33. Tiempo de calidad

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Me siento estresado por lo que acaba de pasar en la joyería.

Niña estúpida, odio que las cosas no salgan como esperaba, odio su inmadurez y sobretodo su cinismo.

¿Quién se cree que es? Prefiero morir antes de aceptar ser rechazado por una mujer, eso no me lo perdonaría.

Me siento en la cama frustrado y analizo la situación, todo lo que ha estado pasando, y puedo casi asegurar que la razón por la que no he podido llevarla a mi cama, es porque he tratado de llamar su atención con regalos y cosas costosas, cuándo claramente me ha demostrado que el dinero, a pesar de necesitarlo, no le importa. Necesito darle tiempo de calidad, afecto, eso que tanto ha estado necesitando desde que su madre la echó de casa, así y solo así podré tenerla.

—Ni siquiera es tan atractiva—musito mientras me observo en el espejo frente al mini bar, necesito un trago.

Me despierto por unos toquesitos en la puerta, no sé en qué momento me quedé dormido.

Al abrirla, me encuentro a la persona que ha estado rondando mi cabeza estos últimos días, lleva un vestido rojo de seda con tirantes finos y unos tacones negros; simple, pero bonito.

—Le vine a avisar que bajaría a uno de los restaurantes del hotel, por si me necesita y no me encuentra en mi habitación, sepa dónde estoy.

—Okay—es lo único que contesto y le cierro la puerta en la cara.

Mal Dario.

Vuelvo a abrirla y esta ya está adentrándose en el ascensor.

—¡Espera, te voy a acompañar!— aviso sin espera de alguna respuesta de su parte.

Esta detiene las puertas del ascensor extrañada.

—Tengo hambre—digo desinteresado, no quiero que sospeche de mis acciones. Nadie cambia de la noche a la mañana.

—Está bien—contesta insegura.

—¿Necesita algo jefe?—pregunta apenas nos sentamos en el restaurante—me extraña que haya querido venir.

—Buenas noches, bienvenidos al restaurante Bazh, aquí les tengo el menú—nos habla un camarero.

—Buenas noches, danos tiempo para pensar— le hablo—cuando terminemos te llamamos y ordenamos.

—Gracias, dice mi asistente.

Este se retira y nos deja solos otra vez.

—No—digo, tratando de retomar nuestra conversación—bueno...si.

—Hable.

—Me disgustó muchísimo que hayas rechazado mi regalo para ti, no suelo tener este tipo de detalles con nadie y si lo hice contigo...es por algo—aclaro sencillo.

—Señor Darío, ambos sabemos a qué se refiere con ese "algo", no arruine nuestra relación de jefe y empleada, así estamos bien.

—Podríamos estar mejor—contesto simple—yo podría darte todo lo que necesites.

—Pero no es lo que quiero, yo quiero a un buen chico, que se preocupe por mí, por mi bienestar...algo que usted claramente no es—concluye, dándole una hojeada al menú.

—Yo podría ser quien haga eso por ti—contesto. Sin siquiera analizar las consecuencias de las palabras que se encuentra saliendo de mi boca.

—Señor Darío—la interrumpo.

—Solo Darío, no quiero que seas tan formal, llevo tiempo tuteándote.

—Darío—se corrige, así evitar más inconvenientes— por más que finjas y trates de sorprenderme no pasará, con todo respeto, sé el tipo de hombre que eres y lo que quieres, todo lo contrario a lo que quiero yo, incluso, llevo toda mi vida corriéndoles a los de tu clase—contesta simple.

Más que tu jefe Donde viven las historias. Descúbrelo ahora