El fin.

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Llegar al lugar no fue tan difícil, aunque no esperaba el panorama con el que me encontré, era una casa en la playa bastante apartada del centro turístico, pero no tan lejos como para perderse, no sé porque pero me imaginé algo más cliché, como una bodega o algo así, pero resulto siendo esto.

Lo primero que reconocí al llegar fue el auto de Ángelo, eso confirmo mis especulaciones acerca de su paradero.  Luego vi el auto de Dina y supe que estaba justo donde me querían.

Las luces estaban encendidas, sin duda alguna estaban esperándome, así que sin dar largas me dirigí a la puerta, justo cuando estaba apunto de tocar, el sonido de alguien a mis espaldas quitándole el seguro a un arma me detuvo.

- Buena niña. - no necesite voltear para saber qué era Ángelo quien me apuntaba. - no intentes nada estúpido, digo. Si no quieres morir. - me amenaza, para luego pegarse a mi espalda y colocarme la pistola en la cabeza. - nos vamos a divertir mucho, ya lo veras. - su voz cerca de mi oído me provoca escalofríos. No me gusta el significado que albergan esas palabras.

Su mano se coloca en mi cintura y sin despegar el arma de mi cabeza, me obliga a avanzar, para abrir la puerta y entrar a la pieza. Me hace caminar hasta la sala donde encuentro al autor de esta locura, Leonel está sentado en un sofá, fumando un cigarrillo con una sonrisa malévola pintada en el rostro.

- ¡vaya! nuestra invitada llegó. - dice con falsa felicidad.

- ¿Dónde esta mi hermana? - pregunto sin rodeos.

- espera, espera, no comas ansías. - dice levantándose de su lugar. - vamos a tomar un poco. - habla tomando una botella para luego avanzar hacia mi. El infeliz no me da tiempo de reaccionar, pues pone sin nada de delicadeza la botella en mis labios, sin poder evitarlo estoy tragando el líquido, a la vez que derramó otra cantidad del mismo. Siento como si me estuviera atragantando.

- espera. - le dice Ángelo, apartándolo por fin de mi, en el momento en que la botella abandona mis labios empiezo a toser, buscando oxigeno.

- ¡¿Qué haces?! - grita Leonel a su hermano.

- vas a ahogarla. - responde Ángelo. - y no la quiero muerta aún. - dice con tranquilidad.

- que aburrido eres. - suelta Leonel con sorna, empinándose la botella. - acaso piensas ser blando con ella. - suelta luego de tragarse lo que ingirió.

- piérdete. - suelta Ángelo con irritación.

- Púdrete. - contesta su hermano, para darse la vuelta y sentarse nuevamente en el sofá.

- ¿Dónde esta mi hermana? - pregunto nuevamente cuando logró estabilizarme.

- yo misma te llevaré con ella. - dice Dina apareciendo en el lugar. - para que ambas vean lo miserables que se ven. - se mofa.

- toma. - habla Ángelo extendiéndole el arma. - si intenta algo, ya sabes que hacer - le ordena y está acepta con una sonrisa en sus labios.

- muévete. - me ordena, llevándome de la misma forma en la que Ángelo me hizo entrar.

Cuando ambas entramos al pasillo, me guía a la puerta de una habitación. Cuando la abre lo primero que busco es a Sara, sin embargo lo que encuentro me hace retener el aliento.

Mi hermana está en una cama dormida, atada de pies y manos, con muchos golpes en el cuerpo, agradezco a Dios que este vestida, pues eso me da la esperanza de que Leonel no le ha hecho algún otro tipo de daño. 

- ¿por qué están haciendo esto? - pregunto deteniéndome en medio de la habitación.

- ¿por qué más? por qué tú hermana y tu nos han arruinado la vida a los tres. - Dina habla mientras rodea mi anatomía, hasta posicionarse frente a mí, aún apuntándome con el arma.

- a ti no te hemos hecho nada. - digo tratando de razonar con ella.

- claro que sí, tú me quitaste lo que yo mas quería. - habla, el odio en su voz es lo que más sale a relucir.

- ¿yo? Pero si Ángelo y yo nunca tuvimos nada que ver.- digo intercalando miradas entre ella y mi hermana, quien parece estar despertando.

- claro que si, o si no por qué el está tan obsesionado contigo. - dice y ahí veo la oportunidad perfecta para revertir las cosas.

- tu lo sabes ¿no es así?  ¿Por qué Dina? ¿por qué si sabes que es obsesión? ¿por qué lo estás ayudando? - pregunto llevando a cabo lo que planee. - sabes bien que el tiene un objetivo y que cuando lo cumpla te va a desechar. - le aseguro.

- ¡Cállate! ¡eso no es cierto! - grita histérica más que nada por qué sabe que lo que le digo es la verdad.

- claro que si, lo que pasa es que no lo quieres aceptar, por qué tú estás obsesionada con el. - la exhorto.

- no, no es obsesión, es amor. - dice apuntándome con rabia.

- y que hay del amor por ti misma, ¿lo perdiste? - pregunto serena.

- no, por supuesto que no. - asegura.

- yo no estoy convencida de eso, si no como explicas que lo hayas ayudado a traerme aquí, no tiene sentido. - trato de hacerla entrar en razón.

- ¡Cállate! cierra la boca de una vez, si no quieres morir justo aqui. - dice casi gritando, mi mirada se dirige a Sara quien me observa atónita. Dina voltea a la dirección a la que miro y se da cuenta de que mi hermana está despierta.

Cuando parece que hablara el sonido de las sirenas la detienen, en el momento en que comprende lo que sucede dirige el arma en dirección a Sara, yo sin pensarlo dos veces la jalo y logró que el disparo, salga hacia él techo. Sus manos y las mías se aferran al arma en un intento desesperado por arrebatárnosla, el forcejeo provoca que el arma termine en medio de nuestros cuerpos. Justo cuando escucho la voz de Sara gritando por ayuda, el disparo inesperado del arma hace que calle.

La impresión es grande, Dina y yo nos vemos fijamente a los ojos, ambas con asombro, definitivamente esto no estaba dentro de mí plan.

- ¡ALISON! - el grito de Sara me hace más consciente de lo que ha pasado, he llegado hasta el piso, soltando por fin el arma ensangrentada, Dina la sostiene en una mano, aún observándome completamente aturdida.

- yo... - las palabras se estancan en su garganta, obviamente está asustada. Mi visión se nubla y se por el dolor que siento en mi abdomen que esa bala a terminado en mi cuerpo, estoy desangrándome en el suelo, sintiéndome cada vez mas aturdida.

- ¡Alison! - escuchó los gritos de Sara pero cada vez se hacen menos audibles. En su lugar un silbido molesto es lo que escuchó en mis oídos, soy poco consciente de lo que está pasando, han llegado más personas a la habitación, pero no sé quiénes son, no reconozco a nadie, ni siquiera por las voces.

Mi mente se a vuelto un va y ven de ideas, sin lograr conectar ninguna, pero hay algo que se mantiene como lo principal.

Dios me salvó, Dios me concedió una vida diferente, y ahora sí me tocaba morir, quería irme con él.

prueba de amorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora