42. Mi jefe-Dario

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Salgo de mi oficina y me dirijo al ascensor privado que solo ocupa Joel, sin embargo, hoy me pidió que lo acompañara porque debía tocar un tema importante conmigo.

Al principio me preocupé mucho por lo que pasó en la fiesta de anoche, pero al ver su serenidad decidí relajarme un poco.

¿Es posible que esté tranquilo porque me va a despedir y simplemente soy una asistente reemplazable o quiere hablar de otra cosa?

Es la interrogante que invade mi mente el momento en que entro al ascensor.

—Señorita Naylea, anoche tuvimos una hermosa velada—empieza a hablar y no reconozco si es sarcasmo lo que siento en sus palabras, lo que hace que mis nervios aumenten.

—Si, muchas gracias, y disculpe por el inconveniente—me adelanto— no sabía que el señor Johnson actuaría de esa manera.

—Tranquila, usted no es culpable ni responsable de nada; él solo fue un invitado que no supo comportarse.

—Gracias—le digo sinceramente.—me daba miedo que este arrebato afectara mi trabajo.

—No hay nada que pueda afectarla, estoy más que encantado con su trabajo, no la soltaría para que otro la tome—dice con doble sentido, ambos sabemos que se refiere a Dario.

Sonrío.

—Tenía tiempo queriendo preguntarle algo...—dice, con su semblante serio y haciendo una pausa que para mí resulta ser eterna—¿le gustaría tener una cita conmigo?

—No soy fan de mezclar el trabajo con cosas personales, igual gracias por la invitación—lo rechazo rápida y cortésmente.

En su cara puedo ver desilusión, tal vez está acostumbrado a que las mujeres a su alrededor caigan en el primer intento, está acostumbrado a ser querido...pero yo no puedo, no puedo porque una vez caí y no volví a ser yo nunca más.

—Piénselo y me avisa, la invitación estará abierta para cuando usted decida—sonríe y me dedico a asentir—solo espero que este rechazo no tenga que ver con la reaparición de la competencia—me observa para identificar mi reacción, mientras lanza ese comentario pasivo agresivo, que puedo apostar mi sueldo de un mes a que nuevamente el protagonista de su doble sentido es aquel empresario cuyo nombre empieza por D.

Mi jefe es un hombre muy atractivo, pero no quiero volver a involucrarme con la persona de la cual depende mi sueldo y estabilidad económica.

—No, eso jamás, simplemente no quiero volver a cometer ciertos errores...

—Salir conmigo nunca será un error—concluye.

Salgo del edificio y me paro en las aceras a esperar mi taxi, el cual marca mi celular, llegará en 5 minutos.

Veo acercarse un vehículo lujoso y aunque las probabilidades sean pocas, por su cercanía, me atrevo a checar si se trata de mi taxi, pero no, este sigue a 5m, supongo que atascado en el tránsito de la movida ciudad.

—Buenas noches señorita Naylea—me habla esa voz tan conocida y profunda que aún tiene el poder de erizar cada pelo de mi cuerpo.

—Buenas noches señor Dario—contesto—¿qué lo trae por aquí?

—Nada en especial, ¿la puedo llevar a su departamento?—sugiere.

—No, gracias, estoy esperando un taxi, feliz resto de la noche—me despido, ya que, no me gustaría que mi jefe me encontrara hablando con "la competencia".

—No me iré sin ti—apaga la formalidad—necesito hablar contigo.

—¿Hablar qué?—pregunto.

—De nosotros—responde obvio—sé que actué mal, te engañé, mentí, pero terminé sintiendo cosas por ti, cosas que no entiendo, pero quiero aclarar.

—Yo no soy un juguete.

—Eso lo sé, pero me gustaría hablarlo.

¡Dios mío, ¿qué hice para merecer esto?!

—No Darío, no entiend—paro en seco al ver el vehículo de mi jefe salir de los estacionamientos.

—¿Necesita que la lleve a casa?—pregunta este parándose un poco más adelante de Darío.

—No, gracias señor, ya pedí un taxi, no tarda en llegar—contesto segura.

—Yo la puedo llevar, cancélelo e igual lo pagamos.

Observo hacia el auto de Darío y este me lanza una mirada de advertencia, pero esta vez decido ser mala, decido molestarlo, decido sacar una parte de mí que no sabía que existía y me monté con mi jefe.

—Gracias por llevarme a casa—agradezco apenas me pongo el cinturón, para luego verlo poner el auto en marcha.

—Me mintió— asegura—porque, primero la veo besando a Johnson en la fiesta y hoy la encuentro conversando con él—¿hay algo entre ustedes dos?

—No, no hay nada, en el pasado tuvimos momentos incómodos, pero no más que eso—aclaro—al final del día, el señor Johnson solo fue mi jefe.

—¿Le gusta?—pregunta interesado.

—No.

Y es lo último que se escucha antes de detener el auto frente a casa.

—Muchas gracias por traerme, espero y no haya sido una molestia.

—Siempre, eso jamás, sabes que en varias ocasiones te he ofrecido traerte, no me incomoda, llegas segura y me queda de camino—contesta simple, con la informalidad que describe nuestras conversaciones fuera de la empresa.

—Si, pero odiaría sentir que abuso de su confianza, feliz resto de la noche, me despido.

—Nunca sentiría eso por ti, feliz resto—se despide.

Me acerco a la puerta principal del edificio y dígito la clave, para luego subir las escaleras hasta llegar a la puerta de mi departamento, saco mis llaves y me adentro en la tibia comodidad que brinda un hogar en paz.

Veo la luz de mi habitación encendida y me reprendo por haber olvidado apagarla, últimamente estoy muy olvidadiza. Me adentro a la habitación y lo que veo en ella me deja con dos preguntas razonables que inmediatamente saco de mi cabeza:

—¿Qué diablos haces aquí Dario, cómo entraste?

—Tú y yo vamos a hablar esta noche te guste o no—demanda con seriedad.

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