas que hacer.

—Está bien no hay problema.

Prendo la computadora y me pongo a hacer lo que me pide, mientras él habla por teléfono, es increíble la cantidad de veces que lo veo hablar por ese aparato al día.

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Más que tu jefe Donde viven las historias. Descúbrelo ahora