En este momento me encuentro corriendo hacia el ascensor, puesto que Dario me pidió que fuera a buscar unos papeles a la nueva sucursal que puso junto a Leonardo y los otros inversionistas de la reunión de Paris, pero cuando llegué, la asistente de Leonardo los había traído. Luego de una larga espera fuera de la sucursal, encontré un taxi y llegué a la empresa, la recepcionista me advirtió que Dario me había estado buscando como loco.Subo al ascensor, hoy siento que va más lento que nunca, pero mi desesperación por llegar se acorta cuando este se abre y deja ver a un muy enojado Dario esperándome con los brazos cruzados.
—¿Por qué tardó tanto en regresar?—es el saludo que recibo de mi querido jefe.
—No pasaban taxis, están escasos y no tengo celular para pedirlos.
—Hace más de dos semanas que la asaltaron y aún no tiene celular, mi asistente no puede estar incomunicada—reclama enojado (como siempre), cree que todos tenemos sus mismas posibilidades.
Así como lo escuchan, llevo más de dos semanas junto a Dario y ya me estoy volviendo loca, manda y exige demasiado, no tengo tiempo para mí ni en la casa, puesto que me pone a revisar sus correos, según él, de alguna manera tengo que ganarme lo que como, lo peor es que por más que he buscado, no he podido conseguir otro trabajo.
—Está bien, trataré de resolver ese problema, discúlpeme—así han pasado todos estos días, suceden cosas de las cuales no tengo la culpa, pero que enojan a mi querido jefe y termino disculpándome para evitar una ola de reclamos.
Al menos el sueldo es bueno, Matías asegura que cuando cobre olvidaré todos estos dolores de cabeza, espero que sea así.
—Ya casi sonará el timbre de salida, saque sus cosas de mi oficina y no se olvide de cerrarla—es lo último que escucho antes de verlo adentrarse al ascensor del cual yo había salido segundos antes.
Me encamino a la oficina y tomo mis cosas para luego cerrarla, tal y como ordenó mi jefe; segundos después escucho el timbre de salida y regreso al ascensor, para salir del edificio y encontrarme con Enrique esperándome recostado del auto.
—Buenas tardes señorita Naylea, llegó su chofer— dice este con emoción
—¡Eres un idiota!—respondo riendo mientras nos subimos al vehículo, si antes nos llevábamos bien, ahora excelente, estoy muy agradecida por todo lo que ha hecho por mí, aparte de alegrarme con sus ocurrencias, me ha dado su tiempo y ese es uno de los mejores obsequios que una persona puede darle a otra.
—Necesito un favor— le digo esperando y pueda ayudarme.
—Tú dime y si está entre mis posibilidades, lo haré—responde simple.
—¿Tienes algún teléfono viejo que me puedas prestar en lo que compro uno nuevo?, estar incomunicada me esta trayendo problemas con mi jefe.
—Todo te traerá problemas con ese hombre, él es un problema andante—gira los ojos—no sé cómo lo soportas.
—La necesidad amigo, la necesidad.
—Sobre lo del teléfono, yo no tengo, pero creo que mi madre tiene el que usaba anteriormente, sabes que le gusta guardar todo, eso si, es una reliquia, apenas hace llamadas.
—Llamar es lo que necesito, si me lo puedes conseguir, estaría eternamente agradecida contigo.
—Está bien, ahora cuando te deje en la esquina, iré a casa y le pediré el teléfono a mi mamá, luego te paso a buscar en eso de las 6:00, te lo entrego y salimos a cenar, ¿si?
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Más que tu jefe
Roman pour Adolescents¿Qué harías si una noche tu madre decide echarte de casa sin nada más que la pijama con que pensabas dormir minutos antes? Naylea es una chica tímida, cariñosa y astuta, nunca ha tenido novio porque cree fielmente en que el amor no se busca, sino, q...