26. Inconvenientes

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Darío
—¿Me disculpan un momento?— me dirijo a mis invitados antes de subir a mi habitación. Necesito un descanso de tantas personas.

Voy al baño y me lavo la cara, tomo la pequeña toalla eminentemente blanca colgada cerca de mi lavamanos, tengo la intención de secarme, cuando escucho unas voces que no hacen más que despertar mi curiosidad, con la toalla en mano me acerco a la ventana con vista al área de la piscina, para prestar atención a la conversación.

Escucho una risa femenina, la cual identifico rápidamente, seguida de otra muy conocida para mí.

¿Qué...?

Abro la cortina y los veo...mi amigo sostiene a mi asistente del mentón y la envuelve en un beso que ella responde gustosamente.

Solo una maldita regla y no pudo cumplirla, una vez más.

Tiro la toalla encima de la cama y me encamino en pasos rápidos hacia mi piscina.

Al llegar a la sala les sonrío a algunos invitados que se acercan para felicitarme. En cualquier otro momento me hubiese encantado recibir esos halagos, sin embargo, ahora no pienso en más que estrangular a mi amigo.

Salgo y mientras más me acerco, más clara se me hace su conversación.

—¿Por qué me besaste?—pregunta mi asistente al caer en la realidad.

—¿Por qué?—le dedica una mirada suspicaz.

—Si Kris, ¿por qué?—interfiero sin invitación alguna a la conversación—tenemos que hablar—determino.

Este se para de la hamaca como todo niño regañado y se acerca a mí para salir del área de la piscina, dejando a mi asistente confundida. Por más enojado que esté, nunca permitiría que alguien nos vea discutir.

Entramos a la casa y subimos a mi despacho, es el lugar más privado de la casa, no quiero que algún invitado llegue a escuchar lo que le voy a decir. Toda persona culta sabe que los despachos se respetan.

Hago un ademán con la mano para que se adentre en el lugar.

—¿Qué te pasa Kristofer?—pregunto—sabes que hay reglas.

—¡Pero es una regla estúpida!—se defiende.

—NO ES ESTÚPIDA CUANDO YA TE HAS ACOSTADO CON CUATRO DE MIS ASISTENTES.

—Esta vez es diferente.

—¿Qué es diferente?—me relajo un poco— ¿a Naylea si le darás lo que necesita?, ¿no la empezarás a ignorar hasta que decida dejar la empresa para no verte?, ¡por Dios! No somos ese tipo de hombres, yo lo acepté, ¿tú cuándo?

—Me gusta—baja la cabeza.

—¿Ella y cuántas más?—pregunto irónico—siempre es lo mismo, ¡eres  mujeriego, supéralo!

>>>> El lugar está lleno de personas importantes. ¿Qué si te veían besar a mi asistente?

—¿Por qué te importa tanto?—pregunta—siempre te has hecho el de la vista gorda.

—Kristofer—amenazo—no me hagas perder los estribos.

—¿Por qué te importa?—pregunta una vez más—¿te quieres acostar con ella?

—Deja de decir estupideces, ME IMPORTA PORQUE ESTOY A LA VISTA DE TODOS LOS REPORTEROS, EN MENOS DE UN AÑO VAN 4 SECRETARIAS—hablo, sin poder medir el volumen de mis palabras.

—Y...?

—¡Eres un imbecil!—exclamo antes de acercarme a la puerta para salir del lugar, esta conversación no llegará a ningún lado. Al abrirla, mi andar es interrumpido por quien yace en el piso. Ahí está Naylea, tirada, lo había dicho: toda persona culta sabe que los despachos se respetan.

La observo y en sus ojos no veo nada más que terror, sentimiento que me encanta ocasionar.

Me agacho hasta quedar a su altura—¿Con que escuchando conversaciones ajenas?— pregunto—odio que escuchen mis conversaciones privadas, pero ya que estamos, espero que le haya quedado claro todo lo que escuchó.

Me levanto y acomodo el cuello de mi saco con altivez.

—No quiero que esto se repita—me dirijo a los dos—cierra la puerta al salir—señalo a mi amigo con el dedo índice.

Naylea...

Sabía que esta chica me traería problemas apenas la vi aquel día en el techado de la empresa con nada más que una pijama empapada.

—Niña problemática—musito antes de volver a la sala.

—Buenas noches Dario—se despide Gregory, uno de mis invitados—te estuve buscando, te deseo éxitos en tu nuevo proyecto.

—Gracias, estaba atendiendo unos asuntos...pasa feliz resto de la noche.

Me siento en uno de los muebles y tomo una copa de vino para bajar el amargo que me ocasionó la escenita de mi mejor amigo con otra de mis asistentes, no sé cuándo madurará.

El sexo y el trabajo no van de la mano.

Me quedo analizando cada una de sus palabras ¿acostarme con Naylea? No creo. De todas las mujeres del mundo, sería la última a la que yo tocaría.

Más que tu jefe Donde viven las historias. Descúbrelo ahora